Continuando con el recuerdo del Concilio
Vaticano II, de cuya inauguración celebramos ahora el cincuenta aniversario,
proponemos la meditación sobre el parágrafo cincuenta y ocho de la Constitución
Gaudium et spes:
Múltiples son los
vínculos que existen entre el mensaje de salvación y la cultura humana. Dios,
en efecto, al revelarse a su pueblo hasta la plena manifestación de sí mismo en
el Hijo encarnado, habló según los tipos de cultura propios de cada época.
De igual manera,
la Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia en variedad de
circunstancias, ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para
difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación a todas las gentes,
para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad, para expresarlo mejor
en la celebración litúrgica y en la vida de la multiforme comunidad de los
fieles.
Pero al mismo
tiempo, la Iglesia, enviada a todos los pueblos sin distinción de épocas y
regiones, no está ligada de manera exclusiva e indisoluble a raza o nación
alguna, a costumbre alguna antigua o reciente. Fiel a su propia tradición y
consciente a la vez de la universalidad de su misión, puede entrar en comunión
con las diversas formas de cultura, comunión que enriquece al mismo tiempo a la
propia Iglesia y a las diferentes culturas.
La buena nueva de
Cristo renueva constantemente la vida y la cultura del hombre caído, combate y
elimina los errores y males que provienen de la seducción permanente del
pecado. Purifica y eleva incesantemente la moral de los pueblos. Con las
riquezas de lo alto fecunda, como desde sus entrañas, las cualidades
espirituales y las tradiciones de cada pueblo y de cada edad, las consolida,
perfecciona y restaura en Cristo. Así, la Iglesia, cumpliendo su misión propia,
contribuye, por lo mismo, a la cultura humana y la impulsa, y con su actividad,
incluida la litúrgica, educa al hombre en la libertad interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario