29 abril 2012

El buen pastor

Marcelo A. Murúa

Jesús, Dios de la Vida,
buen pastor
que nos acompañas
y nos guías, condúcenos al Reino del Padre.


Tu eres el buen pastor,
que cuida y protege su rebaño,
que no lo deja solo en la adversidad,
que lo acompaña siempre.
Tu eres el buen pastor,
que siente compasión,
que le preocupa la vida de los otros,
que sufre con el dolor y la injusticia.
Tu eres el buen pastor,
que alimentas nuestra vida,
que nos llevas a abrevar con agua viva,
que nos das resguardo y abrigo.
Tu eres el buen pastor,
que conoces nuestras esperanzas,
que nos muestras el camino,
que nos alientas en la marcha.
Tu eres el buen pastor,
que nos reúne y convoca,
que hace crecer la comunidad,
que nos enseña la fraternidad real.
 Jesús, Señor de la historia,
buen pastor,
con tu Espíritu
conduces a la humanidad
por las huellas del Reino de Vida.
Enséñanos a acompañar,
a caminar al lado y no adelante,
a escuchar y hacer silencio,
a abrir los brazos para acercar y unir.
Ayúdanos a descubrir
los dolores y sufrimientos de hoy,
¡rebélanos contra la injusticia
y la exclusión que da muerte!
Alienta nuestro compromiso
por las necesidades vitales de todos.
Fortalece nuestra lucha
para que todos tengan trabajo y dignidad.
Haznos saborear
los pequeños pasos del día a día.
Ilumina nuestros horizontes
acrecienta nuestra sed de utopía.
Muéstranos el camino compartido,
sostiene el espíritu comunitario,
enséñanos a caminar unidos,
buenos pastores, los unos de los otros.


28 abril 2012

Acogida a los jóvenes


Carmen Sáez Gutiérrez

Hoy, día 28 de Abril, a las 20:00 horas tendrá lugar en nuestra Parroquia la Confirmación de varios jóvenes que, ante toda la comunidad parroquial, van a expresar su aceptación y compromiso con la fe, de manera  adulta y voluntaria, pues ya, a través del Bautismo, habían pasado a formar parte de la Iglesia.
Ayer, en un acto sencillo y entrañable, pero cargado de simbolismo, se celebró, al atardecer, una liturgia de acogida, en la que los ya confirmados y miembros activos de la comunidad parroquial, dimos la bienvenida a los jóvenes que hoy, ante una comunidad más amplia van a dar su sí a un estilo de vida cristiano.
En un ambiente acogedor, en un juego de contrastes de luz y oscuridad, sentados en alfombras y con numerosas velas distribuidas armónicamente a lo largo del espacio, algunas concentradas en una estructura formada por ladrillos, a modo de lucernario, los jóvenes oraban con textos y canciones, proyectados en una presentación digital. Los demás acompañábamos y escuchábamos, recordando tal vez el momento en que fuimos iniciados y todos los avatares de nuestro devenir como cristianos, pero con la convicción de que a pesar de los cambios y posibles adversidades, nuestra llama seguía encendida, y con nuestra presencia allí, marcada por los signos del paso del tiempo, ofrecíamos nuestro testimonio de que el único sentido de nuestra vida es Cristo Jesús.
La velada fue guiada por el P. Antonio J. Collado, que a lo largo de este camino preparatorio ha acompañado a los jóvenes y también estuvo presente como representante de la comunidad parroquial el P. José Souto que con su silencio simbolizaba la acogida a los jóvenes y a su manera de expresar la fe. En todo momento se hizo una llamada a buscar la unidad, no como  uniformidad sino como acuerdo de la pluralidad y diversidad.
Hoy, a la espera de la celebración que presidirá un representante del obispado, queremos adelantarnos desde este blog a felicitar a estos jóvenes que han optado por Cristo Resucitado.
Presentamos un video que algunos de los jóvenes que ayer estaban presentes como catequistas grabaron hace unos años con la canción que más se oyó anoche: Nada nos separará


27 abril 2012

Estikirás (himno ortodoxo de Pascua)

Los cantos de Pascua hacen reverdecer la esperanza, colman nuestra alegría como cristianos. Resuenan como un grito de victoria. Así lo expresa con fuerza y belleza el himno ortodoxo de los Estikirás de Pascua:

¡Que se levante Dios y sean dispersados sus enemigos!
Una Pascua divina hoy se nos ha revelado
Pascua nueva y santa, Pascua misteriosa.
La Pascua solemnísima de Cristo Redentor.
Pascua inmaculada y grande, Pascua de los fieles
Pascua que abre las puertas del Paraíso
Pascua que santifica a todos los cristianos.
Mujeres evangelistas, levantaos
dejad la visión e id a anunciar a Sión:
Recibe el anuncio de alegría:
¡Cristo ha resucitado!
Alégrate, danza, exulta Jerusalén
y contempla a Cristo tu Rey
que sale del sepulcro como un Esposo.
Las mujeres miróforas, con la luz del alba
fueron al sepulcro del Autor de la vida
y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.
Dirigiéndose a ellas les decía así:
¿Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?
¿Por qué lloráis al Incorruptible
como si hubiese caído en la corrupción?
Id y anunciad a sus discípulos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos.
Pascua dulcísima, Pascua del Señor, ¡Pascua!
Una Pascua santísima se nos ha dado
Es Pascua. Abracémonos mutuamente.
¡Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza!
Porque hoy Cristo Jesús, sale resplandeciente
y abandona la tumba por un tálamo,
ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles:
Llevad este anuncio a mis apóstoles.
Día de la Resurrección
Resplandezcamos de gozo por esta fiesta
Abracémonos, hermanos, mutuamente.
Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos odian
y perdonemos todo por la resurrección
y cantemos así nuestra alegría:
Cristo ha resucitado de entre los muertos
con su muerte ha vencido a la muerte
y a los que estaban muertos en los sepulcros
les ha dado la vida.
¡Cristo ha resucitado!
¡En verdad ha resucitado!



24 abril 2012

En la conversión de San Agustín


Francisco Javier Bernad Morales

Recordamos en este día 24 de abril un suceso muy lejano en el tiempo, nada menos que la conversión de San Agustín. Posiblemente, con la de San Pablo, la que más profundamente ha marcado el desarrollo del cristianismo. A ambos, aunque de muy distintas maneras, les sale Cristo al encuentro. Mientras que el apóstol judío experimenta una revelación súbita, el santo romano ha de explorar distintas sendas que conforman un largo y tortuoso camino antes de escuchar el tolle lege, que le abre definitivamente los ojos. Ciertamente cuando escucha la cancioncilla, ya se halla muy cerca del Señor, la conversión está casi concluida y tan solo le falta un ligero empujoncillo.

Hay algo apasionante en el itinerario de Aurelio Agustín en su búsqueda infatigable de la verdad. Sus pasos pueden ser en ciertos momentos titubeantes o equivocados, pero los guía la convicción de que hay una meta. A la escéptica pregunta de Pilato “¿qué es la verdad?”, Agustín opone la certeza de que esta existe y de que en ella radican el bien y la belleza. Viktor Frankl, psiquiatra judío superviviente de los Lager, observó que incluso en aquel infierno, había personas que le encontraban sentido a la vida y que precisamente esas eran las más capacitadas para sobrevivir, porque no se abandonaban a la desesperanza. Agustín sabe en todo momento que la verdad dota de sentido a la vida y experimenta la ardiente necesidad de descubrirla.

En nuestros tiempos, abundan los que adoptan la postura de Pilato y niegan la existencia de la verdad. Son todos aquellos que afirman que no existen valores absolutos, y que el bien no es más que una convención cultural. No son ideas nuevas, ni siquiera lo eran cuando Pilato condenó a muerte a un hombre a quien sabía inocente. Mucho antes las habían formulado los sofistas y en virtud de ellas otro inocente, Sócrates, había sido obligado a beber la cicuta.

Le tocó a Agustín vivir un tiempo turbulento, en que los pilares que habían sostenido el mundo durante siglos parecían derrumbarse. Hubo de ver como los visigodos saqueaban Roma, para luego establecerse en la Galia y en Hispania, y como los vándalos ocupaban y devastaban su África natal. En Occidente, el imperio que un día se vio a sí mismo como la culminación de la existencia humana se hundía de manera inexorable. Quizá nosotros, que hemos conocido el horror de los totalitarismos nazi y comunista, que hemos presenciado lo fácil que resulta deshumanizar al otro y entregarlo a la aniquilación, debiéramos desconfiar de la fortaleza de la civilización e imaginar la sensación de fracaso que hubo de acompañar a muchos contemporáneos de Agustín. Si en estos tiempos de incertidumbre, son tantos los que rechazan la religión y buscan refugio en una vaga espiritualidad New Age de corte panteísta, cuando no en un ateísmo militante; entonces no faltaron quienes se volvieron a nuevas formas de religiosidad que prometían la salvación a pequeños grupos de iniciados y cultivaban saberes esotéricos. El mismo Agustín sucumbió largo tiempo al espejismo maniqueo, pero su sed de verdad no podía saciarse en unas concepciones cosmogónicas hondamente penetradas de mitología. Su aguda inteligencia le hizo ver la inconsistencia de aquella doctrina y le condujo a las puertas de la Iglesia, al lugar en que Cristo le salió al encuentro y dio, al fin, reposo a su alma inquieta.

Vinieron luego muchos años en los que afrontó un sinfín de obligaciones y trabajos, en que cumplió sus obligaciones como obispo y halló tiempo para escribir una prodigiosa cantidad de obras a menudo polémicas, para comunicar, en suma, la verdad hallada y para defenderla contra quienes la combatían. Su alma, empero, permanece tranquila en medio de una febril actividad y aguarda el día en que el Señor la llame junto a sí.

22 abril 2012

Día de las Misiones Agustinianas

Celebramos en este día, la Jornada de las Misiones Agustinianas. Una vez al año nos queremos acordar de tantos hermanos agustinos que a lo largo y ancho de todo el Orbe, están trabajando en la proclamación del Reino de Dios.
Unos lo hacen anunciando el nombre de Jesús a gentes que lo desconocen, otros organizando la Iglesia en comunidades y parroquias, otros fomentando actividades que promuevan un vida digna donde no la hay, por medio de escuelas y dispensarios. Son la extensión misionera de nuestra vida y de nuestra fe.
Traemos aquí su recuerdo para pedir al Señor por ellos, por su vida y su trabajo, alimentando nuestro compromiso de ayudarlos según nuestras propias fuerzas y recursos. pedimos igualmente que el Señor envíe vocaciones que den continuidad a esta magnífica tarea de los misioneros/as.
que les guíe la Palabra de Dios, que les acompañe nuestra oración, que les renueve nuestro cariño.

Oración “Los centinelas de la mañana”
“Ahora más que nunca es urgente que seáis los “centinelas de la mañana”,
Los vigías que anuncian
 la luz del alba y la nueva primavera del Evangelio,
de la que ya se ven los brotes.
La humanidad tiene necesidad imperiosa
del testimonio de jóvenes libres y valientes,
que se atrevan a caminar contra corriente
Y a proclamar con fuerza y entusiasmo
la propia fe en Dios, Señor y Salvador”

Juan Pablo II


21 abril 2012

El incidente de Antioquía

Francisco Javier Bernad Morales

El capítulo 15 del libro de los Hechos de los Apóstoles concluye con un extraño enfrentamiento en la ciudad de Antioquía entre Pablo y Bernabé, que los lleva a romper  la estrecha colaboración mantenida anteriormente y a emprender distintos  caminos en la predicación del Evangelio. El motivo, tal como aparece explicitado en el texto, se antoja nimio: Bernabé propone que les acompañe Marcos en un segundo viaje misionero, a lo que Pablo se niega acaloradamente. Tras la discusión, Bernabé, junto a Marcos, navega hasta Chipre; en tanto que Pablo y Silas se dirigen a Cilicia (15, 36-41).
La desavenencia resulta aún más sorprendente, por cuanto en el mismo capítulo hemos visto a Pablo y Bernabé en el llamado concilio de Jerusalén, defender una misma posición sobre las condiciones en que los gentiles pueden ser admitidos en la comunidad. Frente a unos adversarios a los que se identifica genéricamente como procedentes de la secta de los fariseos, y que exigen la circuncisión y la observancia de la Torá a los incorporados por Pablo y Bernabé, algo a lo que estos se oponían[1]; se alzan las voces de Pedro y de Santiago, el hermano del Señor[2], quienes consiguen que se acepte a los prosélitos procedentes de la gentilidad imponiéndoles ciertas condiciones: “abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de carne de animales estrangulados y de la fornicación” (15, 29). Parece una versión de los preceptos noájidas, que, según los judíos, deben respetar  los gentiles para alcanzar la salvación y que muy probablemente seguían ya los denominados “temerosos de Dios” o “conversos de puerta”; esto es, los griegos que, atraídos por la superioridad ética y religiosa del judaísmo, frecuentaban las sinagogas, pero no daban el paso de la conversión. Puede objetarse que no se incluyen las prohibiciones de la blasfemia, del asesinato y del robo, a lo que se puede responder que era innecesario mencionarlas explícitamente ante los bautizados ya que se daban por supuestas. Tampoco se habla del establecimiento de tribunales de justicia, puesto que estos ya existían y todos estaban sometidos a ellos.
Queda la sensación de que Hechos presenta una visión idealizada de lo ocurrido. Además, Pablo en la Epístola a los Gálatas lo relata con mayor crudeza.  Tras afirmar que en Jerusalén se le había confiado la evangelización de los incircuncisos, de la misma manera que a Pedro la de los circuncidados, cuenta que algo después, hallándose este en Antioquía, compartía mesa con los gentiles, pero que comenzó a evitarlos tras la llegada de unos emisarios de Santiago, el hermano del Señor, arrastrando a Bernabé a un comportamiento que Pablo califica de hipócrita (Gá, 2, 11-20).
Sin duda Pablo ofrece una versión más convincente de la ruptura con Bernabé, lo que no despeja otros interrogantes.  Se diría, en primer lugar, que el acuerdo de Jerusalén fue interpretado de diferentes maneras por sus protagonistas; pero además parece que la presencia de los enviados de Santiago en Antioquía y el cambio de comportamiento que provoca en Pedro y Bernabé no es congruente con la actitud conciliadora que a aquel se le atribuye en Hechos (15, 16-21).


[1]Sin embargo, poco después Pablo circuncida a Timoteo en Listra (16, 3). Muy probablemente la razón de este hecho radique en que la madre de Timoteo era judía, por lo que este, aunque su padre fuera griego, no era en realidad gentil.
[2] No se trata de Santiago el de Zebedeo ni de Santiago el de Alfeo, sino de un tercer personaje que actuaba como dirigente de la comunidad de Jerusalén. Flavio Josefo narra su martirio en Antigüedades judías (20, 9, 1).

20 abril 2012

Nuestra Señora Madre del Buen Consejo

Carmen Sáez Gutiérrez


En Genazzano, localidad próxima a Roma, en el lugar donde antaño se rendía culto a los dioses y en especial a Venus, el papa San Marcos construyó una iglesia: la capilla de Santa María, terminando así con los ritos paganos y purificando al pueblo de estas celebraciones. En el siglo XV se cedió la custodia del templo a la Orden de San Agustín, momento en que se hizo necesaria una reparación, sufragada en gran parte con la ayuda de Petruccia de Nocara, terciaria agustina dedicada a la oración y al cuidado de la Iglesia, que donó su herencia para las tareas de restauración.
Cuenta la leyenda que en 1467 durante la fiesta de la virgen del Buen Consejo apareció en la Iglesia bajo un haz de luz y en una nube de música celestial una pintura que representaba a Nuestra Señora del Buen Consejo con su Hijo en brazos, algunos dicen que, llegada desde Albania a este lugar seguida por dos devotos atraídos irresistiblemente por su admiración. Desde entonces cada 24 de abril se celebra su memoria.

ORACIÓN A LA MADRE DEL BUEN CONSEJO

Madre del Buen Consejo dirige tu maternal mirada sobre nosotros. Deseamos imitarte y seguirte para aprender a tratar y amar a Jesús, Señor de nuestra existencia.
El será nuestro tesoro, que mostraremos con gozo a la humanidad. Por eso te necesitamos: “Ven con nosotros”, guíanos, Tú, Madre del Buen Consejo y acompáñanos en la búsqueda de aquello que Tu Hijo ha pensado hoy para cada uno de nosotros.
Preséntanos a Jesús, enséñanos a escucharle y a servirle donde Él nos necesite. Recuérdanos el consejo que diste en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”.
Por eso Madre sé tú:
• La inspiración de nuestros pensamientos
• La guía de nuestros pasos
• La maestra de nuestra disponibilidad.
• La Madre y consejera de nuestra perseverancia.
Amén
Oración tomada de la siguiente página http://www.manantialdivino.com/id737.html

16 abril 2012

¿Qué hemos de ofrecer a Dios?

San Gregorio Nacianceno, El sacrificio sacerdotal

Ayer estaba crucificado con Cristo; hoy soy glorificado con El. Ayer moría con Cristo; hoy resucito con Él de la tumba. Llevemos nuestras primicias a Aquél que ha sufrido y resucitado por nosotros. No me refiero al oro ni a la plata, ni a telas y piedras preciosas, pobres bienes de la tierra, que se encuentran casi siempre en las manos de los hombres perversos y esclavos de las riquezas terrenas y del príncipe de este mundo.Ofrezcamos, por el contrario, nuestras mismas personas que son dones preciosos a los ojos de Dios y cercanos a Él. Rindamos ante su imagen aquello que más se le asemeja. Reconozcamos nuestra grandeza, honremos a nuestro modelo, comprendamos la fuerza de este misterio y los motivos de la muerte de Cristo.Seamos como Él, Cristo, porque Cristo ha sido como nosotros. Seamos dioses por Él, porque Él se hizo hombre por nosotros. Él tomó lo peor para darnos lo mejor; se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza; tomó la condición de esclavo para conseguirnos la libertad; se abajó para exaltarnos; fue tentado para vernos triunfar; se hizo despreciable para cubrirnos de gloria. Murió para salvarnos. Subió al cielo para atraernos a nosotros, caídos en el pecado.Démoslo todo, ofrezcámoslo todo, a Aquél que se dio como premio, como precio del rescate. El don más grande que cada uno puede hacer es ofrecerse a sí mismo junto con una profunda comprensión de estos misterios, por los cuales nos hemos convertido por Él en lo que Él se convirtió por nosotros.

14 abril 2012

La nueva creación en Cristo

San Agustín

En este II Domingo de Pascua recordamos este sermón de San Agustín.
Sermón en la octava de Pascua 8, 1,4

Me dirijo a vosotros, niños recién nacidos, párvulos en Cristo, nueva prole de la Iglesia, gracia del Padre, fecundidad de la Madre, retoño santo, muchedumbre renovada, flor de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo, mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor.
Me dirijo a vosotros con las palabras del Apóstol: vestíos del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos, para que os revistáis de la vida que se os ha comunicado en el sacramento. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
En esto consiste la fuerza del sacramento: en que es el sacramento de la vida nueva, que empieza ahora con la remisión de todos los pecados pasados y que llegara a su plenitud con la resurrección de los muertos. Por el bautismo fuisteis sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos, así también andéis vosotros en una vida nueva. Pues ahora, mientras vivís en vuestro cuerpo mortal, desterrados lejos del Señor, camináis por la fe; pero tenéis un camino seguro que es Cristo Jesús en cuanto hombre, el cual es al mismo tiempo el término al que tendéis, quien por nosotros ha querido hacerse hombre. Él ha reservado una inmensa dulzura para los que le temen y la manifestará y dará con toda plenitud a los que esperan en él, una vez que hayamos recibido la realidad de lo que ahora poseemos sólo en esperanza.
Hoy se cumplen los ocho días de vuestro renacimiento: y hoy se completa en vosotros el sello de la fe, que entre los antiguos padres se llevaba a cabo en la circuncisión de la carne a los ocho días del nacimiento carnal.
Por eso mismo, el Señor al despojarse con su resurrección de la carne mortal y hacer surgir un cuerpo, no ciertamente distinto, pero sí inmortal, consagró con su resurrección el domingo, que es el tercer día después de su pasión y el octavo contado a partir del sábado; y, al mismo tiempo, el primero.
Por esto, también vosotros, ya que habéis resucitado con Cristo –aunque todavía no de hecho, pero sí ya esperanza cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del Espíritu–, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él, en gloria.

10 abril 2012

Himno Pascual

San Hipólito

¡Oh Pascua de Dios que desciendes del cielo sobre la tierra y desde la tierra vuelves a subir al cielo! ¡Oh alegría universal, honor, convite, delicia! ¡Las tinieblas de la muerte han desaparecido, la vida ha sido dada a todos, las puertas del cielo se han abierto!
Dios se ha hecho hombre y el hombre se ha hecho Dios. Ha roto la hegemonía del infierno y las barreras que detenían a Adán. El pueblo de los infiernos ha resucitado de entre los muertos, para decir a la tierra que las promesas se han cumplido. Y los cánticos volvieron a la tierra.
¡Oh Pascua de Dios! El Dios del cielo en su liberalidad se ha unido a nosotros en el Espíritu, la inmensa sala de bodas se ha llenado con los invitados. Todos llevan la vestidura nupcial y ninguno ha sido arrojado fuera por carecer de ella. ¡Oh Pascua! Luz de un nuevo resplandor, esplendor del cortejo de las vírgenes. Las lámparas de las almas ya no se apagan. En todas ellas el fuego de la gracia arde de forma divina en los cuerpos y en las almas, y lo que arde es el aceite de Cristo.
Así nosotros te pedimos, Dios soberano, Cristo rey en el espíritu y en la eternidad, que extiendas tus grandes manos sobre tu Iglesia sagrada y sobre tu pueblo santo que te pertenece por siempre, defiéndelo, vigílalo, consérvalo, combate y lucha por él, somete a todos sus enemigos bajo tu poder, hasta destrozar a las fuerzas invisibles que están ya vencidas. Alza ahora tu estandarte sobre nosotros y concédenos que podamos cantar con Moisés el cántico triunfal.
A ti la victoria y el poder en los siglos de los siglos. Amén.
                                               (San Hipólito, Homilía: La Pascua histórica)

08 abril 2012

Amamaka

Gracias a un amigo libanés he conocido esta hermosa canción maronita interpretada por Marie Keyrouz, hermana de la Congregación de San Basilio. Incluyo la traducción al castellano.

-Ante Ti, Cristo Crucificado,
sacrifico mi vida.
Cúbreme con el pan de la Eucaristía,
por Tu gran ternura,
porque soy pecador.
-Señor, nosotros somos tus llagas,
impregnadas de la sangre del Amor.
Ven y vive en mi corazón
y haz de mí un hombre a Tu imagen.
-Señor, ayúdame a vencer mi debilidad,
ilumíname con tu Luz eterna
y acuérdate de mí
en tu Paraíso Celestial

Plegaria "Gastar la vida"

 Lluís Espinal

Lluís Espinal, sacerdote jesuita y periodista de origen catalán, desarrolló su labor pastoral principalmente en Bolivia. Dos días antes de que, en 1980, Monseñor Romero fuera asesinado en El Salvador mientras oficiaba una Eucaristía, él también fue secuestrado y asesinado en Bolivia.
Poseía una especial sensibilidad artística, muestra de ello es la plegaria pascual que reproducimos.
Jesucristo ha dicho: “Quien quiera economizar su vida, la perderá;
y quien la gaste por Mi, la recobrará en el vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía...

Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás,
aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.

Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente,
como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible
está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando
en la noche, con mil ojos llenos de lágrimas.

Con nuestros cuerpos aún en la brecha,
y con el alma rota,
te gritamos un primer “hurra”,
hasta que se desencadene la eternidad.
Tu dolor ya pasó;
tus enemigos han fracasado antes de nacer.
Tú eres el Rey de la sonrisa definitiva.(…)
Marchamos detrás de Ti,
por una calzada de eternidad.
Tú estás con nosotros
y eres nuestra inmortalidad.
Señor triunfador de los siglos,
quita todo rictus de tristeza
de nuestros rostros.
No estamos embarcados en un azar;
la última palabra ya es tuya.
Más allá del crujir de nuestros huesos,
ya ha empezado el “Aleluya” eterno.
que las mil gargantas de nuestras heridas
se sumen ya a tu salmodia triunfal.

07 abril 2012

Política y sociedad en La Ciudad de Dios (3. Los cristianos y el Estado)


Francisco Javier Bernad Morales

El Estado, la ciudad terrena, tiene afán de permanencia. Frente a la fugacidad de la vida individual se alza la voluntad de perduración a lo largo de las generaciones; así, el hombre mortal se forja la ilusión de una formación política eterna. En cuanto seres humanos, todos nacemos en la ciudad terrena y nos encontramos sujetos a sus leyes ¿Cuál debe ser entonces la actitud del cristiano ante esa ciudad terrena, consecuencia de la debilidad de la naturaleza humana a causa del pecado?[1]
Caben tres opciones. La primera consiste en construir un Estado cristiano, pero esto, indica Fernando J. Joven, es algo que jamás mencionó San Agustín. Aún más, se trata, dada la realidad pecadora del cristiano, de una contradicción en los términos, pues supondría un intento de edificar el paraíso sobre la tierra y, al convertir la fe en fuente de legislación positiva, llevaría a ejercer la fuerza para hacerla cumplir. Es obvio que los cristianos hemos caído en numerosas ocasiones en esta tentación, pero también lo es que cuando eso ha ocurrido, hemos pervertido la fe y hemos traído un enorme sufrimiento al mundo.
Otra posibilidad es la huida: constituir comunidades eremíticas o monásticas al margen del Estado[2]. Quizá se trate de algo válido y posible para unos pocos, pero está fuera del alcance de la mayoría.
Queda, por último, adoptar una actitud pragmática, como, según el autor, hace San Agustín. Aunque el cristiano tenga puesta la mirada en el destino futuro, no por ello debe despreciar los bienes presentes; antes, al contrario, debe usarlos, aunque sin tenerlos por absolutos. Los distintos modos de ordenamiento político o las diferentes leyes no pueden sernos indiferentes. Hemos de discernir cuales son preferibles y se aproximan más a la justicia, recordando siempre que lo hacemos desde un punto de vista humano, y actuar en consecuencia.

Pretender comparar el  derecho romano con las normas bárbaras, o cualquier aberración totalitaria con nuestras democracias liberales es un insulto a la razón. Sin embargo, nuestra civilización occidental no deja de ser una ciudad terrena con millones de ciudadanos que, movidos en la vida por la pasión de dominio, no buscan más allá de su bienestar personal.[3]

El cristiano debe, pues, tomar parte activa en la vida política, promoviendo o apoyando aquellas medidas que redunden en bien de la colectividad, pero sin perder nunca de vista cuál es su última aspiración, y entendiendo el carácter relativo y transitorio del ordenamiento que los seres humanos nos damos para vivir en la ciudad terrena.



[1] Recordemos con San Agustín, que Caín funda la primera ciudad tras el asesinato de Abel, Gn 4, 17
[2] En este grupo opino que se incluirían también las comunidades formadas por ciertos grupos anabaptistas, como los amish. Precisamente, junto a esta corriente pacífica del anabaptismo, hubo otra que pretendió erigir el reino de Dios sobre la tierra mediante la violencia.

[3] JOVEN, Fernando J. op. cit. 246.

05 abril 2012

El Cristo de Velázquez

Miguel de Unamuno

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno. Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dio toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!

Jueves Santo

02 abril 2012

Política y sociedad en La Ciudad de Dios (2. Las dos ciudades)


Francisco Javier Bernad Morales

A San Agustín le es fácil mostrar que las divinidades paganas no habían impedido en el pasado la multitud de desastres que habían afligido a la ciudad, pero su empeño va mucho más allá de una simple defensa frente a los ataques exteriores. Como se ha señalado más arriba, se trata de erigir una visión del mundo, en realidad una filosofía o, quizá mejor, una teología de la historia. Con esta intención desarrolla la teoría, ya esbozada anteriormente en algunos sermones, de las dos ciudades, cada una surgida de un amor distinto: la ciudad terrena, cuyo origen es el amor a sí mismo hasta llegar al desprecio de Dios; y la celestial, edificada sobre el amor a Dios hasta el olvido de sí.
Roma es una obra humana, edificada sobre el amor de sí, y movida, por tanto, por el afán de dominación. Su tiempo, pues, pasará, como ocurrió con el de los persas y el de los asirios. Ni Roma ni ningún otro estado pueden representar la plenitud humana, pues la ciudad terrena es fruto del pecado y se ha hecho necesaria porque los hombres nos hemos separado de Dios. Por ese motivo nos hemos visto obligados a dotarnos de leyes y a crear la organización política, pero esta no puede ser la encarnación de la justicia ya que no cabe construir el cielo en la tierra.
Ahora bien, ¿quiénes integran cada una de las ciudades? Fernando Joven analiza varias posibilidades que rápidamente rechaza por superficiales e incorrectas. Así, en primer lugar, la que identifica como los buenos a los miembros de la ciudad celeste y como los malvados a los de la terrena. Nunca se pertenece, hasta el momento de la muerte, a una de estas categorías de una manera definitiva. Tampoco cabe marcar el límite en la distinción entre bautizados y no bautizados, pues del mismo modo que entre los paganos hay futuros cristianos, entre estos abundan quienes lo son falsamente. Es más: hay miembros de la Iglesia sin estar bautizados ni confesar a Cristo[1]. La auténtica división se establece entre los que se salvarán y los que se condenarán, pero solo Dios sabe quien pertenece a cada grupo.  Como señala el autor:

La ciudad de Dios, como tal entidad, solo existe fuera de la historia, nunca en este mundo. No la fundan los hombres, sino Cristo. A partir de esta referencia objetiva, adquiere un sentido figurado: los buenos cristianos que viven ahora y que un día la alcanzarán. En propiedad, serán tales ciudadanos de la Ciudad de Dios cuando lleguen al cielo, mientras tanto no pasan de aspirantes, de peregrinos[2].



[1] Fernando J. Joven apoya esta afirmación en dos pasajes de La ciudad de Dios (XIII, 7 y XVIII, 51). Pero pueden aducirse otros como  XVIII, 47: “Es verdad que el pueblo llamado propiamente pueblo de Dios fue este [Israel], pero no pueden negar que había en las demás naciones algunos hombres dignos de ser llamados verdaderos israelitas por ser ciudadanos de la patria celestial, unidos con vínculos no terrenos, sino  celestiales.”
[2] JOVEN, Fernando J. “Política y sociedad en La Ciudad de Dios”, en VV.AA Dos amores fundaron dos ciudades. Centro Teológico San Agustín. Madrid, 2012. p. 233