En estos duros días de confinamiento nos han abandonado
nuestras hermanas Sagrario Díez y Teresa Vega. Es muy triste ver partir así a las
personas, sin tener la posibilidad de despedirlas, pero nos quedan la confianza
en que ya gozan de la paz del Señor y la certeza de que su recuerdo vivirá
siempre en nosotros. Queremos transmitir nuestro pesar a la comunidad de
Agustinas Misioneras y también a todos aquellos que han perdido a familiares y
amigos. A todos queremos acompañarlos con nuestro cariño y nuestras oraciones.
María Jesús Rodríguez, superiora de las Agustinas
Misioneras, ha escrito unas semblanzas de las hermanas Sagrario y Teresa. Su
lectura nos permite aproximarnos a unas vidas marcadas por la entrega gratuita
a los demás, en suma, por el amor.
Agustinas Misioneras de Móstoles
“Jesús dijo: Yo soy la Resurrección y la
Vida;
el que cree en Mí, aunque muera, vivirá,
y todo el que vive y cree en Mí no
morirá jamás.
¿Crees esto?”.
(Jn 11, 25-26)
Hna. SAGRARIO DÍEZ RODRÍGUEZ A.M.
María Jesús Rodríguez Agustina Misionera
Es difícil pensar en
nuestra Comunidad de Móstoles y no traer a nuestra memoria a Sagrario, no en
vano vivió ahí más de quince años y la vemos con su buen humor, alegría y tantos
recuerdos vinculados con ella. Pero el coronavirus nos la arrebató el 5 de
abril, sin poder decir nada, otra vez nos llega al corazón el misterio de la
vida y de la muerte y también la esperanza que ella tenía puesta en Jesús. Su
hermana Lucía, también Agustina Misionera, me comentaba, “después de sufrir el ictus,
Sagrario
estaba más despegada
de todo lo que es transitorio y más dispuesta
para partir a la casa del Padre y lo hizo en silencio”.
Sagrario Diez
Rodríguez, hija de D. Eusebio y Dña. Nicasia, nació en Cornón de la Peña,
Palencia, el 14 de julio 1936, en el seno de una familia profundamente
cristiana.
Decidió, siendo muy
joven, consagrar su vida a Dios y
comienza su formación en nuestra Congregación de Agustinas Misioneras en
Madrid. Inicia el Noviciado el 29 de
septiembre de 1954, hizo su primera profesión el 26 de abril de 1956 y su
entrega definitiva con la Profesión de votos perpetuos, el 12 de septiembre de
1959.
La hermana Sagrario
dedicó prácticamente toda su vida a la educación de la infancia, como maestra
de párvulos, en nuestros colegios de
Madrid, Avilés, León y Gavá y en esta
ciudad también trabajó unos años, junto
con Teresa Vega, en la guardería que nos ofreció el ayuntamiento. Su recuerdo
pervive en tantas generaciones de niños que pasaron por sus manos, en los
diferentes colegios a lo largo de su vida y hoy sienten su partida, agradecen su cercanía en el inicio de su vida
escolar, y no la olvidan.
Su dedicación a los
más pequeños y su cariño hicieron de su vida una entrega incondicional y
generosa. Era muy alegre,
cercana a los niños con más necesidades, a las familias de los pequeños,
a las profesoras y hermanas que trabajaban en ese nivel. Ver crecer a los
niños, dar los primeros pasos en la lectura, con la admiración que experimentan
al descubrir cosas nuevas, rezar con ellos, jugar juntos, la llenaba de gozo.
Estuvo en varias
comunidades de España y desempeñó diversos servicios como Vice-superiora,
consejera y todo aquello que ella pudiera hacer en bien de los demás.
En el último tramo
de su vida, su salud fue bastante precaria, el ictus que tuvo hace pocos años,
la limitó tanto que tuvo que iniciar un nuevo aprendizaje, sobre todo a nivel
de comunicación. Una profunda limitación que afectaba de lleno a su vida normal
y, sin embargo, ella asumió esta situación con sencillez y con mucho sentido
del humor, relativizaba su limitación y cuando con ayuda de las hermanas decía
la palabra precisa, se reía de sus expresiones. Trabajó con mucho tesón para
recuperarse.
En la parroquia de
Móstoles se incorporó haciendo varios servicios, desde la catequesis con los
niños que se preparaban para recibir la primera comunión, hasta registrar en el
libro parroquial los bautizos, confirmaciones, matrimonios… Participaba en
diferentes grupos y ella nos compartía que le ayudaban en su crecimiento espiritual.
Disfrutaba mucho en las excursiones y en
las fiestas parroquiales. Preparaba con esmero y cuidado lo necesario para
celebración de la Eucaristía. La Parroquia era su segunda casa. Era una buena
amiga de sus amigos y cuando paseábamos con ella, el tiempo se multiplicaba con
sus saludos e interés por todos.
La familia de
Sagrario es extensa y ella era muy querida y se preocupaba por ellos y en la
medida que podía los acompañaba, les quería entrañablemente. Ahora sufren su
ausencia y mantienen viva la esperanza de que Sagrario ya goza de la vida plena
que Jesús nos prometió.
Gracias, Sagrario,
hoy celebramos con gratitud tu vida y tu pascua, tu paso a la vida definitiva y
plena, con la hermana Teresa, a la que te unía la tierra palentina, la amistad entre
las familias, la celebración de tus bodas de oro como Agustina Misionera y la fraternidad que vivíais ahora
en la comunidad de Móstoles y tantas experiencias que estaban en tu corazón.
Descansa en paz y cuida de tu querida parroquia y de la familia agustiniana.
Hna.
TERESA VEGA GARCÍA A. M.
María Jesús Rodríguez Agustina Misionera
Teresa Vega García
se nos ha ido muy rápido, por sorpresa, sin avisar el 29 de marzo y hoy
recordamos su alegría contagiosa. El misterio de la vida y de la muerte ha
tocado de nuevo nuestro corazón, ¿por qué nos dejó? No lo sabemos y decimos con
el Apóstol San Juan, el que cree en Jesús no morirá jamás. Teresa era una mujer
de fe y ya tiene la vida eterna.
Teresa, era hija de
D. Silvano y Dña. Josefa, nació en Fontecha de la Peña, Palencia, el 18 de octubre de 1931, en el seno de una
familia con raíces profundamente cristianas.
Decidió desde muy
joven consagrar su vida a Dios en nuestra Congregación de Agustinas Misioneras.
Comenzando su andadura en Logroño como novicia, el 6 de agosto de 1950. El 12
de septiembre de 1951 hizo su profesión temporal y su profesión perpetua el 12 de septiembre
de 1954 en Logroño.
Teresa fue una mujer muy trabajadora, desde muy
joven mostró un espíritu de servicio, era entregada, alegre, generosa y siempre
disponible para ayudar a quien lo necesitaba.
Su disponibilidad la
llevo a asumir diferentes responsabilidad en las comunidades donde fue enviada,
Superiora, Vice-superiora y la mayor parte de su vida desempeñó el servicio de Ecónoma siempre con
alegría, con cariño por todas y cada una, sensible a las necesidades de las
hermanas y con una entrega incondicional. La muerte la sorprendió sirviendo
hasta el último día de su vida, en la comunidad de Móstoles.
En su profesión
perpetua “prometió ir a misiones” y desde muy joven deja su tierra y sale como
Abraham a la tierra de nuestro padre San Agustín: Argelia. Allí permaneció de
forma continuada del 1955 al 1976, 21 años, y en el tiempo de la crisis de
violencia que azotó a Argelia, en la que
aconteció el martirio de nuestras Hermanas Caridad y Esther, Teresa regresa a
Argel por un tiempo para apoyar a las hermanas en la misión.
En esos largos años
Teresa se entrega sin reservas a la misión en diferentes comunidades, apoyando
a la Iglesia local, y trabajando en la formación de la joven argelina. Tuve la
oportunidad de conocerla cuando estaba en Blida, las hermanas de la comunidad
atendían una guardería, la formación de la joven donde estaba Teresa, y Celia y
la Beata Esther trabajaban en el hospital. Era un don de Dios verlas regresar
de sus diferentes lugares de trabajo en ese país musulmán, compartían lo
vivido, reían, buscaban juntas, rezaban, vivían el don de la fraternidad.
Sufrieron por el dolor causado por la guerra y llegó la nacionalización de
todos los centros de formación, motivo por el que Teresa regresará a España,
pero su corazón quedó en ese querido pueblo al que nunca olvidó.
De nuevo en España,
se incorporara en la comunidad de Gavá que trabajaba en una guardería popular
del Ayuntamiento del pueblo, eran niños con necesidades sociales y sus padres
trabajaban largas horas, algunos de esos pequeños permanecían en la guardería
finalizado el horario escolar, pero no había problema, las hermanas estaban
disponibles para dar respuesta a esa necesidad social, y ahí estaban Teresa y
Sagrario.
Su nueva misión
estuvo en la Residencia Universitaria de Tagaste desde el año 2000 al 2006.
Ahora su tarea era más doméstica y deseaba que las jóvenes tuvieran todo lo que
necesitaban y en su momento. La alegría de Teresa era conocida por las jóvenes.
Este verano estuvimos viendo fotos que la enviaban algunas, de su familia y de
su trabajo.
Luego estuvo seis
años en la comunidad de Galapagar y desde el 2012 hasta ahora en Móstoles.
Teresa, pronto asumía su nueva misión. En Móstoles le sorprendió la vida parroquial tan
comprometida, los muchos grupos de reflexión, ella se incorporó en algunos y
participaba con alegría e interés. La
vivencia de la liturgia era un regalo para ella y la emocionó el poder llevar
la comunión a los enfermos. Teresa era conocida y querida en el barrio.
Compartía con los vecinos, se veían en la compra, en la parroquia, participaba
en las excursiones. Las Agustinas Misioneras se sentían una familia más en el
pueblo y así lo vivió ella.
Para Teresa, el
encuentro con la familia siempre fue entrañable, disfrutaba y compartía con
ellos tanto en Bilbao como en su querida Palencia. Hoy sienten su ausencia.
He podido
comunicarme con las hermanas que están en la misión de Argel y que vivieron
largos años con Teresa y ellas me han enviado este breve mensaje, con el que
finalizo esta comunicación.
“Desde la colina de Nuestra Señora de África,
donde nos encontramos confinadas debido al covid 19, las ocho hermanas de esta
misión, junto con la Hna. Marilene Consejera General, queremos dar gracias a
Dios, por el regalo que supuso para cada una de nosotras, el compartir con
Teresa la vida en este pueblo argelino.
Teresa era, una hermana entrañable, que supo vivir en comunidad el
seguimiento de Jesús. Estos días recordábamos detalles que marcaron la vida de
unas y otras y en los momentos de prueba y en las dificultades supo darnos luz,
alegría, abriendo nuevos horizontes.
Las hermanas jóvenes que llegábamos al país y teníamos que estudiar el
idioma y la carrera para poder integrarnos en diversos servicios en este pueblo
musulmán, allí estaba Teresa, nos animaba y valoraba nuestro esfuerzo.
Teresa, recordamos tu entrega alegre, comprometida y trabajadora, que
supiste servir con cariño a esta Iglesia en tiempos difíciles y en momentos
serenos, en los seminarios y con el Cardenal Duval, desde la sencillez y
alegría.
Nunca te olvidaste de nosotras, cercana, muchas noches recibíamos un mensaje
animándonos en la esperanza. Gracias Teresa.”