31 octubre 2011

Los maniqueos (I)


Francisco Javier Bernad Morales

Desde muy pronto, el cristianismo hubo de afirmarse no tanto frente al paganismo, que ya había entrado en una profunda crisis en los medios intelectuales, como ante otras corrientes religiosas que le disputaban en la conciencia de las gentes la esperanza de salvación. Entre ellas merece una atención especial el maniqueísmo, no solo por la cantidad de seguidores que alcanzó a tener, sino, en nuestro caso, por haber seducido durante un tiempo al joven Aurelio Agustín, quien acabaría siendo universalmente conocido como San Agustín.

Una primera consideración se nos ofrece. Una persona de tan notoria inteligencia y cultura, y tan sedienta de verdad, no pudo abrazar una doctrina inconsistente o supersticiosa; por tanto, el maniqueísmo debe ofrecer una respuesta a esos interrogantes últimos que el alma humana siente la necesidad de desentrañar. No es, pues, algo que podamos orillar como perteneciente a un remoto pasado carente de interés, sino que, al contrario, hemos de conocerlo y afrontarlo, no sea que bajo una fe formalmente cristiana estemos adoptando posiciones maniqueas.

Pero antes de exponer la creencia, me parece oportuno decir unas palabras sobre la vida de Mani (su nombre se transcribe frecuentemente como Manes), su profeta[1]. Nació este hacia el año 216 cerca de Ctesifonte, una importante ciudad a orillas del Tigris que pronto se convertiría en capital del imperio Sasánida, el más serio rival de Roma. Sus padres pertenecían a un grupo bautista judeocristiano, cuyo origen quizá se remontara a discípulos de San Juan Bautista[2]. Dos visiones, acaecidas durante su juventud, en la última de las cuales se le apareció su gemelo celestial[3] que ya nunca le abandonaría, le empujaron a apartarse de la comunidad, para iniciar una predicación que le llevaría a recorrer Mesopotamia, Persia, Media, Azerbaiyán, y llegar hasta la India. Su palabra fue refrendada por numerosos prodigios, entre los cuales cabe mencionar repetidas curaciones milagrosas. Un éxito que no estuvo exento de dificultades, pues suscitó el recelo tanto de los judíos como el mucho más peligroso de los zoroastrianos, pero la protección del rey Sapor I, le permitió salir airoso de las asechanzas y alcanzar una gran influencia en la corte. La situación cambiaría de manera radical tras el acceso al trono de Bahram I, quien apresaría y daría muerte al profeta. Sus seguidores se referirían este hecho como la crucifixión, a fin de resaltar la semejanza entre la pasión de Mani y la de Jesús. No queda claro si esto sucedió en el año 276 o en el 277.

En sucesivos artículos expondré las ideas maniqueas y su refutación por San Agustin.


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[1] Para la vida de Mani he utlizado las siguientes obras: MARKSCHIES, Christoph, La Gnosis, Barcelona, Herder, 2001, y BERMEJO RUBIO, Fernando, El maniqueísmo, Madrid, Trotta, 2008.
[2] En los artículos sobre los samaritanos ya he señalado la antigüedad e importancia de la presencia judía en Mesopotamia.
[3] Al tratar en ulteriores artículos de las doctrinas maniqueas intentaré aclarar este concepto de “gemelo celestial”.

29 octubre 2011

La Misa de los niños

Carmen Sáez Gutiérrez

Ya es tradición en la parroquia hablar de la misa de los niños para referirse a la celebración litúrgica que tiene lugar todos los domingos del curso pastoral a las 11:00 h de la mañana. Se trata de un espacio reservado a los más pequeños, si bien gusta y mucho también a los mayores.

La sensibilidad, la ternura y la participación son los ingredientes que preparan una liturgia de marcado carácter pedagógico que hace posible que los niños se sientan actores de primer orden en la celebración.
El P. Antonio es el encargado de cuidar todos los detalles para que los niños abran su corazón al mensaje de Jesús, presentado como el gran amigo que nos muestra el camino de la felicidad, al ser portadores del Amor de Dios  a la vez que donantes de lo que forma gratuita hemos recibido de Él.

El P. Antonio no está solo en la misión, cuenta con la estrecha colaboración de las catequistas, la complicidad de los padres, el entusiasmo de los niños y ¡cómo no! con el acompañamiento de Jesús que está presente en todo momento.

A lo largo de la misa se expone una presentación digital que va marcando los momentos claves de la ceremonia y ayuda tanto a niños como a mayores a situarse en cada uno de los hitos litúrgicos. Comienza con una diapositiva muy adaptada a los pequeño que introduce en el Evangelio del domingo, después se proyectan otras diapositivas con oraciones y canciones para que todos participen y cuando llega la hora de la predicación en la homilía, facilita el recuerdo de la Palabra proclamada con anterioridad, al señalar con el puntero las palabras más significativas de las lecturas, que también son proyectadas para la ocasión. Es una forma didáctica y muy actual, acorde con los nuevos tiempos, de explicar el mensaje de Jesús a quienes dan sus primeros pasos en la trayectoria de fe cristiana.

Los padres debemos estar orgullosos de contar con esta iniciativa en la parroquia, pues nos permite traer a nuestros hijos a la Iglesia con la certeza de que los niños no se van a cansar o aburrir.

Desde aquí quiero invitar a todos, a quienes ya participan, a continuar, y a quienes todavía no se han acercado a la Iglesia, a hacerlo por vez primera. Serán bien acogidos y saldrán satisfechos.

28 octubre 2011

Inspiración

M.ª Consuelo Pons Lafuente

Mi ser camina,
pero está agotado.
Hace tiempo que no tengo
con la poesía contacto.
Voces de afuera llaman a mí puerta
y me despiertan,
pero sigo aletargada.
pienso que la inspiración se fue
con seres más fantásticos,
pero hoy escribo
y quiero pedirle que vuelva
porque aunque esté dormida
no estoy muerta
y la necesito para estar despierta

26 octubre 2011

El silencio elocuente de Dios

Pilar Poveda Guerra

Con demasiada frecuencia echamos a Dios encima lo que es tarea de los hombres, culpándole de todo lo que no entendemos o no podemos resolver. Las guerras cruentas, asesinatos, injusticias, desastres naturales, hambrunas en tantos países...  Nos preguntamos ¿dónde está Dios? Necesitamos un Dios "tirita" que nos arregle todo. El milagro para la vida, aquí y ahora,  que nos salve, hasta de la muerte. Pienso: si Dios es omnipotente, omnisciente, omnitodo, también queda "impotente" ante el dolor, sufrimiento y muerte de cada uno de sus hijos, pues Él mismo sufre con nosotros  y no interviene en nuestro sufrimiento,  ni se complace en la muerte.

Esto en un momento de vida me quedó muy claro. Dios tocó mi corazón e iluminó una parte hasta entonces en tinieblas. No sé cómo decirlo, pero yo lo entiendo, y así os lo digo. A mi hermano Antonio le diagnosticaron cáncer, con solo catorce años. Cursaba estudios en el Seminario de Cuenca, quería ser sacerdote, y así fue. Su vida, (murió con treinta y uno) estuvo llena de operaciones y tratamientos de quimioterapia que, sin quejarse y sin descanso,  alternaba con los estudios. Yo, quise "comprar" a Dios, le pedía cada día que hiciera el milagro de curarle, me enfadaba un poco con Él, le zarandeaba y le recordaba que andaba escaso de obreros y tenía demasiada mies y este, sin duda era un buen obrero, que seguramente, había "otras vidas" de las que podía disponer... Mi hermano fue una gran persona y por tanto un buen sacerdote, pero yo no rezaba el Padre Nuestro, o si lo hacía, omitía el "hágase tu voluntad" porque  su voluntad no estaba de acuerdo con la mía. Y ahí,  en esa pequeñez mía, empecé  a ver la imagen de Diosito, sufriendo con sus hijos, siempre con nosotros, y entonces sucedió el milagro, reconocí el regalo de Dios. Él me había regalado algo que nunca le pedí: a mi hermano al que pude acompañar y querer y del que aprendí a trabajar como si me ardiera el sol en las manos; que morir, solo es morir, que la vida es "otra cosa" y que ante el silencio de Dios, debemos callar con Él.

24 octubre 2011

San Juan Stone y el anglicanismo

Francisco Javier Bernad Morales

Puede que a muchos este nombre no les diga nada. Su fama palidece ante la de Santo Tomás Moro o la de San Juan Fisher. Sin embargo, este fraile agustino, a quien recordamos el 25 de octubre, al igual que aquellos y que muchos otros mártires, halló la muerte por negarse a jurar el Acta de Supremacía, que convertía a Enrique VIII en cabeza de la iglesia de Inglaterra(1). Sabido es que este, a quien el Papa León X, quizá de manera poco perspicaz, había concedido el título de Defensor de la Fe, decidió romper con Roma al no obtener la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. Los cristianos ingleses se vieron así en la tesitura de elegir entre la fidelidad al rey o al Papa, a sabiendas de que mantener esta última implicaba incurrir en un delito de traición castigado con la pena capital, a menudo ejecutada de maneras particularmente atroces.

La ruptura inglesa no tuvo, al contrario que la luterana, una fundamentación teológica. En principio se trató solo de un cisma, en que lo único puesto en entredicho fue la autoridad del Papa. Más adelante, sin embargo, se introducirían en la iglesia Anglicana elementos de origen protestante que darían lugar a la aparición de dos tendencias, que si bien se mantienen unidas presentan notorias diferencias. De un lado, hallamos la conocida como High Church (Alta Iglesia) que mantiene en lo sustancial la tradición y el ritual católico, y de otro la Low Church (Baja Iglesia), influida por el presbiterianismo(
2). Incluso en la primera es posible diferenciar al grupo anglocatólico como más próximo a Roma.
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1 Una breve nota sobre su vida y martirio en http://www.agustinos-.org/santos/octubre/SJuanStone.htm
2 Para entender las diferentes tendencias del anglicanismo es muy útil la lectura de las obras del cardenal Newman. Recomiendo en particular NEWMAN, John Henry, Apologia Pro Vita Sua, Ciudadela, Madrid, 2009. También se encuentran interesantes aportaciones en CHESTERTON, G. K. Por qué soy católico. El buey mudo, Madrid, 2009.

22 octubre 2011

Matar a nuestros dioses

Francisco Alcalá Alcocer

MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses. Un Dios desconocido para un creyente adulto. PPC, Madrid,  2006, 238 págs.

«Dios es un Padre con entrañas de misericordia. No hay cosa más nefasta que una mala imagen de Dios», solía decir José María Mardones, profeta inteligente, lúcido, abierto y crítico. Y añadía: «Detrás de muchos conflictos humanos y psicológicos subyace un problema religioso».

La finalidad que se pretende con la presentación de esta obra, y que persigue, por supuesto, el propio libro póstumo de José María Mardones, es intentar responder a algunas de las distorsiones más frecuentes de la verdadera imagen cristiana de Dios.
Nace el escrito, principalmente, de la praxis y experiencia pastoral, de la triste constatación de que Dios, entre los cristianos, no es siempre un elemento elevante y liberador de las personas, sino que, bien al contrario, se dan con frecuencia alrededor de su figura un cúmulo de miedos, represiones y opresiones morales.
El autor quiere, pues, colaborar a liberar esta imagen de un Dios opresor y, sobre todo, ayudar a los creyentes a descubrir que esas imágenes de Dios no son el Dios de Jesús sino, más bien, su negación.
Se trata de un libro de un gran interés pastoral, porque la imagen de Dios tiene una importancia esencial en la fe cristiana y, consiguientemente, la acción pastoral necesita cuidar esa imagen que vierte sobre Él. De ello depende, como bien explica el autor, una posterior aceptación de Dios, una vivencia sana y positiva de la religión.
Realmente, tras nuestras imágenes de Dios, las que tenemos y las que transmitimos, se juega la aceptación o no de Dios por parte de los otros; de manera que Dios está dependiendo de la forma en que se le presente. No es raro constatar que lo que realmente no se acepta no es “Dios mismo”, sino las representaciones e imágenes que de Él nos hacemos y hacemos.
La clave de lectura del libro se concentra en el esfuerzo por confrontar nuestras imágenes de Dios con el Dios manifestado en Jesucristo. En este sentido, a lo largo de los diversos capítulos, la reflexión de Mardones se desarrolla a partir de dicha confrontación para explicar la necesidad de pasar de un Dios intervencionista al “Dios intencionista”, del Dios de los sacrificios al “Dios de la vida”, del Dios de la imposición al “Dios de la libertad”, del Dios externo al “Dios que nos rodea”, del Dios individualista al “Dios solidario”, del Dios violento al “Dios de la paz”, del Dios solitario al “Dios trino”.
Según Mardones, “matar a nuestros dioses” significa, sencillamente, volver a colocar en nuestra mente y en el corazón de los hombres la imagen “escandalosa” del Dios de Jesús.
José María Mardones nació el 14 de noviembre de 1943 en Zalla (Vizcaya). Pronto sintió la vocación religiosa y se hizo hermano marista. Estudió en Alemania, donde trabajó con grandes autores como J. Moltmann y W. Kasper, aunque quien más le influyó fue, sin duda, el filósofo José Manzana, muerto, también, prematuramente como él.
No mucho antes de su muerte repentina, acaecida el 23 de junio de 2006, comunicaba a su amigo y compañero Patxi Loidi: “Ando tentado –ya he empezado- de escribir sobre las imágenes de Dios: matar a nuestros falsos dioses. Un intento de presentar siete imágenes de Dios, perversas, que habría que sustituir por otras positivas. Un libro, quizá pastoral, ¿Qué te parece? Te envío la presentación y el primer capítulo, a ver qué te sugiere. Quiere ser legible, sencillo, sin notas, aunque, al final, inevitablemente se me va el aspecto cultural. Pero quizá esto no sea un defecto. ¿Cómo lo ves? Un abrazo amistoso cálido y pascual”.
Nuestro autor, dedicó su vida a la Filosofía y a la Sociología de la Religión, fue investigador del Instituto de Filosofía del CSIC y anteriormente había sido profesor en la Universidad de Deusto y la Universidad del País Vasco, impartiendo las materias de Filosofía de las Ciencias Sociales, Sociología del Conocimiento y de la Religión, y Teorías Modernas. Como dice su amigo, el teólogo Xavier Pikaza, «su vida estuvo centrada en tres frentes: la investigación y la docencia, las publicaciones y el trabajo pastoral directo en diversos grupos y comunidades».
 Su investigación se centra en el estudio de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, sobre la que ha escrito, entre otros, Dialéctica y sociedad irracional. La teoría crítica de M. Horkheimer (UD/Mensajero, 1979), Teoría crítica y razón comunicativa (UPV, 1985) y El discurso religioso de la modernidad. Habermas y la religión (Anthropos, 1998); y en las relaciones entre modernidad y el cristianismo, en torno a las cuales destacan sus libros Postmodernidad y cristianismo (Sal Terrae, 1995, 2ª ed.), Capitalismo y religión (Sal Terrae, 1991), Fe y política (Sal Terrae, 1993), Las nuevas formas de la religión (Verbo Divino, 1998, 2ª ed.) y Neoliberalismo y religión (Verbo Divino, 1998). Treinta y tantos son, en total, sus libros publicados, que se complementan con numerosos artículos. De entre estos últimos, 65 son los publicados entre 1999 y 2006 en la revista Religión y Escuela.
Como pensador, es una referencia constante en las últimas décadas de la Iglesia española. Un filósofo serio, profundo, pero libre. Analizaba el fenómeno religioso con total valentía. Y era uno de los pocos que se atrevía a decirle a los obispos lo que pensaba cara a cara. Con autoridad, porque fue el que mejor estudió el fenómeno de la religión en la sociedad actual.
Pero quizás su obra más fecunda haya sido su propia vida, basada en una profunda espiritualidad, que sabía transmitir con una enorme cercanía. Era un gran conferenciante, siempre muy solicitado, pero ejercía sobre todo el ministerio de la palabra con mucha dedicación y mucho carisma en diferentes grupos de fe de Madrid y de México. Solía impartir conferencias y dirigía convivencias, retiros y ejercicios espirituales en todo el país.
Su último libro, el reseñado: “Matar a nuestros dioses. Un Dios desconocido para un creyente adulto", podría considerarse su testamento espiritual. Es, por ello, altamente recomendable para todos aquellos que sintiéndose creyentes pueden albergar dentro de sí ciertas imágenes de Dios que le oprimen o esclavizan y que están muy alejadas del Dios que Jesús de Nazaret nos acercó, nos presentó, nos ofreció, nos dejó...

21 octubre 2011

Agustinas Misioneras en Argelia


Francisco Javier Bernad Morales

El día 23 de octubre de 1994, las hermanas Agustinas Misioneras, Esther Paniagua Alonso y Caridad Álvarez Martín, regresaban, tras asistir a misa, a su residencia en un barrio marginal de Argel en el que atendían un hospital. No pudieron, sin embargo, llegar a su destino, aunque quizá, jugando con las palabras, pudiéramos decir que fueron alcanzadas por él. Un comando islamista abrió fuego contra ellas y terminó con sus vidas. Su nombre queda unido al de muchos otros mártires, entre ellos Christian de Chergé, recientemente citado en estas páginas.

Es difícil expresar la tristeza que produce recordar estos hechos. Al hacerlo evocamos de manera inevitable que esas tierras tan duramente castigadas por el terrorismo, y en las que la iglesia Católica mantiene una presencia apenas testimonial, formaron parte un día de las provincias romanas de África y Numidia, y que en ellas la Cristiandad dio frutos espléndidos de los que, tras tantos siglos, aún se alimentan nuestro pensamiento y nuestra piedad. Hablamos del país que vio nacer y morir a San Agustín y en el que este realizó la mayor parte de su obra pastoral. Muy pocos vestigios quedan de aquel antiguo esplendor. Pero no debemos permitir que la nostalgia nos arrastre al pesimismo. La sangre de los mártires no puede haberse derramado en vano. Al contrario, fertilizará el suelo y fructificará en obras de amor.

No podemos dejar que nos gane el desánimo. Caridad, Esther y tantos otros no lo aceptarían. Ellas no ofrecieron su vida inútilmente. La dieron por el prójimo, ese ser con rostro, según lo define Emmanuel Levinas; la sacrificaron por el hermano, en cuya faz doliente veían la imagen de Jesús camino del Calvario. Ellas son un ejemplo que quisiéramos ser capaces de imitar. Roguemos, pues, al Señor que nos otorgue la fortaleza necesaria para hacerlo. Añadamos, por último, a nuestra oración una petición por todos los cristianos y por todos aquellos que sufren persecución a causa de la sed de verdad y de justicia; muy en especial por nuestros hermanos maronitas[1] y coptos[2]: que el Altísimo los conforte y los auxilie en las duras pruebas que deben afrontar.
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[1] La iglesia Maronita es una iglesia Católica de rito oriental en plena comunión con Roma. La mayoría de sus adeptos residen en el Líbano, pero en los últimos años, muchos de ellos ante el auge del islamismo han emigrado a otros países.
[2] Se denomina coptos a los cristianos egipcios. En su mayor parte pertenecen a la iglesia Ortodoxa Copta. Tradicionalmente han sido discriminados y en los últimos tiempos sufren frecuentes ataques, muchos de ellos mortales, sin que las autoridades parezcan tomar medidas para protegerlos.

20 octubre 2011

Domund: Jornada Mundial de las Misiones

Carmen Sáez Gutiérrez

Así os envío yo (Jn 20, 21)

Nos encontramos en octubre, el mes misionero por excelencia, en el que la Iglesia se esfuerza en que arraigue en todos nosotros la conciencia de que la evangelización es misión , tarea y responsabilidad de todos los cristianos, no solo de aquellos que de un modo especial contribuyen con su vocación misionera a predicar la Buena Noticia en las tierras más lejanas.
Todos debemos despertar en nuestro corazón el amor al prójimo, pues hemos sido conquistados por Cristo con su amor, como bien ha señalado Benedicto XVI. Y de esta forma predicar y ser testigos de la presencia del Amor de Dios en nuestras vidas. Para facilitar el camino, la Iglesia nos invita a cultivar distintas dimensiones de la vida cristiana: la oración, el sacrificio, la limosna y la vocación misionera.
Como culminación de este proceso de madurez vocacional se celebra la Jornada del “Domingo Mundial de las misiones” cada 23 de Octubre desde que el Papa Pío XI la instituyera en 1926. Es la “fiesta de la catolicidad y de la solidaridad universal” en la que todos debemos ayudar desde nuestra situación personal particular al anuncio del Evangelio, colaborando en la medida de nuestras posibilidades económicas con las Iglesias más pobres.



18 octubre 2011

Tus ojos

M.ª Consuelo Pons Lafuente

No sé lo que sentí
cuando me enseñaste tus manos,  
me fijé en tus ojos
y en tu mirada.
Estaban rojos
¿Por la droga, la calle? ¡No lo sé!  
Sí puedo decir,
que los míos se clavaron en los tuyos  
cuando te miré a la cara.
Y tus ojos, tu mirada
para mí eran perlas
que machacaban mi alma.
No podía hacer nada
y la impotencia
minaba mi alma . 

14 octubre 2011

El frágil hilo entre España y el Extremo Oriente. Andrés de Urdaneta

Francisco Javier Bernad Morales

El día 20 de octubre, la iglesia Católica recuerda a Santa Magdalena de Nagasaki, muerta en el martirio en 1634. No es, con todo, mi intención hablar de ella, pues carezco de la más elemental cualificación sobre el asunto y quien desee alguna información puede hallarla fácilmente en Internet1. La fecha me ha hecho recordar a dos de las personas que hicieron posible la presencia cristiana en el Lejano Oriente: San Francisco Javier y Andrés de Urdaneta. Al primero, con cuyo nombre mis padres tuvieron el acierto de bautizarme, le dedicaré un próximo artículo, allá cuando se aproxime la fecha del 3 de diciembre; así pues, por ahora me limitaré a hablar de Urdaneta.

No me entretendré mucho en su vida, suficientemente conocida. La primera noticia sobre su existencia me llegó en la biblioteca familiar a través del libro de Ricardo Majó Framis Vida de los navegantes, conquistadores y colonizadores españoles de los siglos XVI, XVII y XVIII, editado por Aguilar. Tras tantos años no conozco su paradero, pero aún recuerdo la emoción que en mi espíritu adolescente suscitaron las aventuras y sufrimientos de Álvaro de Mendaña, Isabel Barreto y, cómo no, Andrés de Urdaneta. La lectura abría entonces mi imaginación a mundos soñados que jamás llegaría a conocer, pero de los que en alguna medida conseguía participar. Sentía el terror de las tempestades y aún más el horror al escorbuto, pero no era capaz aún de percibir la verdadera dificultad de unas empresas que, contempladas con criterios actuales, solo podrían parecernos absolutamente disparatadas.

Solo al madurar he llegado a entender que aquellos hombres en sus pequeños barcos se adentraban en mares desconocidos, en los que ignoraban si encontrarían una isla en la que abastecerse de agua y alimentos frescos. La lectura de Pierre Chaunu2 hizo que me familiarizara con la precariedad de los instrumentos de navegación entonces disponibles. Él me enseñó que no solo la brújula se utilizaba para fijar el rumbo, sino que la ballestilla y el astrolabio, pese a que su manejo sobre la cubierta de un navío era extremadamente difícil y a menudo arrojaba resultados erróneos, permitían establecer la latitud; pero mientras que los relojeros, ya muy entrado el siglo XVIII no fueron capaces de construir cronómetros de precisión, era imposible determinar la longitud. Aquellos grandes marinos que atravesaron el Atlántico, el Índico y el Pacífico, no solo tenían una idea muy vaga de hacia donde se dirigían, sino que además eran incapaces de saber en qué lugar se encontraban. Baste un recuerdo como indicador de lo azaroso del viaje: de los doscientos treinta y cuatro hombres que partieron en 1519 de Sanlúcar de Barrameda en la expedición de Magallanes-Elcano, únicamente dieciocho sobrevivieron a los tres años de travesía.

Pero volvamos a nuestro héroe. Tras participar en la expedición a las Molucas dirigida por García Jofre de Loaísa, en la que tuvo como compañero a Juan Sebastián Elcano, regresó a España y de allí marchó a México, entonces virreinato de Nueva España, donde profesó en la orden de San Agustín. Quizá aspirara tras tantas aventuras a una vida retirada dedicada a la oración, pero si ese era su sueño no lo pudo cumplir. Al rey Felipe II le urgía encontrar una ruta de regreso entre las Filipinas y México, a fin de que sus naves no tuvieran que adentrarse en el Índico, reservado por el tratado de Tordesillas a la navegación portuguesa. Debemos tener presente que los veleros están sujetos a la dirección de los vientos y de las corrientes. La misión era difícil y otros marinos habían fracasado en el intento, pero el rey confiaba en la experiencia y sabiduría del agustino Andrés de Urdaneta, por lo que le pidió, que no ordenó, participar en la expedición de Miguel López de Legazpi y, tras marchar a las Filipinas, regresar a la Nueva España.

No podía haber elegido mejor el rey prudente. Andrés de Urdaneta no solo consiguió llegar a su destino por la mejor ruta, sino que, y esto es lo verdaderamente asombroso, estableció el camino entre Manila y Acapulco. Urdaneta intuyó lo que hoy denominamos circulación general atmosférica. Sabía que en el Atlántico entre los 40 y los 60º soplan vientos domnantes del oeste, y aventuró la hipótesis de que lo mismo había de suceder en el Pacífico. Y acertó. Dirigió sus naves hacia el norte, hasta alcanzar la latitud del Japón y desde allí puso rumbo a Acapulco.

Durante siglos el camino establecido por Andrés de Urdaneta, el tornaviaje, fue el débil hilo que unió las islas Filipinas con el resto de la monarquía española. Gracias a la genialidad de este fraile agustino, el cristianismo ha estado desde entonces presente en el Extremo Oriente.

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2CHAUNU, Pierre, La expansión europea (siglos XIII al XV), Labor, Barcelona, 1977.

12 octubre 2011

La espiritualidad de Thomas Merton

Carmen Sáez Gutiérrez
Recensión publicada en Estudio Agustiniano 46/Fasc 2. 2011

RODENAS, E. Thomas Merton. El hombre y su vida interior. Ed. Narcea. Madrid, 2010. 21x13,5. 195 pp.

Elvira Rodenas, licenciada en Estudios Eclesiásticos y en Teología Espiritual por la Universidad Pontificia de Comillas, nos presenta un interesante trabajo sobre la doctrina espiritual de Thomas Merton, escritor contemplativo y poeta, convertido al catolicismo en su etapa universitaria y luego monje trapense. En él, a través de los escritos del padre Luis, como era conocido en el monasterio cisterciense, además de exponer su perfil biográfico, analiza la esencia de su pensamiento, su idea de hombre como ser que no puede nada sin la presencia de Dios, la necesidad de equilibrar la vida de silencio y oración con la presencia en los problemas de la sociedad actual, tales como la alternativa pacifista y el diálogo interreligioso abierto a la espiritualidad oriental, o la prioridad de aunar contemplación y compasión referida a los “otros”.

De otro lado, presenta la espiritualidad de Merton no como filosofía o constructo puramente mental, sino como fruto de su experiencia de encuentro con Dios en el monasterio trapense de Santa María de Getsemaní en Kentucky, desde donde nos ha llegado transcrita a través de sus cartas, diarios o libros. No oculta las contradicciones de Merton, pues no hay fe sin duda, e invita al lector a resolver sus propios conflictos en Cristo y con Cristo, tal como nos dice el propio Merton.

La autora tuvo la oportunidad de conocer a Thomas Merton en la Universidad Pontificia de Comillas, lo que da viveza y dinamismo al relato.

09 octubre 2011

La Renovación Carismática

Ramón Puigventós

Muchos se preguntan: ¿qué es la Renovación Carismática Católica?, ¿quién es su fundador?  No tiene fundador, como lo entendemos para otros movimientos, o sea una persona física. El Fundador de la RCC, es, ni más ni menos que el mismo Espíritu Santo. Así como la Iglesia nació en Pentecostés, la RCC ha nacido con otro Pentecostés. Cuando el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, hizo esta oración: “Señor renueva en nuestros tiempos Tus prodigios, como un Nuevo Pentecostés.” En un fin de semana del mes de febrero del año 1967, Dios daba respuesta a esta oración, cuando unos jóvenes universitarios norteamericanos, celebraban un retiro, en un momento de recreo, se sintieron, unos tras otros, sin consultarse, atraídos a ir a la capilla que había en la casa donde celebraban el retiro. La presencia de Dios era tan grande, igual que Moisés en presencia de la zarza ardiendo en el Sinaí, que caían, de rodillas o postrados, y se llenaron del amor de Dios, e igual que en Pentecostés, empezaron a alabar a Dios en lenguas. Los carismas de profecía, de conocimiento, de sanación, de milagros, etc. se manifestaban en medio de ellos, hechos que no pudieron callar y que en pocos días, recorrieron todas las Universidades norteamericanas para luego llenar el mundo entero. Esta nueva Efusión del Espíritu Santo, a todos los que la recibimos, , nos lleva a un encuentro personal con un Jesús Vivo y Resucitado, que transforma nuestras vidas, cambia nuestra escalera de valores, llena nuestros corazones de Paz, de Gozo, de Alegría. Dios es un Dios cercano, íntimo, paternal. Nos da gusto por la oración, por la Palabra de Dios, amor a la Iglesia y a los hombres, y sobre todo a la Eucaristía. Y poder para ser testigos de un Jesús Muerto en Cruz y Resucitado. Y para que esta llama no se apague, y vayamos creciendo en la Fe, y para rendir el Honor y la Gloria y la Alabanza y la Adoración que solo Dios se merece, nos reunimos todos los domingos, en verano, de 18 h a 20 h y en invierno, de 17 h a 19 h, en los locales de la Parroquia. Quisiera añadir, que esta Efusión del Espíritu Santo..., no está reservada a la sola RCC, sino a toda la Iglesia. ¿Os dais cuenta?: si todos los cristianos recibieran esta Efusión, el mundo cambiaría, seríamos verdadera luz para este mundo que vive en tinieblas, y las iglesias se volverían a llenar, y Dios sería amado y seríamos bendecidos por Él. Os recomiendo leer los cinco primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles. Que el Señor os bendiga.  

07 octubre 2011

Los samaritanos (y IV)

Francisco Javier Bernad Morales
Debemos remontarnos a la época en que se produjo la separación de los dos reinos. Como cabía esperar, la centralización del culto en Jerusalén desde la construcción del Templo por Salomón, no podía ser fácilmente aceptada por las tribus del norte, dado que eso hubiera supuesto asumir la supremacía religiosa del sur. Así, al menos, lo expresa el libro de los Reyes.
Entonces dijo Jeroboam en su corazón: “Ahora podría volver el reino a la casa de David. Si este pueblo sube a celebrar sacrificios en la Casa de Yahveh, en Jerusalén, el corazón de este pueblo puede tornar a su señor, a Roboam, rey de Judá,y me matarán y se volverán a Roboam, rey de Judá” (I Re 12, 27).
Para conjurar este riesgo, Jeroboam hizo construir dos santuarios, uno en Dan y otro en Betel. De este modo, la disidencia política y la religiosa marchan de la mano. Ambos reinos hubieron, por otra parte de hacer frente a uno de los peligros que, junto al exterminio físico, siempre han amenazado al pueblo judío: la asimilación. El reino del Norte, más rico y próximo a las ciudades fenicias, estuvo más expuesto a las influencias extranjeras. En vano los pofetas Elías, Elíseo, Amós y Oseas clamaron por un retorno al culto de Yahveh. Los reyes y en general la clase dirigente, adoptaban a las divinidades extranjeras o al menos las toleraban. En la voz de los profetas, el abandono de Yahveh es tanto la ruptura de la Alianza como la quiebra de la justicia social. Una y otra aparecen indisolublemente unidas:
Escuchad esta palabra, ¡oh vacas de Basán1 queestáis sobre la montaña de Samaria!,las que oprimís a los pobres, las que maltratáis a los indigentes,las que decís a vuestros señores: “¡Traed para que bebamos!”Adonay Yahveh ha jurado por su santidad que os sobrevendrán díasen que se os conduzca mediante ronzal y vuestra posteridad con ganchos sea destruida,y por las brechas saldréis una a unay seréis arrojadas al Hermón -oráculo de Yahveh (Am 4, 1,3)
Los profetas hablan a los poderosos y les reprochan (como siglos después haría San Juan Bautista) sus iniquidades. Ni siquiera David escapó a ellos. Después de ordenar el asesinato de Urías a fin de desposarse con Betsabé, tuvo que escuchar las durísimas palabras de Natán (II Sam 12). Algo similar le ocurrió a Ajab, quien tras haber consentido la muerte de Nabot de cuya viña deseaba apoderarse, hubo de sufrir que Elías le echara en cara su delito (I Re 21).
Ya hemos hablado en el artículo anterior de la suerte corrida por el reino del Norte, destruido por los asirios, y hemos señalado cómo, muy probablemente, la deportación no fue total, sino que una parte de sus habitantes quedó en el país y se mezcló con nuevos pobladores llegados de Mesopotamia. En las líneas anteriores, hemos puesto, por otro lado, de relieve que incluso antes de su destrucción, el reino del Norte había iniciado la ruptura religiosa con Judá.
Sea cual fuere la suerte corrida por las tribus del Norte, de lo que no cabe duda es de que las gentes que ocuparon su territorio, quedaron al margen de dos grandes experiencias que marcaron la evolución del judaísmo: la reforma religiosa de Josías y el exilio en Babilonia.

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1Se refiere a las damas de Samaria

05 octubre 2011

Tú fomentabas mi inquietud

San Agustín. Confesiones (7,8)

Pero tú, Señor, permaneces para siempre y no estás eternamente enojado con nosotros. Tuviste lástima de esta tierra y ceniza, y tus ojos se complacieron en dar forma de nuevo a lo que en mí había de amorfo. Tú me espoleabas con estímulos internos para fomentar mi inquietud hasta que yo estuviera seguro de ti mediante una visión interior. Mi hinchazón iba cediendo con la ayuda misteriosa de tu medicina. La visión de mi mente, alterada y oscurecida, iba sanando progresivamente con el penetrante colirio de unos dolores saludables.