07 octubre 2011

Los samaritanos (y IV)

Francisco Javier Bernad Morales
Debemos remontarnos a la época en que se produjo la separación de los dos reinos. Como cabía esperar, la centralización del culto en Jerusalén desde la construcción del Templo por Salomón, no podía ser fácilmente aceptada por las tribus del norte, dado que eso hubiera supuesto asumir la supremacía religiosa del sur. Así, al menos, lo expresa el libro de los Reyes.
Entonces dijo Jeroboam en su corazón: “Ahora podría volver el reino a la casa de David. Si este pueblo sube a celebrar sacrificios en la Casa de Yahveh, en Jerusalén, el corazón de este pueblo puede tornar a su señor, a Roboam, rey de Judá,y me matarán y se volverán a Roboam, rey de Judá” (I Re 12, 27).
Para conjurar este riesgo, Jeroboam hizo construir dos santuarios, uno en Dan y otro en Betel. De este modo, la disidencia política y la religiosa marchan de la mano. Ambos reinos hubieron, por otra parte de hacer frente a uno de los peligros que, junto al exterminio físico, siempre han amenazado al pueblo judío: la asimilación. El reino del Norte, más rico y próximo a las ciudades fenicias, estuvo más expuesto a las influencias extranjeras. En vano los pofetas Elías, Elíseo, Amós y Oseas clamaron por un retorno al culto de Yahveh. Los reyes y en general la clase dirigente, adoptaban a las divinidades extranjeras o al menos las toleraban. En la voz de los profetas, el abandono de Yahveh es tanto la ruptura de la Alianza como la quiebra de la justicia social. Una y otra aparecen indisolublemente unidas:
Escuchad esta palabra, ¡oh vacas de Basán1 queestáis sobre la montaña de Samaria!,las que oprimís a los pobres, las que maltratáis a los indigentes,las que decís a vuestros señores: “¡Traed para que bebamos!”Adonay Yahveh ha jurado por su santidad que os sobrevendrán díasen que se os conduzca mediante ronzal y vuestra posteridad con ganchos sea destruida,y por las brechas saldréis una a unay seréis arrojadas al Hermón -oráculo de Yahveh (Am 4, 1,3)
Los profetas hablan a los poderosos y les reprochan (como siglos después haría San Juan Bautista) sus iniquidades. Ni siquiera David escapó a ellos. Después de ordenar el asesinato de Urías a fin de desposarse con Betsabé, tuvo que escuchar las durísimas palabras de Natán (II Sam 12). Algo similar le ocurrió a Ajab, quien tras haber consentido la muerte de Nabot de cuya viña deseaba apoderarse, hubo de sufrir que Elías le echara en cara su delito (I Re 21).
Ya hemos hablado en el artículo anterior de la suerte corrida por el reino del Norte, destruido por los asirios, y hemos señalado cómo, muy probablemente, la deportación no fue total, sino que una parte de sus habitantes quedó en el país y se mezcló con nuevos pobladores llegados de Mesopotamia. En las líneas anteriores, hemos puesto, por otro lado, de relieve que incluso antes de su destrucción, el reino del Norte había iniciado la ruptura religiosa con Judá.
Sea cual fuere la suerte corrida por las tribus del Norte, de lo que no cabe duda es de que las gentes que ocuparon su territorio, quedaron al margen de dos grandes experiencias que marcaron la evolución del judaísmo: la reforma religiosa de Josías y el exilio en Babilonia.

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1Se refiere a las damas de Samaria

3 comentarios:

  1. Es comprensible la inclinación del pueblo al paganismo. El judaísmo era, y en muchos aspectos sigue siendo hoy en día una religión austera, severa, apropiada para una estancia en el desierto.
    El paganismo en cambio es muy atractivo, bello, lleno de pompas, lujos, fiestas, bacanales.
    La carne es débil.

    Saludos

    AMIR

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  2. Pero el paganismo también tiene aspectos sombríos firmemente rechazados por el judaísmo. Recordemos Moloch, el sacrificio de los primogénitos practicado entre los cananeos y los fenicios, y que en ocasiones sedujo al pueblo de Israel y fue tajantemente condenado por los profetas.

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  3. Bueno, nada es perfecto Francisco. Algún precio había que pagar.
    Y los profetas no eran bien vistos por muchos. A nadie le agrada que le estén recordando cada rato sus pecados y defectos.
    Por favor no me malinterpreten. Sólo me estoy poniendo en el zapato judío de la época.

    AMIR

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