Francisco Javier Bernad Morales
Das pan al
hambriento, pero mejor sería que nadie tuviese hambre, y así no darías a nadie
de comer (San Agustín, Comentario a 1 Jn, VIII).
Del 9 al 11 de noviembre, hemos celebrado el
tradicional Encuentro Pastoral Agustiniano en Valencia de Don Juan. Bajo el
lema Respuesta agustiniana a las pobrezas
de nuestro tiempo, nos hemos reunido religiosos y laicos de la provincia de
Filipinas de la orden. Ha sido la ocasión de encontrar a viejos amigos
procedentes de Badalona, Loiu, Bilbao, Zaragoza, Valladolid, Madrid y Móstoles,
e intercambiar con ellos nuestras experiencias en estos tiempos particularmente
difíciles.
La jornada se abrió con una exposición del
padre Javier Antolín Sánchez (OSA), quien, a partir de un análisis de la crisis
económica mundial y de su especial repercusión en España, nos advirtió de las
tentaciones que nos acechan a los cristianos al afrontar los problemas. Entre
ellas, el exceso de moralización, la idea de sentirnos salvadores, el pecar de
ingenuos y creer en soluciones utópicas, y también la de aceptar de manera
acrítica el orden vigente. Frente a ellas, y sin entrar en las diferentes
posiciones políticas que podamos libremente adoptar, nos llamó a asumir una
actitud profética que, a la luz del Evangelio, intente discernir la
justicia de las alternativas ofrecidas por los políticos y prime el bien común
por encima de los intereses corporativos y particulares. Pero no basta con la
actitud. Esta solo adquiere pleno valor si se acompaña de gestos proféticos
cargados de significado. Además, es preciso que seamos capaces de reconocer
nuestra propia responsabilidad personal en la generación de situaciones
injustas. En suma, la Iglesia, como tal, no tiene que intervenir con propuestas
de política partidista, pero sí pronunciar una palabra crítica e iluminadora; en tanto que los cristianos debemos enfrentar nuestra conciencia y experimentar
una íntima conversión.
Tras esto, los diferentes grupos expusieron
sus actuaciones en el marco concreto en que desarrollan su actividad. Hablamos
así de la dificultad que supone el atender a un número creciente de personas
que demandan ayuda, de la manera específica en que esta se presta: bancos de
alimentos, roperos, orientación, realización de campañas solidarias…, y sobre
todo de la actitud de acogida ante quien se dirige a nosotros en busca no solo
de una receta puntual que le permita sortear un problema inmediato, sino
también de alguien que le mire a los ojos y escuche sus tribulaciones.
La situación es sombría, pero en medio de la
aflicción, surgen rayos de esperanza. Mientras las subvenciones públicas
disminuyen o incluso desaparecen, se mantienen los donativos privados, al
tiempo que se extienden formas de solidaridad como las cooperativas de
consumo. Son apenas débiles destellos en
la oscuridad, pero nos permiten atisbar un futuro esperanzador, en que la generosidad triunfe sobre el
egoísmo.
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