21 abril 2012

El incidente de Antioquía

Francisco Javier Bernad Morales

El capítulo 15 del libro de los Hechos de los Apóstoles concluye con un extraño enfrentamiento en la ciudad de Antioquía entre Pablo y Bernabé, que los lleva a romper  la estrecha colaboración mantenida anteriormente y a emprender distintos  caminos en la predicación del Evangelio. El motivo, tal como aparece explicitado en el texto, se antoja nimio: Bernabé propone que les acompañe Marcos en un segundo viaje misionero, a lo que Pablo se niega acaloradamente. Tras la discusión, Bernabé, junto a Marcos, navega hasta Chipre; en tanto que Pablo y Silas se dirigen a Cilicia (15, 36-41).
La desavenencia resulta aún más sorprendente, por cuanto en el mismo capítulo hemos visto a Pablo y Bernabé en el llamado concilio de Jerusalén, defender una misma posición sobre las condiciones en que los gentiles pueden ser admitidos en la comunidad. Frente a unos adversarios a los que se identifica genéricamente como procedentes de la secta de los fariseos, y que exigen la circuncisión y la observancia de la Torá a los incorporados por Pablo y Bernabé, algo a lo que estos se oponían[1]; se alzan las voces de Pedro y de Santiago, el hermano del Señor[2], quienes consiguen que se acepte a los prosélitos procedentes de la gentilidad imponiéndoles ciertas condiciones: “abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de carne de animales estrangulados y de la fornicación” (15, 29). Parece una versión de los preceptos noájidas, que, según los judíos, deben respetar  los gentiles para alcanzar la salvación y que muy probablemente seguían ya los denominados “temerosos de Dios” o “conversos de puerta”; esto es, los griegos que, atraídos por la superioridad ética y religiosa del judaísmo, frecuentaban las sinagogas, pero no daban el paso de la conversión. Puede objetarse que no se incluyen las prohibiciones de la blasfemia, del asesinato y del robo, a lo que se puede responder que era innecesario mencionarlas explícitamente ante los bautizados ya que se daban por supuestas. Tampoco se habla del establecimiento de tribunales de justicia, puesto que estos ya existían y todos estaban sometidos a ellos.
Queda la sensación de que Hechos presenta una visión idealizada de lo ocurrido. Además, Pablo en la Epístola a los Gálatas lo relata con mayor crudeza.  Tras afirmar que en Jerusalén se le había confiado la evangelización de los incircuncisos, de la misma manera que a Pedro la de los circuncidados, cuenta que algo después, hallándose este en Antioquía, compartía mesa con los gentiles, pero que comenzó a evitarlos tras la llegada de unos emisarios de Santiago, el hermano del Señor, arrastrando a Bernabé a un comportamiento que Pablo califica de hipócrita (Gá, 2, 11-20).
Sin duda Pablo ofrece una versión más convincente de la ruptura con Bernabé, lo que no despeja otros interrogantes.  Se diría, en primer lugar, que el acuerdo de Jerusalén fue interpretado de diferentes maneras por sus protagonistas; pero además parece que la presencia de los enviados de Santiago en Antioquía y el cambio de comportamiento que provoca en Pedro y Bernabé no es congruente con la actitud conciliadora que a aquel se le atribuye en Hechos (15, 16-21).


[1]Sin embargo, poco después Pablo circuncida a Timoteo en Listra (16, 3). Muy probablemente la razón de este hecho radique en que la madre de Timoteo era judía, por lo que este, aunque su padre fuera griego, no era en realidad gentil.
[2] No se trata de Santiago el de Zebedeo ni de Santiago el de Alfeo, sino de un tercer personaje que actuaba como dirigente de la comunidad de Jerusalén. Flavio Josefo narra su martirio en Antigüedades judías (20, 9, 1).

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