Hoy celebramos el Día de la Tierra, una conmemoración que busca concienciar a las organizaciones, los gobiernos y la sociedad civil de la necesidad de preservar nuestro planeta, actualmente amenazado por una concepción del desarrollo que trata a la naturaleza como una fuente de recursos que pueden ser explotados sin medida y se desentiende de las graves consecuencias ambientales y sociales que sus acciones provocan: deforestación, cambio climático, contaminación, invasión de las tierras de los pobladores originarios, destrucción de sus comunidades, etc.; olvidando que la riqueza así obtenida beneficia a unos pocos a costa del sufrimiento de muchos, y sin preguntarnos qué mundo legaremos a nuestros descendientes. Imre Kertész, premio Nobel de Literatura, superviviente del Holocausto y del estalinismo, observó con tristeza en una conferencia pronunciada en 1995 que los seres humanos hemos perdido el asombro ante la creación y con él el respeto, la devoción, la alegría y el amor por la vida. Sus palabras venían motivadas por el horror de que durante décadas se hubiera practicado la eliminación sistemática de seres humanos, sin que eso impidiera que a su lado transcurriera la vida normal y cotidiana, y la mayoría siguiera ocupándose de sus problemas particulares, acostumbrada al miedo y aceptando esa situación con resignación, indiferencia e incluso aburrimiento ("Ensayo de Hamburgo", Un instante de silencio en el paredón, Barcelona, Herder, 2002, p. 41).
Pero no podemos resignarnos. Es urgente que recuperemos ese asombro que Kertész lamentaba que hubiera desaparecido quizá para siempre, y de nuevo miremos emocionados a la naturaleza, sintamos el vértigo de nuestra improbable existencia y asumamos nuestra responsabilidad ante los demás y el mundo. Nos lo debemos a nosotros mismos, a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Oración cristiana con la creación (Papa Francisco, incluida en Laudato si)
Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,
que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas,
y están llenas de tu presencia y de tu ternura.
Alabado seas.
Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María,
te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones
para impulsarnos al bien.
Alabado seas.
Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
enséñanos a contemplarte
en la belleza del universo,
donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud
por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos
con todo lo que existe.
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén.