31 agosto 2013
El Papa Francisco abre el capítulo general de los Agustinos
El pasado día 28, solemnidad de San Agustín, el Papa Francisco abrió el capítulo general de los agustinos, en Roma en la basílica de San Agustín.
30 agosto 2013
El rey David (5)
Francisco Javier Bernad Morales
Si la
historia del ascenso de David está llena de elementos novelescos, la de sus
años de madurez rebosa tensión dramática. Pasaremos por alto la narración de
sus victorias militares sobre ammonitas, moabitas, idumeos, filisteos y arameos,
para centrarnos en los conflictos familiares que ensombrecieron sus últimos
años. Todo empieza cuando David se enamora de Betsabé, esposa de Urías el
hitita, mientras este se halla lejos, combatiendo a los ammonitas. Cuando el
rey se entera de que ella ha quedado embarazada, su primera idea es llamar al
marido para hacerle creer que es suyo el niño que ha de nacer. A tal fin,
solicita a Joab, general al mando en la campaña y de quien ya hemos hablado a
propósito de la muerte de Abner, que con el pretexto de informarle de la suerte
de los combates, le envíe a Urías. Sin embargo, cuando tras entrevistarse con
David, este le da permiso para ir a su casa con su mujer, el hitita responde:
-El Arca, Israel y Judá moran en tiendas, y Joab, mi señor, y los
oficiales de mi señor acampan en campo raso, y ¿voy yo a ir a mi casa a comer y
a beber y a dormir con mi mujer? ¡Por mi vida y por vida de tu alma, yo no haré
tal cosa! (2
Samuel 11, 11).
Ante
esta negativa, David, tras agasajarle, envía a Urías de vuelta al campamento
con una carta para Joab. En ella ordena que se situe al hitita en lo más
comprometido del combate y que en lo más recio de la lucha, lo abandonen sus
compañeros, a fin de que sea muerto por el enemigo. Desaparecido así Urías,
David se desposa con Betsabé.
Provoca
así el rey, el desagrado de Yahveh, quien le envía al profeta Natán para
recriminarle la acción. Este recurre a una hermosa parábola, en la que presenta
a un hombre rico dueño de grandes rebaños y a uno pobre que no tiene más que
una corderilla. Ocurrió que el rico recibió una visita y no queriendo
sacrificar uno de sus animales para el banquete, hizo matar al del pobre. Al
escuchar esto, David estalla indignado contra quien ha obrado tan vilmente,
pero Natán le hace ver que es así como él mismo se ha comportado:
-¡Tú eres ese hombre! Así ha dicho Yahveh, Dios de Israel: Yo mismo te
ungí rey sobre Israel, te salvé de las manos de Saúl y te entregué la casa de
tu señor, coloqué en tu seno las mujeres de tu amo e hícete dueño de la casa de
Israel y de Judá; y por si fuera poco, te habría agregado tales y cuales cosas.
¿Po qué has menospreciado la palabra de Yahveh, haciendo lo que parece mal a
sus ojos? Has hecho perecer a espada a Urías el hitita y a su esposa te has
cogido por esposa, asesinándole mediante la espada de los ammonitas. Ahora bien,
la espada no se va a apartar de tu casa en castigo de haberme tú menospreciado
y haber tomado a la mujer de Urías el hitita para que venga a ser tu mujer” (2 Samuel, 12, 7-10).
Una
escena como la aquí relatada, hubiera sido inconcebible en cualquier otra
monarquía no ya de la época, sino incluso de tiempos muy posteriores. Ningún
sacerdote o profeta de cualquiera de los reinos vencidos por David, habría
osado censurar a su rey de una manera tan dura por un crimen, cometido además
contra un extranjero. Las exigencias éticas de la religión de Israel superan
con mucho las de los cultos naturalistas cananeos. La denuncia de los abusos
cometidos por los poderosos no es una excepción, sino un componente esencial de
la actividad profética.
La
temprana muerte del hijo nacido de Betsabé es solo el inicio de un cúmulo de
desgracias, que se desarrollarán en un crescendo trágico en los capítulos siguientes, hasta conformar un cuadro
que en nada desmerece de la historia de los Átridas o de las desventuras de la casa
de Edipo.
29 agosto 2013
San Juan Bautista, Precursor del nacimiento y de la muerte de Cristo
De las homilías de san Beda el
Venerable, presbítero
El santo Precursor del
nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de
la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como
dice la Escritura, la gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de
lleno la inmortalidad. Con razón celebramos su día natalicio, que él ha
solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con
razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su
martirio el testimonio que había dado del Señor.
No debemos poner en duda que san
Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro
Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a
que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es
suficiente para afirmar que murió por Cristo.
Cristo, en efecto, dice: Yo soy
la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la
derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su
predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de
Cristo, la pasión fuera del Señor.
Este hombre tan eximio terminó,
pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio.
Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue
encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un
calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en
persona, dio el título de «lámpara que arde y brilla»; fue bautizado en su
propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz
del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que
descendía sobre él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le
resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por
causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.
La muerte –que de todas maneras
había de acaecerle por ley natural– era para él algo apetecible, teniendo en
cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella
alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol: A vosotros se os
ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él,
sino sufriendo por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un
don el hecho de sufrir por Cristo: Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la
gloria que un día se nos descubrirá.
28 agosto 2013
Solemnidad de San Agustín
Hoy, la Iglesia conmemora la solemnidad de San Agustín de Hipona, uno de los más grandes pensadores cristianos, ardiente buscador de la verdad. En su recuerdo traemos a nuestro blog la miniserie sobre su vida, dirigida en 2009 por Christian Duguay, y protagonizada por Alessandro Preziosi y Monica Guerritore.
26 agosto 2013
Solemnidad de Santa Mónica
La Iglesia recuerda hoy a Santa Mónica, la madre que, con la fuerza de la oración y del ejemplo, luchó incansable, sostenida por el amor, hasta que el Señor permitió que viera a su hijo Agustín unido a la fe en Cristo.
Encuentro entre el Papa Francisco y Tawadros II, jefe de la iglesia Copta Egipcia
El encuentro entre el Papa y Tawadros II, jefe de la mayor iglesia cristiana del Próximo Oriente, tuvo lugar el pasado mes de mayo. Hoy, en un tiempo en que nuestros hermanos coptos egipcios afrontan terribles pruebas, queremos recordarla como testimonio del apoyo que siempre prestaremos a las iglesias que, aunque estén separadas de Roma, comparten con nosotros una misma fe.
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25 agosto 2013
La plenitud de la fe cristiana
Papa Francisco
Lumen Fidei, Cap. I, 15
«Abrahán […] saltaba de gozo pensando ver mi
día; lo vio, y se llenó de alegría» (Jn 8,56). Según estas palabras de Jesús,
la fe de Abrahán estaba orientada ya a él; en cierto sentido, era una visión
anticipada de su misterio. Así lo entiende san Agustín, al afirmar que los
patriarcas se salvaron por la fe, pero no la fe en el Cristo ya venido, sino la
fe en el Cristo que había de venir, una fe en tensión hacia el acontecimiento
futuro de Jesús. La fe cristiana está centrada en Cristo, es confesar que Jesús
es el Señor, y Dios lo ha resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9). Todas las
líneas del Antiguo Testamento convergen en Cristo; él es el «sí» definitivo a
todas las promesas, el fundamento de nuestro «amén» último a Dios (cf. 2 Co 1,20).
La historia de Jesús es la manifestación plena de la fiabilidad de Dios. Si Israel
recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su
confesión y abrían la mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como
la intervención definitiva de Dios, la manifestación suprema de su amor por
nosotros. La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras,
sino su Palabra eterna (cf. Hb 1,1-2). No hay garantía más grande que Dios.
Lumen Fidei, Cap. I, 15
24 agosto 2013
Oración para combatir la pobreza mundial
United States Conference of Catholic Bishops
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuente de
todos los dones, ayúdanos a ser corresponsables dignos de tus muchas
bendiciones.
Padre, Creador de Abundancia, concédenos generosidad para compartir
tus dones y beneficios con nuestros hermanos y hermanas en toda la Tierra.
Jesús, Príncipe de Paz, que seamos artesanos de la paz que
fortalece la justicia y de la justicia que sostiene la paz.
Espíritu de Justicia, que el amor y la igualdad que
compartes con el Padre y el Hijo nos inspiren a apoyar políticas justas de
comercio que levanten a los pobres.
Padre, Creador del mundo, que seamos buenos corresponsables
de las riquezas de la Tierra y respetemos los pueblos de cuyas tierras se
extraen los recursos.
Jesús, Señor que alivias nuestras cargas, que nos apiademos
de las naciones agobiadas por las deudas y nos comprometamos a buscar su exoneración.
Espíritu Santo, Autor de la Vida, inspíranos a proteger el
don de la Creación, y a ayudar a los pobres que más sufren a causa del daño al
medio ambiente.
Santísima Trinidad, Comunión de Amor, ayúdanos a amar a todos
nuestros prójimos y a los desplazados de sus hogares, acogiendo a los
refugiados e inmigrantes y aliviando la pobreza en otros países.
Padre, por tu Hijo y por el poder del Espíritu Santo,
ayúdanos a reconocer tu rostro en todos los afectados por la pobreza mundial y
llénanos con el amor y la fortaleza necesaria para combatir sus causas.
Padre, te lo pedimos por Cristo, tu Hijo y nuestro Señor,
que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de
los siglos.
Amén
23 agosto 2013
Santa Rosa de Lima
"Cuando
servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos
de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".
Santa Rosa de Lima
En la festividad de Santa Rosa de Lima, primera santa canonizada del nuevo continente, presentamos una película sobre su vida, dirigida por el español José María Elorrieta, en 1961. En ella se ofrece el testimonio de esta terciaria dominica, canonizada por el papa Clemente X en 1671.
Que su ejemplo de estar siempre al lado de los más desfavorecidos, nos sirva de guía espiritual.
22 agosto 2013
El rey David (4)
Francisco Javier Bernad Morales
En un
primer momento, la autoridad de David solo es admitida por Judá, en tanto que
el resto de las tribus se mantienen fieles a la casa de Saúl, en la persona de
su hijo Isbóset, proclamado rey por Abner, el principal general del monarca
fallecido. Siguen tiempos de enfrentamiento en los cuales Abner, a su pesar, da
muerte a Asahel, hermano de Joab, el más estrecho colaborador de David. Este
suceso desencadena una venganza de sangre pues cuando más adelante, Abner,
disgustado con Isbóset, busque un acercamiento a David, Joab lo matará a
traición. Sorprendentemente aquel no castigará a su lugarteniente y se limitará
a proclamar que no ha tenido nada que ver con el hecho. Nos encontramos así
ante un rasgo del carácter de David que quizá ya se hubiera manifestado
anteriormente, cuando se negó a dar muerte a Saúl, pese a tenerlo a su merced:
una excesiva indulgencia con sus allegados, que en ocasiones raya con la
debilidad.
A la
defección y muerte de Abner, sigue el asesinato de Isbóset por dos de sus
propios jefes militares, quienes pensaban de esta manera obtener el favor de
David. Este sin embargo, los califica de hombres malvados que han terminado con
la vida de un justo y, en consecuencia, los hace ejecutar. Tras esto, los jefes
de las tribus del norte se dirigen a Hebrón, donde mora David, y lo reconocen
como rey, con lo que este comienza a gobernar sobre todo el territorio de
Israel.
Tras
esto, 2 de Samuel narra la conquista
de Jerusalén, hasta el momento en poder de los jebuseos, y la victoria sobre
los filisteos que, alarmados por el creciente poderío de Israel, se habían
unido para combatirlo. Decide entonces David trasladar el Arca de la Alianza a
la ciudad recién conquistada y convertida en capital del reino y durante la
procesión, él mismo danza en un baile ritual, lo que le vale el reproche de
Mikal, la primera de sus esposas, hija de Saúl, quien considera que se trata de una conducta impropia de su
condición. Molesto, el rey responde con inusitada dureza:
21 agosto 2013
San Pío X
Hoy celebramos la festividad de San Pío X, que ejerció su ministerio papal a principios del siglo pasado. Con este motivo, presentamos una breve reseña biográfica.
20 agosto 2013
Amo porque amo, amo por amar
Hoy, día en que en la Iglesia Católica celebramos la fiesta de San Bernardo, uno de los Padres de la Iglesia, que ofreció su testimonio en el siglo XI, reproducimos uno de sus sermones sobre el Cantar de los Cantares. En él destaca la importancia del amor como fin en sí mismo.
San Bernardo de Claraval
El amor basta por sí solo, satisface por
sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo.
El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho;
su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen,
con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la
misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo
único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado
muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le
da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es
para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los
que se aman entre sí.
El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo
que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la
amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose
además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor
por esencia?
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y
exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es
amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es
ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la
misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el
Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad
entre ellos que entre el sediento y la fuente.
Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni
eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la
seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un
gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el
cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De
ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con
todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda
su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas,
porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble
correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se
tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor
intensidad.
Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense
19 agosto 2013
Oración por la paz
Papa Pablo VI
Señor, Dios de la paz,
para el nacimiento de un mundo más fraterno.
Que para los hombres de todas las razas y lenguas
venga tu Reino de justicia, paz y amor. Amén.
Señor, Dios de la paz,
Tú que creaste a los hombres para ser herederos de tu gloria,
Te bendecimos y agradecemos porque nos enviaste a Jesús,
tu Hijo muy amado.
Tú hiciste de Él, en el misterio de su Pascua,
el realizador de nuestra salvación,
la fuente de toda paz, el lazo de toda fraternidad.
Te agradecemos por los deseos,
esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu de paz suscitó en nuestros días,
para sustituir el odio por el amor,
la desconfianza por la comprensión,
la indiferencia por la solidaridad.
Abre todavía más nuestro espíritu y nuestro corazón para las exigencias concretas del amor a todos nuestros hermanos, para que seamos,
cada vez más, artífices de la PAZ.
Acuérdate, oh Padre, de todos los que luchan,
sufren y muerenTe bendecimos y agradecemos porque nos enviaste a Jesús,
tu Hijo muy amado.
Tú hiciste de Él, en el misterio de su Pascua,
el realizador de nuestra salvación,
la fuente de toda paz, el lazo de toda fraternidad.
Te agradecemos por los deseos,
esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu de paz suscitó en nuestros días,
para sustituir el odio por el amor,
la desconfianza por la comprensión,
la indiferencia por la solidaridad.
Abre todavía más nuestro espíritu y nuestro corazón para las exigencias concretas del amor a todos nuestros hermanos, para que seamos,
cada vez más, artífices de la PAZ.
para el nacimiento de un mundo más fraterno.
Que para los hombres de todas las razas y lenguas
venga tu Reino de justicia, paz y amor. Amén.
18 agosto 2013
O sacrum convivium
Traemos de nuevo a nuestras páginas una pieza de canto ambrosiano interpretado por la Schola Gregoriana Mediolanensis, bajo la dirección de Giovanni Vianini.
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17 agosto 2013
El rey David (3)
Francisco Javier Bernad Morales
Ante la
hostilidad de Saúl, a David no le queda otra salida que apartarse
definitivamente de la corte, convirtiéndose en un proscrito, jefe de un grupo
de aventureros que, agobiados por las deudas o perseguidos por otros motivos, no hallan otra forma de vida que el pillaje.
Salvando las circunstancias concretas propias del tiempo y del lugar, podemos
imaginarlo en esta etapa de su vida con rasgos similares a los que la tradición
atribuye a Robin Hood. Su carrera de bandido se inicia en Nob, donde come los
panes consagrados, ofrecidos por el sacerdote Ahimelek, quien asimismo le
entrega la espada de Goliat. A continuación, tras una breve estancia entre los
filisteos, busca asilo en Moab. En tanto, la persecución de Saúl no cesa. Mientras
el rey hace matar a los sacerdotes de Nob, culpables de haber auxiliado a David
(1 Samuel, 22), este combate por su
cuenta a los filisteos en defensa de las ciudades de Judá, y termina por
refugiarse en la montaña y el desierto, donde recibe la visita confortadora de
Jonatán, con quien renueva su alianza. Es en estos tiempos de vida errante,
cuando en dos ocasiones, David tiene la oportunidad de matar a Saúl y le
perdona la vida, por tratarse del ungido del Señor. Es también en esta época cuando conoce a
Abigail, que, tras enviudar de Nabal, se convertirá en la segunda de sus esposas.
Por entonces, muere asimismo el profeta Samuel.
Pese a
la generosidad con que ha sido tratado por David, Saúl no ceja en el intento de
matarle, lo que empuja finalmente a aquel a acogerse a la hospitalidad del rey
filisteo de Gat (1 Samuel 27). Como
mercenario devastará los territorios de los amalequitas, los guirizitas y los
guesuritas, haciendo creer que sus ataques se dirigen contra Judá. De esta
manera se gana la confianza del rey de Gat, pero no la de los restantes
príncipes filisteos, que, cuando se enfrentan con Israel, exigen que David sea
apartado del combate. Este al ser despedido, lo que le permite eludir una
situación que había de resultarle engorrosa, se dirige contra los amalequitas,
a los que vence, mientras que Saúl y Jonatán mueren, como ya se ha mencionado, abatidos
por los filisteos en el monte de Gilboé. De esta manera, el joven pastor,
admirado y odiado por Saúl, amado por Jonatán, jefe de una banda de proscritos
y mercenario al servicio de los filisteos, está a las puertas de convertirse en
un poderoso rey, pero aún habrá de vencer grandes dificultades antes de ser
aceptado por las doce tribus de Israel.
16 agosto 2013
15 agosto 2013
Himno a la Virgen (Javier Busto)
Con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen, presentamos este himno compuesto por el músico vasco Javier Busto.
14 agosto 2013
13 agosto 2013
El rey David (2)
Francisco Javier Bernad Morales
La
victoria sobre Goliat, le granjea a David la amistad de Jonatán, el hijo de
Saúl, aunque también despierta los celos de este (1 Samuel, 18-19)). Durante algún tiempo los sentimientos del rey
parecen ambivalentes: si por un lado intenta asesinar a David, por otro le
ofrece en matrimonio a una de sus hijas. Primero a Merab y luego, tras entregar
esta a otro hombre, faltando a la palabra dada, a Mikal, aunque pone como
condición que aquel le entregue antes a modo de dote, los prepucios de cien
filisteos. El texto indica que es una argucia con la que pretende conducir a
David a la muerte. Sin embargo, el joven cumple sobradamente la exigencia y la
boda finalmente se celebra.
Esto no
impide que Saúl piense de nuevo en terminar con David, quien se salva gracias a
que Jonatán interviene a su favor, recodando al rey los grandes servicios
prestados por aquel y su lealtad sin mancha. El arrepentimiento de Saúl no
impide que más adelante, ante nuevas victorias de David, conciba de nuevo el
deseo de matarle, aunque de nuevo este se salva, ahora gracias a la advertencia
de Mikal.
Refugiado
en Ramah, junto al profeta Samuel, David escapa de nuevo de las asechanzas de
Saúl con la ayuda de Jonatán (1 Samuel,
20), quien se compromete a mantenerle informado de los planes de su padre. Se
establece en este momento un pacto formal entre ambos en el que asimismo David
se obliga a mantener una actitud benevolente hacia Jonatán y su casa, en el
momento en que Yahveh exija cuentas a sus enemigos.
Cuando
mucho después mueran Saúl y Jonatán en combate contra los filisteos en la
batalla de Gilboé, David mostrará su dolor en una hermosa elegía:
Hijas de Israel,
llorad a Saúl,
el que os revestía de grana con adornos delicados,
el que ornaba vuestros vestidos con paramentos de oro.
¡Cómo han caído los héroes
en medio del combate!
¡Jonatán entre tus collados herido de muerte!
Angustia siento por ti,
Jonatán hermano mío,
para mí tan grato.
Era tu amor para mí más preciado
que amor de mujeres.
¡Cómo han caído los héroes y han perecido las armas de guerra! (2 Samuel, 1, 24-27).
La prueba
de que no se trata de un sentimiento fingido, fruto de un cálculo político, la
hallamos más adelante cuando ya seguro en el trono de Israel, David se interesa
por los descendientes de su amigo y al descubrir que aún vive uno de ellos, de
nombre Mefiboset, en lugar de darle muerte para evitar que le dispute el poder,
lo agasaja y le entrega los bienes que habían pertenecido a Saúl (2 Samuel, 9).
12 agosto 2013
Himno copto: Oo nem nai
La Iglesia Ortodoxa Copta de Egipto, a la que ya nos hemos referido en artículos anteriores, es una de las más antiguas y, según la tradición fue fundada en el siglo I por el Apóstol San Marcos. Aunque faltan pruebas que corroboren esta creencia, sí las hay de que hacia el año 200 el cristianismo estaba ya ampliamente difundido en el país. Se trata de una iglesia monofisita que, por tanto, solo acepta los concilios anteriores al de Calcedonia. Además, mantiene un canon más amplio que el del la Católica, pues incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés, y los libros III de Esdras y III de los Macabeos. Un rasgo curioso es que utiliza en la liturgia el idioma copto, evolución directa del hablado en el Egipto de los faraones. Es esta antigua lengua la que podemos escuchar en el himno que hemos seleccionado hoy.
Por motivos técnicos, no es posible insertar el vídeo por lo que para escucharlo es preciso abrir el enlace:
Recordamos, por último, los difíciles momentos actualmente por nuestros hermanos cristianos en Egipto y otros países del Próximo Oriente. Enviémosles nuestro apoyo con una oración.
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11 agosto 2013
Oración frente a activismo
Homilía del Papa Francisco pronunciada el pasado 7 de julio en la Jornada de los seminaristas, novicios, novicias y de todos
los que están en el camino vocacional
http://www.zenit.org
Queridos hermanos y hermanas:
http://www.zenit.org
Queridos hermanos y hermanas:
Ya ayer tuve la alegría de encontrarme
con ustedes, y hoy nuestra fiesta es todavía mayor porque nos reunimos de nuevo
para celebrar la Eucaristía, en el día del Señor. Ustedes son seminaristas,
novicios y novicias, jóvenes en el camino vocacional, provenientes de todas las
partes del mundo: ¡representan a la juventud de la Iglesia! Si la Iglesia es la
Esposa de Cristo, en cierto sentido ustedes constituyen el momento del noviazgo,
la primavera de la vocación, la estación del descubrimiento, de la prueba, de
la formación. Y es una etapa muy bonita, en la que se ponen las bases para el
futuro. ¡Gracias por haber venido!
Hoy la palabra de Dios nos habla de la
misión. ¿De dónde nace la misión? La respuesta es sencilla: nace de una llamada
que nos hace el Señor, y quien es llamado por Él lo es para ser enviado. Pero,
¿cuál debe ser el estilo del enviado? ¿Cuáles son los puntos de referencia de
la misión cristiana? Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren tres: la
alegría de la consolación, la cruz y la oración.
El primer elemento: la alegría de la
consolación. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que ha atravesado el
periodo oscuro del exilio, ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para
Jerusalén, ha llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben
dejar paso a la alegría: "Festejad… gozad… alegraos", dice el Profeta
(66,10). Es una gran invitación a la alegría. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo?
Porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y sus habitantes un
"torrente" de consolación, de ternura materna: "Llevarán en
brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a
quien su madre consuela, así os consolaré yo" (v. 12-13). Todo cristiano,
sobre todo nosotros, estamos llamados a ser portadores de este mensaje de
esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para
con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes
la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante
para que nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios y
transmitirla. La invitación de Isaías ha de resonar en nuestro corazón:
"Consolad, consolad a mi pueblo" (40,1), y convertirse en misión. La
gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene
necesidad de que demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que
enardece el corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría de
llevar la consolación de Dios!
El segundo punto de referencia de la
misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice:
"Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo" (6,14). Y habla de las "marcas", es decir, de las
llagas de Cristo Crucificado, como el cuño, la señal distintiva de su
existencia de Apóstol del Evangelio. En su ministerio, Pablo ha experimentado
el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y la
consolación. He aquí el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y
resurrección. Y precisamente haberse dejado conformar con la muerte de Jesús ha
hecho a San Pablo participar en su resurrección, en su victoria. En la hora de
la oscuridad y de la prueba está ya presente y activa el alba de la luz y de la
salvación. ¡El misterio pascual es el corazón palpitante de la misión de la
Iglesia! Y si permanecemos dentro de este misterio, estamos a salvo tanto de
una visión mundana y triunfalista de la misión, como del desánimo que puede
nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad del anuncio del Evangelio
no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración
humana, sino de conformarse con la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica
del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz
con Cristo-, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión. Y desde la Cruz,
acto supremo de misericordia y de amor, renacemos como "criatura
nueva" (Ga 6,15).ù
Finalmente, el tercer elemento: la
oración. En el Evangelio hemos escuchado: "Rogad, pues, al dueño de la
mies que mande obreros a su mies" (Lc 10,2). Los obreros para
la mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al servicio
y a la generosidad, sino que son "elegidos" y "mandados"
por Dios. Por eso es importante la oración. La Iglesia, nos ha repetido
Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; el campo a cultivar es suyo. Así
pues, la misión es sobre todo gracia. Y si el apóstol es fruto de la oración,
encontrará en ella la luz y la fuerza para su acción. En efecto, nuestra misión
pierde su fecundidad, e incluso se apaga, en el mismo momento en que se
interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor.
Queridos seminaristas, queridas novicias
y queridos novicios, queridos jóvenes en el camino vocacional. "La
evangelización se hace de rodillas", me decía uno de ustedes el otro día.
¡Sean siempre hombres y mujeres de oración! Sin la relación constante con Dios
la misión se convierte en función. El riesgo del activismo, de confiar
demasiado en las estructuras, está siempre al acecho. Si miramos a Jesús, vemos
que la víspera de cada decisión y acontecimiento importante, se recogía en
oración intensa y prolongada. Cultivemos la dimensión contemplativa, incluso en
la vorágine de los compromisos más urgentes y acuciantes. Cuanto más les llame
la misión a ir a las periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón
a Cristo, lleno de misericordia y de amor. ¡Aquí reside el secreto de la
fecundidad de un discípulo del Señor!
Jesús manda a los suyos sin
"talega, ni alforja, ni sandalias" (Lc 10,4). La difusión
del Evangelio no está asegurada ni por el número de personas, ni por el
prestigio de la institución, ni por la cantidad de recursos disponibles. Lo que
cuenta es estar imbuidos del amor de Cristo, dejarse conducir por el Espíritu
Santo, e injertar la propia vida en el árbol de la vida, que es la Cruz del
Señor.
Queridos amigos y amigas, con gran
confianza les pongo bajo la intercesión de María Santísima. Ella es la Madre
que nos ayuda a tomar las decisiones definitivas con libertad, sin miedo. Que
Ella les ayude a dar testimonio de la alegría de la consolación de Dios, a
conformarse con la lógica de amor de la Cruz, a crecer en una unión cada vez
más intensa con el Señor. ¡Así su vida será rica y fecunda! Amén.
10 agosto 2013
El rey David (1)
Francisco Javier Bernad Morales
Recientemente
un equipo de arqueólogos israelíes, dirigido por el profesor Yossi Garfinkel,
ha anunciado el descubrimiento en Khirbet Qeifaya, a unos treinta kilómetros de
Jerusalén, de los restos de una edificación palacial del siglo X a. C. Se trata
de un hallazgo de excepcional importancia, pues constituye la prueba
arqueológica de la presencia en la zona de un poderoso reino en los tiempos en
que, a partir del relato bíblico, se supone que vivió David.
Aunque
a grandes rasgos, los episodios principales de la vida de David, tal como
aparecen en la Biblia, son sobradamente familiares a cualquier lector
cristiano, no está de más recoger, siquiera sea brevemente, lo que de él se nos
ha transmitido. Se le menciona como autor de numerosos salmos y el libro 1 de
las Crónicas se ocupa de su reinado, pero es en el 1 y 2 de Samuel donde
encontramos una narración vívida de sus acciones antes y después de la subida
al trono. David se nos presenta aquí como un valeroso guerrero temeroso de
Dios, que tras una complicada serie de episodios, conquista el poder y lleva a
Israel a una dorada etapa de esplendor. Pero no son las victorias militares ni
el engrandecimiento del reino lo que nos seduce, sino el modo en que aparece
retratada su personalidad. El ungido por el Señor, cuyo reinado quedará para siempre como un
ideal difícilmente alcanzable, es también un amigo leal y un padre indulgente
hasta el extremo, incluso un hombre débil, que sucumbe a las pasiones y que
para satisfacerlas llega hasta el asesinato. Queda claro que para el narrador
es un héroe, pero ante todo un ser humano que, aunque dotado de grandes virtudes,
es capaz también de cometer graves pecados.
Su
primera aparición se produce en 1 Samuel
16, cuando el Señor, tras haber retirado su favor a Saúl, que ha incumplido
sus mandatos en lucha con los amalequitas, ordena al profeta que se dirija a
Belén, para ungir a uno de los hijos de Jesé. Contra lo que cabría esperar, el
elegido es el más pequeño, que en aquel momento se halla ausente cuidando del
rebaño. A partir de este momento se inicia un ascenso plagado de dificultades.
En un primer momento, el joven es llamado al servicio de Saúl, convertido en su
escudero, a la par que, mediante el tañido del arpa, alivia la melancolía de su
rey. El capítulo siguiente, donde se narra su victoria sobre el filisteo
Goliat, parece, sin embargo, proceder de una tradición distinta, pues en él
David se presenta todavía como un joven pastor que, por mandato de su padre,
visita el campamento israelita para llevar alimentos a sus hermanos. Solo antes
del enfrentamiento intercambia unas palabras con Saúl, quien le entrega su
armadura, de la que el joven se deshace por no estar acostumbrado a ella.
Después del combate, conducido de nuevo ante la presencia del rey, este le
pregunta por su filiación, lo que refuerza la idea de que no le conocía
anteriormente.
09 agosto 2013
Himno de la Anunciación
De nuevo presentamos un himno del músico ruso Pavel Chesnokov (1877-1944):
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08 agosto 2013
07 agosto 2013
Llamar a Cristo
San Agustín
Cuando
salían de Jericó le seguía una gran multitud. Y he aquí que dos ciegos sentados
a la vera del camino, al oír que pasaba Jesús se pusieron a gritar: ¡Señor,
Hijo de David, ten compasión de nosotros! La multitud les regañaba para que se
callaran, pero ellos gritaban más fuerte diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten
compasión de nosotros! Jesús se paró los llamó y les dijo: ¿Qué queréis que os
haga? Le respondieron: Señor que se abran nuestros ojos. Jesús, compadecido,
les tocó los ojos y al instante comenzaron a ver, y le siguieron (/Mt/20/29-34/Ag).
¿Qué
es, hermanos, gritar a Cristo, sino adecuarse a la gracia del Señor con las
buenas obras? Digo esto, hermanos, porque no sea que levantemos mucho la voz,
mientras enmudecen nuestras costumbres. ¿Quién es el que gritaba a Cristo, para
que expulsase su ceguera interior al pasar Él, es decir, al dispensarnos los
sacramentos temporales, con los que se nos invita a adquirir los eternos?
¿Quién es el que grita a Cristo? Quien desprecia el mundo, llama a Cristo.
Quien desdeña los placeres del siglo, clama a Cristo. Quien dice, no con la
lengua, sino con la vida, el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo
(Gal 6, 14), ése es el que grita a Cristo.
Llama
a Cristo quien reparte y da a los pobres, para que su justicia permanezca por
los siglos de los siglos (cfr. Sal 101, 9). Quien escucha y no se hace el
sordo—vended vuestras bienes y dad limosna; haceos bolsas que no envejecen, un
tesoro que no se agota en el Cielo (Lc 12, 33)— como si oyese el sonido de los
pasos de Cristo que pasa, al igual que el ciego, clame por estas cosas, es
decir, hágalas realidad. Su voz esté en sus hechos. Comience a despreciar el
mundo, a distribuir sus posesiones al necesitado, a tener en nada lo que los
hombres aman. Deteste las injurias, no apetezca la venganza, ponga la mejilla
al que le hiere, ore por los enemigos; si alguien le quitare lo suyo, no lo
exija; si, al contrario, hubiera quitado algo a alguien, devuélvale el
cuádruplo.
Una
vez que haya comenzado a obrar asé, todos sus parientes, afines y amigos se
alborotarán. Quienes aman el mundo se le pondrán en contra: «¿Qué haces, loco?
¡No te excedas!: ¿acaso los demás no son cristianos? Eso es idiotez, locura».
Cosas como ésta grita la turba para que los ciegos no clamen. La turba
reprendía a los que clamaban, pero no tapaba sus clamores.
Comprendan
cómo han de obrar quienes desean ser sanados. También ahora pasa Jesús: los que
se hallan a la vera del camino, griten. Tales son los que le honran con los
labios, pero su corazón está alejado de Dios (cfr. Is 29, 13). A la vera del
camino están aquellos de corazón contrito a quienes dio órdenes el Señor. En
efecto, siempre que se nos leen las obras transitorias del Señor, se nos
muestra a Jesús que pasa. Porque hasta el fin de los siglos no faltarán ciegos
sentados a la vera del camino. Es necesario que levanten su voz.
La
muchedumbre que acompañaba al Señor reprendía el clamor de los que buscaban la
salud. Hermanos, ¿os dais cuenta de lo que digo? No sé de que modo decirlo,
pero tampoco cómo callar. Esto es lo que digo, y abiertamente. Temo a Jesús que
pasa y se queda, y no puedo callarlo: los cristianos malos y tibios
obstaculizan a los buenos cristianos, a los verdaderamente llenos de celo y
deseosos de cumplir los mandamientos de Dios, escritos en el Evangelio. La misma
turba que está con el Señor, calla a los que claman; es decir, obstaculiza a
los que obran el bien, no sea que con su perseverancia sean curados.
Clamen
ellos, no se cansen ni se dejen arrastrar por la autoridad de la masa; no
imiten siquiera a los que, cristianos desde antiguo, viven mal y sienten
envidia de las buenas obras. No digan: «¡Vivamos como la gran multitud!». ¿Y
por qué no como ordena el Evangelio? ¿Por qué quieres vivir conforme a la
reprensión de la turba que impide gritar, y no según las huellas de Cristo que
pasa? Te insultarán, te vituperarán, te llamarán para que vuelvas atrás. Tú
clama hasta que tu grito llegue a oídos de Jesús. Pues quienes perseveraren en
obrar lo que ordenó Cristo, sin hacer caso de la muchedumbre que lo prohibe, y
no se ensoberbecieren por el hecho de que parecen seguir a Cristo—esto es, por
llamarse cristianos—, sino que tuvieren más amor a la luz que Cristo les ha de
restituir que temor al estrépito de los que les prohiben; éstos en modo alguno
se verán separados: Cristo se detendrá y los sanará (...).
En
pocas palabras, para terminar este sermón, hermanos, en aquello que tanto nos
toca y nos angustia, ved que es la muchedumbre la que reprende a los ciegos que
gritan. Todos los que estáis en medio de la turba y queréis ser sanados, no os
asustéis. Muchos son cristianos de nombre e impíos por las obras: que no os
aparten de hacer el bien. Gritad en medio de la muchedumbre que os reprende, os
llama para que volváis atrás, os insulta y vive perversamente.
Mirad
que los malos cristianos no sólo oprimen a los buenos con las palabras, sino
también con las malas obras. Un buen cristiano no quiere asistir a los
espectáculos: por el mismo hecho de frenar su concupiscencia para no acudir al
teatro, ya grita en pos de Cristo, ya clama que le sane: «Otros van —dirá—,
pero serán paganos, o judíos». Si los cristianos no fueran a los teatros,
habría tan poca gente, que los demás se retirarían llenos de vergüenza. Pero
los cristianos corren también hacia allá, llevando su santo nombre a lo que es
su perdición. Clama, pues, negándote a ir, reprimiendo en tu corazón la
concupiscencia temporal, y manténte en ese clamor fuerte y perseverante ante
los oídos del Salvador, para que se detenga y te cure. Clama aun en medio de la
muchedumbre, no pierdas la confianza en los oídos del Señor. Aquellos ciegos no
gritaron desde el lado en el que no estaba la muchedumbre, para ser oídos desde
allí, sin el estorbo de quienes les prohibían. Clamaron en medio de la turba y,
no obstante, el Señor les escuchó. Hacedlo así vosotros también, en medio de
los pecadores y lujuriosos, en medio de los amantes de las vanidades mundanas.
Clamad ahí para que os sane el Señor. No gritéis desde otra parte, no vayáis a
los herejes para clamar desde allí. Considerad, hermanos, que en medio de
aquella muchedumbre que impedía gritar, allí mismo fueron sanados los que
clamaban.
(Sermón 88, 12-13, 17)
06 agosto 2013
05 agosto 2013
He recorrido hasta la meta, he mantenido la fe
No conocemos el año de nacimiento de Eusebio de Vercelli, aunque debe situarse en torno al 283. sí conocemos, en cambio, el de su fallecimiento, 371. Siendo obispo intervino en la querella contra los arrianos, favorecidos por Constancio II, hijo de Constantino el Grande. Está actitud desagradó al emperador que lo desterró a Escitópolis, actual Beit She'an en el norte de Israel. A la muerte de Constancio, pudo regresar a Italia, donde continuó la lucha contra el arrianismo e impulsó la vida monástica. Reproducimos una carta escrita durante el exilio.
San Eusebio de Vercelli |
He tenido noticias de vosotros,
hermanos muy amados, y he sabido que estáis bien, como era mi deseo, y he
tenido de pronto la sensación de que, atravesando la gran distancia que nos
separa, me encontraba entre vosotros, igual como sucedió con Habacuc, que fue
llevado por un ángel a la presencia de Daniel. Al recibir cada una de vuestras
cartas y al leer en ellas vuestras santas disposiciones de ánimo y vuestro
amor, las lágrimas se mezclaban con mi gozo y refrenaban mi avidez de leer; y
era necesaria esta alternancia de sentimientos, ya que, en su mutuo afán de
adelantarse el uno al otro, contribuían a una más plena manifestación de la
intensidad de mi amor. Así, ocupado un día tras otro en esta lectura, me
imaginaba que estaba hablando con vosotros y me olvidaba de los sufrimientos
pasados; así, me sentía inundado de gozo al considerar vuestra fe, vuestro amor
y los frutos que de ellos se derivan, a tal punto que, al sentirme tan
feliz,era como si de repente no me hallara en el destierro, sino entre vosotros.
Por tanto, hermanos muy amados, me alegro de
vuestra fe, me alegro de la salvación, que es consecuencia de esta fe, me
alegro del fruto que producís, el cual redunda en provecho no sólo de los que
están entre vosotros, sino también de los que viven lejos; y, así como el
agricultor se dedica al cultivo del árbol que da fruto y que; por lo tanto, no
está destinado a ser talado y echado al fuego, así también yo quiero y deseo
emplearme, en cuerpo y alma, en vuestro servicio, con miras a vuestra salvación.
Por lo demás, esta carta he tenido que
escribirla a duras penas y como he podido, rogando continuamente a Dios que
sujetase por un tiempo a mis guardianes y me hiciese la merced de un diácono
que, más que llevaros noticias de mis sufrimientos, os transmitiese mi carta de
saludo, tal cual la he escrito. Por todo ello, os ruego encarecidamente que
pongáis todo vuestro empeño en mantener la integridad de la fe, en guardar la
concordia, en dedicaros a la oración, en acordaros constantemente de mí, para
que el Señor se digne dar la libertad a su Iglesia, que en todo el mundo
trabaja esforzadamente; y para que yo, que ahora estoy postergado, pueda, una
vez liberado, alegrarme con vosotros.
También pido y os ruego, por la misericordia
de Dios, que cada uno de vosotros quiera ver en esta carta un saludo personal,
ya que las circunstancias me impiden escribiros a cada uno personalmente como
solía; por ello, en esta carta, me dirijo a todos vosotros, hermanos y santas
hermanas, hijos e hijas, de cualquier sexo y edad, rogándoos que os conforméis
con este saludo y que me hagáis el favor de transmitirlo también a los que, aun
estando ausentes, se dignan favorecerme con su afecto.
04 agosto 2013
03 agosto 2013
Hechos de los Apóstoles 1, 1-8
Comienzo de los Hechos de los Apóstoles" cantado en arameo.
Etiquetas:
Hechos de los Apóstoles,
ortodoxo
02 agosto 2013
01 agosto 2013
Tomad, Señor, y recibid
San Ignacio de Loyola
Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello
según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan.
Amén.
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