El capítulo 15 del libro de los Hechos de los Apóstoles concluye con un
extraño enfrentamiento en la ciudad de Antioquía entre Pablo y Bernabé, que los
lleva a romper la estrecha colaboración
mantenida anteriormente y a emprender distintos
caminos en la predicación del Evangelio. El motivo, tal como aparece explicitado
en el texto, se antoja nimio: Bernabé propone que les acompañe Marcos en un
segundo viaje misionero, a lo que Pablo se niega acaloradamente. Tras la
discusión, Bernabé, junto a Marcos, navega hasta Chipre; en tanto que Pablo y
Silas se dirigen a Cilicia (15, 36-41).
La desavenencia resulta aún más sorprendente,
por cuanto en el mismo capítulo hemos visto a Pablo y Bernabé en el llamado
concilio de Jerusalén, defender una misma posición sobre las condiciones en que
los gentiles pueden ser admitidos en la comunidad. Frente a unos adversarios a
los que se identifica genéricamente como procedentes de la secta de los
fariseos, y que exigen la circuncisión y la observancia de la Torá a los
incorporados por Pablo y Bernabé, algo a lo que estos se oponían[1];
se alzan las voces de Pedro y de Santiago, el hermano del Señor[2],
quienes consiguen que se acepte a los prosélitos procedentes de la gentilidad
imponiéndoles ciertas condiciones: “abstenerse de lo sacrificado a los ídolos,
de la sangre, de carne de animales estrangulados y de la fornicación” (15, 29).
Parece una versión de los preceptos noájidas, que, según los judíos, deben
respetar los gentiles para alcanzar la
salvación y que muy probablemente seguían ya los denominados “temerosos de
Dios” o “conversos de puerta”; esto es, los griegos que, atraídos por la
superioridad ética y religiosa del judaísmo, frecuentaban las sinagogas, pero
no daban el paso de la conversión. Puede objetarse que no se incluyen las
prohibiciones de la blasfemia, del asesinato y del robo, a lo que se puede responder
que era innecesario mencionarlas explícitamente ante los bautizados ya que se
daban por supuestas. Tampoco se habla del establecimiento de tribunales de justicia,
puesto que estos ya existían y todos estaban sometidos a ellos.
Queda la sensación de que Hechos presenta una visión idealizada de
lo ocurrido. Además, Pablo en la Epístola
a los Gálatas lo relata con mayor crudeza.
Tras afirmar que en Jerusalén se le había confiado la evangelización de
los incircuncisos, de la misma manera que a Pedro la de los circuncidados,
cuenta que algo después, hallándose este en Antioquía, compartía mesa con los
gentiles, pero que comenzó a evitarlos tras la llegada de unos emisarios de
Santiago, el hermano del Señor, arrastrando a Bernabé a un comportamiento que
Pablo califica de hipócrita (Gá, 2, 11-20).
Sin duda Pablo ofrece una versión más
convincente de la ruptura con Bernabé, lo que no despeja otros
interrogantes. Se diría, en primer
lugar, que el acuerdo de Jerusalén fue interpretado de diferentes maneras por
sus protagonistas; pero además parece que la presencia de los enviados de
Santiago en Antioquía y el cambio de comportamiento que provoca en Pedro y
Bernabé no es congruente con la actitud conciliadora que a aquel se le atribuye
en Hechos (15, 16-21).
[1]Sin embargo, poco después Pablo circuncida a Timoteo en Listra (16, 3). Muy probablemente la razón de este hecho radique en que la madre de Timoteo era judía, por lo que este, aunque su padre fuera griego, no era en realidad gentil.
[2] No se trata de Santiago el de
Zebedeo ni de Santiago el de Alfeo, sino de un tercer personaje que actuaba
como dirigente de la comunidad de Jerusalén. Flavio Josefo narra su martirio en
Antigüedades judías (20, 9, 1).
No hay comentarios:
Publicar un comentario