Papa Francisco
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro "sí"
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la Resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia,
de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio
de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya
31 enero 2014
30 enero 2014
Sacrificium vox clamantis. Canto mozárabe
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29 enero 2014
Que no desee nada que esté fuera de tí
Santo Tomás de Aquino
Dame, Señor
y Dios mío,
que no
decaiga, ni en la prosperidad ni en la adversidad;
que no me
ensoberbezca en alguna cosa,
ni me
deprima en otra;
de nada goce
o me duela
sino en lo
que me lleve a ti o me separe de ti.
A nadie
desee agradar,
ni a nadie
tema disgustar, sino a ti.
Sea para mí
despreciable todo lo pasajero,
y sea para
mí querido todo lo tuyo.
Que me
hastíe el gozo de lo que sea sin ti,
que no desee
nada que esté fuera de ti.
Que me
deleite el trabajo hecho por ti,
que me sea
penoso todo descanso que sea sin ti.
Concédeme,
Señor, dirigir constantemente el corazón hacia ti,
y que en mis
fallos sepa dolerme con el propósito de la enmienda.
Hazme, Señor
y Dios mío,
obediente
sin contradecir,
pobre sin
ser miserable,
casto sin
depravación,
paciente sin
murmuración.
Humilde sin
ficción,
alegre sin
disolución,
triste sin
abatimiento,
maduro sin
pesadez,
ágil sin
ligereza,
temeroso sin
desesperación.
Que sea
sincero sin hipocresía,
que haga el
bien sin ser presuntuoso,
que corrija
al prójimo sin arrogancia,
que lo
edifique con la palabra y el ejemplo.
Concédeme,
Señor, un corazón:
vigilante,
que ninguna curiosidad lo aparte de ti,
noble, que
ninguna influencia indigna lo envilezca,
recto, que
ninguna intención siniestra lo desvíe,
firme, que
ninguna tribulación lo debilite,
libre, que
ningún afecto violento lo reclame.
Concédeme,
Señor Dios mío,
inteligencia
que te conozca,
diligencia
que te busque,
sabiduría
que te encuentre,
conducta que
te agrade,
perseverancia
que te espere confiada
y confianza
de que un día al final te abrazaré.
servirme de
tus beneficios por tu gracia,
y gozar de
tu gozo en la patria para tu gloria.
Tu que vives
y reinas y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
28 enero 2014
27 enero 2014
Entendamos la gracia de Dios
Del comentario de San Agustín, obispo, sobre la carta a los
Gálatas.
El motivo por el cual el Apóstol escribe a los gálatas es su
deseo de que entiendan que la gracia de Dios hace que no estén ya sujetos a la
ley. En efecto, después de haberles sido anunciada la gracia del Evangelio, no
faltaron algunos, provenientes de la circuncisión, que, aunque cristianos, no
habían llegado a comprender toda la gratuidad del don de Dios y querían
continuar bajo el yugo de la ley; ley que el Señor Dios había impuesto a los
que estaban bajo la servidumbre del pecado y no de la justicia, esto es, ley
justa en sí misma que Dios había dado a unos hombres injustos, no para quitar
sus pecados, sino para ponerlos de manifiesto; porque lo único que quita el
pecado es el don gratuito de la fe, que actúa por el amor. Ellos pretendían que
los gálatas, beneficiarios ya de este don gratuito, se sometieran al yugo de la
ley, asegurándoles que de nada les serviría el Evangelio si no se circuncidaban
y no observaban las demás prescripciones rituales del judaísmo.
Ello fue causa de que empezaran a sospechar que el apóstol
Pablo, que les había predicado el Evangelio, quizá no estaba acorde en su
doctrina con los demás apóstoles, ya que éstos obligaban a los gentiles a las
prácticas judaicas. El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de aquellos
hombres, hasta llegar a la simulación, como si él pensara también que en nada
aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían los preceptos de la ley;
de esta simulación le hizo volver atrás el apóstol Pablo, como explica él mismo
en esta carta.
La misma cuestión es tratada en la carta a los Romanos. No
obstante, parece que hay alguna diferencia entre una y otra, ya que en la carta
a los Romanos dirime la misma cuestión y pone fin a las diferencias que habían
surgido entre los cristianos procedentes del judaísmo y los procedentes de la
gentilidad; mientras que en esta carta a los Gálatas escribe a aquellos que ya
estaban perturbados por la autoridad de los que procedían del judaísmo y que
los obligaban a la observancia de la ley. Influenciados por ellos, empezaban a
creer que la predicación del apóstol Pablo no era auténtica, porque no quería
que se circuncidaran. Por esto, Pablo empieza con estas palabras: Me sorprende
que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de Cristo, y os
hayáis pasado a otro evangelio.
Con este exordio, insinúa, en breves palabras, el meollo de
la cuestión. Aunque también lo hace en el mismo saludo inicial, cuando afirma
de sí mismo que es enviado no de hombres nombrado apóstol no por un hombre,
afirmación que no encontramos en ninguna otra de sus cartas. Con esto demuestra
suficientemente que los que inducían a tales errores lo hacían no de parte de
Dios, sino de parte de los hombres; y que, por lo que atañe a la autoridad de
la predicación evangélica, ha de ser considerado igual que los demás apóstoles,
ya que él tiene la certeza de que es apóstol no de parte de los hombres ni por
mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre.
26 enero 2014
El husitismo después de Hus (y V)
Francisco Javier Bernad Morales
Las victorias husitas provocaron que en la
Iglesia Católica llegara a plantearse la posibilidad de intentar un acuerdo con
los herejes, quienes fueron invitados formalmente a debatir sus posiciones en
el concilio de Basilea. No se trataba de que comparecieran ante él en calidad
de acusados, como ocurriera veinte años atrás con Jan Hus y Jerónimo de Praga,
sino como representantes del reino de Bohemia.
Previamente, en una reunión celebrada en Cheb (mayo de 1432) se abordó
la cuestión de la seguridad de la delegación y se planteó la manera de dirimir
las discrepancias, llegando a discutirse la posibilidad de un arbitraje.
Finalmente esta propuesta no salió adelante y en su lugar se estableció que
fueran las prácticas de la iglesia primitiva y la posición de los doctores de
la Iglesia, las que se tomaran como guía para resolver los puntos de
desacuerdo. En estas condiciones, los husitas,
encabezados por Procopio, pudieron defender ante el concilio los cuatro artículos de Praga.
Las discusiones transcurrieron sin incidentes aunque, como era de esperar, no
desembocaron en ningún acuerdo doctrinal, pues ninguna de las partes cedió en
sus posiciones. Permitieron, sin embargo, que se establecieran lazos de
comunicación entre determinados padres conciliares y algunos miembros de la
delegación checa, que, en vista de lo sucedido después, pudieron llevar a los
primeros la convicción de que no sería complicado minar la unidad husita. En un
encuentro posterior celebrado en Praga, los delegados del concilio estrecharon
lazos con el sector más conservador, en especial con nobles y burgueses ricos.
Finalmente, se produjo el enfrentamiento abierto entre este y las fuerzas de
Procopio, quien fue derrotado y muerto por una coalición de utraquistas y
católicos, en la batalla de Lipany (30 de mayo de 1434).
La proclamación en julio de 1436 en presencia
del emperador Segismundo, de los Compactata,
marcó la integración en la Iglesia Católica de la facción husita moderada. Se
trataba de una versión modificada de los cuatro artículos de Praga, por la que
se permitía tan solo en Bohemia y Moravia, la comunión de los fieles bajo las
dos especies. Quedaba olvidada toda reivindicación social. Subsistieron, sin
embargo, núcleos husitas contrarios al compromiso y que, un siglo más tarde,
engrosaron las filas de la Reforma.
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25 enero 2014
24 enero 2014
Infancia Misionera: Oración
Amigo Jesús:
aunque soy pequeño,
Tú confías
en mí para cambiar el mundo,
convirtiendo
en gestos misioneros
las cosas
sencillas de cada día.
Tú me
invitas a compartir
y a pensar
en los demás;
a rezar con
confianza
y a hablar
de Ti a mis amigos;
a ser un
niño que ayuda a otros niños,
alegre,
agradecido y generoso.
Tu Madre, la
Virgen María,
nos enseñó a
hacer lo que Tú nos digas.
Por eso, yo
quiero escucharte y seguirte,
y ayudar a
que te conozcan mis hermanos,
los niños de
los cinco continentes.
Te pido que
me ayudes a lograrlo
por medio de
Santa Teresa del Niño Jesús,
Patrona de
las Misiones.
23 enero 2014
La nueva evangelización
Joseph Ratzinger
La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es
una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando.
La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo esta proyecto
de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino
que lleva a la felicidad?
Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte
de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a
los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra
pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a
la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad
de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta
pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las
sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de
alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la
avaricia... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo.
Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir,
todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo
puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona.
I. Estructura y método de la nueva evangelización
1. Estructura
Antes de hablar de los contenidos fundamentales de la nueva
evangelización quisiera explicar su estructura y el método adecuado. La Iglesia
evangeliza siempre y nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada
día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la
palabra de vida, la palabra de Dios, y se compromete en favor de la justicia y
la caridad. Y esta evangelización produce fruto: da luz y alegría; da el camino
de la vida a numeroso personas. Muchos otros viven, a menudo sin saberlo, de la
luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente. Sin embargo,
existe un proceso progresivo de descristianización y de pérdida de los valores
humanos esenciales, que resulta preocupante. Gran parte de la humanidad de hoy
no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio, es
decir, la respuesta convincente a la pregunta: ¿cómo vivir?
Por eso buscamos, además de la evangelización permanente,
nunca interrumpida y que no se debe interrumpir nunca, una nueva
evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a
la evangelización "clásica". Todos necesitan el Evangelio. El
Evangelio está destinado a todos y no sólo a un grupo determinado, y por eso
debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos.
Sin embargo, aquí se oculta también una tentación: la
tentación de la impaciencia, la tentación de buscar el gran éxito inmediato,
los grandes números. Y este no es el método del reino de Dios. Para el reino de
Dios, así como para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de
Dios, vale siempre la parábola del grano de mostaza (cf. Mc 4, 31-32). El reino
de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Nueva evangelización no
puede querer decir atraer inmediatamente con nuevos métodos, más refinados, a
las grandes masas que se han alejado de la Iglesia. No; no es esta la promesa
de la nueva evangelización. Nueva evangelización significa no contentarse con
el hecho de que del grano de mostaza haya crecido en el gran árbol de la
Iglesia universal, ni pensar que basta el hecho de que en sus ramas pueden
anidar aves de todo tipo, sino actuar de nuevo valientemente, con la humildad
del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá (cf. Mc 4, 26-29).
Las grandes cosas comienzan siempre con un granito y los
movimientos de masas son siempre efímeros. En su visión del proceso de la
evolución, Teilhard de Chardin habla del "blanco de los orígenes": el
inicio de las nuevas especies es invisible y está fuera del alcance de la
investigación científica. Las fuentes se hallan ocultas; son demasiado
pequeñas. En otras palabras, las grandes realidades tienen inicios humildes.
Prescindamos ahora de si Teilhard tiene razón, y hasta qué punto, con sus
teorías evolucionistas: la ley de los orígenes invisibles refleja una verdad
presente precisamente en la acción de Dios en la historia. "No por ser
grande te elegí; al contrario, eres el más pequeño de los pueblos; te elegí
porque te amo...", dice Dios al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento
y así expresa la paradoja fundamental de la historia de la salvación:
ciertamente, Dios no cuenta con grandes números; el poder exterior no es el
signo de su presencia.
Gran parte de los parábolas de Jesús indican esta estructura
de la acción divina y responden así a las preocupaciones de los discípulos, los
cuales esperaban del Mesías éxitos y señales muy diferentes: éxitos del tipo
que ofrece Satanás al Señor "Te daré todo esto, todos los reinos del
mundo..." (cf. Mt 4, 9).
Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la
impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de la tierra,
pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas por el mundo,
insignificantes según los criterios seculares. En realidad fueron la levadura que
penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo (cf. Mt 13,
33).
Un antiguo proverbio reza: "Éxito no es un nombre de
Dios". La nueva evangelización debe actuar como el grano de mostaza y no
ha de pretender que surja inmediatamente el gran árbol. Nosotros vivimos con
una excesiva seguridad por el gran árbol que ya existe o sentimos el afán de
tener un árbol aún más grande, más vital. En cambio, debemos aceptar el
misterio de que la Iglesia es al mismo tiempo un gran árbol y un granito. En la
historia de la salvación siempre es simultáneamente Viernes santo y Domingo de
Pascua.
2. El método
De esta estructura de la nueva evangelización deriva también
el método adecuado. Ciertamente, debemos usar de modo razonable los métodos
modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y
comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no
queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones; lo que
queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad, dando espacio a
Aquel que es la Vida.
Esta renuncia al propio yo, ofreciéndolo a Cristo para la
salvación de los hombres, es la condición fundamental del verdadero compromiso
en favor del Evangelio: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me
recibía; si otro viene en su propio nombre, a ese lo recibiréis" (Jn 5,
43).
Lo que distingue al anticristo es el hecho de que habla en
su propio nombre. El signo del Hijo es su comunión con el Padre. El Hijo nos
introduce en la comunión trinitaria, en el círculo del amor suyo, cuyas
personas son "relaciones puras", el acto puro de entregarse y de
acogerse. El designio trinitario, visible en el Hijo, que no habla en su
nombre, muestra la forma de vida del verdadero evangelizador; más aún,
evangelizar no es tanto una forma de hablar; es más bien una forma de vivir:
vivir escuchando y ser portavoz del Padre. "No hablará por su cuenta, sino
que hablará lo que oiga" (Jn 16, 13), dice el Señor sobre el Espíritu
Santo.
Esta forma cristológica y pneumatológica de la
evangelización es al mismo tiempo una forma eclesiológica: el Señor, y el
Espíritu construyen la Iglesia, se comunican en la Iglesia. El anuncio de
Cristo, el anuncio del reino de Dios, supone la escucha de su voz en la voz de
la Iglesia. "No hablar en nombre propio" significa hablar en la
misión de la Iglesia.
De esta ley de renuncia al propio yo se siguen consecuencias
muy prácticas. Todos los métodos racionales y moralmente aceptables se deben
estudiar; es un deber usar estas posibilidades de comunicación. Pero las
palabras y todo el arte de la comunicación no pueden llevar a la persona humana
hasta la profundidad a la que debe llegar el Evangelio. Hace pocos años leí la
biografía de un óptimo sacerdote de nuestro siglo, don Dídimo, párroco de
Bassano del Grappa. En sus apuntes se encuentran palabras de oro, fruto de una
vida de oración y meditación. A propósito de lo que estamos tratando, dice don
Dídimo, por ejemplo: "Jesús predicaba de día y oraba de noche". Con
esta breve noticia quería decir: Jesús debía hablar de Dios a sus discípulos.
Eso vale siempre. No podemos ganar nosotros a los hombres.
Debemos obtenerlos de Dios para Dios. Todos los métodos son ineficaces si no
están fundados en la oración. La palabra del anuncio siempre ha de estar
impregnada una intensa vida de oración.
Debemos dar un paso más. Jesús predicaba de día y oraba de
noche, pero eso no es todo. Su vida entera, como demuestra de modo muy hermoso
el evangelio de san Lucas, fue un camino hacia la cruz, una ascensión hacia
Jerusalén. Jesús no redimió el mundo con palabras hermosas, sino con su
sufrimiento y su muerte. Su pasión es fuente inagotable de vida para el mundo;
la pasión da fuerza a su palabra.
El Señor mismo, extendiendo y ampliando la parábola del
grano de mostaza, formuló esta ley de fecundidad en parábola del grano de trigo
que cae tierra y muere (cf. Jn 12, 24). También esta ley es válida hasta el fin
del mundo y, juntamente con el misterio del grano de mostaza, es fundamental
para la nueva evangelización. Toda la historia lo demuestra. Sería fácil
demostrarlo en la historia del cristianismo. Aquí quisiera recordar solamente
el inicio de la evangelización en la vida de san Pablo.
El éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la
prudencia pastoral; su fecundidad dependió de su sufrimiento, de su unión a la
pasión de Cristo (cf. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4,
12-14). "No se dará otro signo que el signo del profeta Jonás" (Lc 1
29), dijo el Señor. El signo de Jonás es Cristo crucificado, son los testigos
que completan "lo que falta a la pasión de Cristo" (Col 1, 24). En
todas las épocas de la historia se han cumplido siempre las palabras de
Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
... exige violencia
San Agustín dice lo mismo de modo muy hermoso, interpretando
el texto de san Juan donde la profecía del martirio de san Pedro y el mandato
de apacentar, es decir, la institución de su primado, están íntimamente
relacionados (cf. Jn 21, 16). San Agustín lo comenta así: "Apacienta mis
ovejas, es decir, sufre por mis ovejas" (Sermón 32: PL 2, 640). Una madre
no puede dar a luz un niño sin sufrir. Todo parto implica sufrimiento, es sufrimiento,
y llegar a ser cristiano es un parto. Digámoslo una vez más con palabras del
Señor: "El reino de Dios exige violencia" (M 11, l2; Lc 10, 16), pero
la violencia de Dios es el sufrimiento, la cruz. No podemos dar vida a otros
sin dar nuestra vida. El proceso de renuncia al propio yo, al que me he
referido antes, es la forma concreta (expresada de muchas formas diversas) de
dar la propia vida. Ya lo dijo el Salvador: "Quien pierda su vida por mi y
por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35).
II. Los contenidos esenciales de la nueva evangelización
1. Conversión
En relación a los contenidos de la nueva evangelización,
antes que nada se debe tener presente que no se puede escindir el Antiguo del
Nuevo Testamento. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está resumido
en el mensaje de Juan Bautista: ¡Convertios! No hay acceso a Jesús sin el
Bautista; no hay posibilidad de alcanzar a Jesús sin dar respuesta a la llamada
del precursor, mas bien: Jesús ha asumido el mensaje de Juan el Bautista en la
síntesis de su propio predicar: "convertíos y creed en la Buena
Nueva" (Mc 1, 15).
La palabra griega usada para "convertirse"
significa: volver a pensar, poner en discusión el propio y el común modo de
vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida; no juzgar más
simplemente según las opiniones corrientes. Convertirse significa, por lo
tanto, no vivir como viven todos, no hacer como hacen todos, no sentirse justificados
en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho que otros hacen lo mismo;
comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar, por lo tanto, el
bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de la mayoría,
de los hombres, sino en el juicio de Dios, con otras palabras: buscar un nuevo
estilo de vida, una vida nueva.
Todo esto no implica un moralismo, la reducción del
cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo:
el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por lo tanto,
con Dios. Quien se convierte a Cristo no entiende crearse una autarquía moral
suya, no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su propia bondad.
"Conversión" (Metanoia) significa justamente lo contrario: salir de
la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de
los otros y del Otro, de su perdón, de su amistad. La vida no convertida es
autojustificación (yo no soy peor de los demás); la conversión es la humildad
de confiarse al amor del Otro, amor que se vuelve medida y criterio de mi
propia vida.
Aquí debemos tener presente el aspecto social de la
conversión. En efecto, la conversión es, ante todo, un acto muy personal y es
personalización. Yo me separo de la fórmula "vivir como todos" (no me
siento más justificado por el hecho que todos hacen cuanto hago yo) y encuentro
delante de Dios mi propio yo, mi responsabilidad personal. Pero la verdadera
personalización es siempre también una nueva y más profunda socialización. El
yo se abre de nuevo al tú, en toda su profundidad, de esta manera nace un nuevo
Nosotros. Si el estilo de vida extendido en el mundo implica el peligro de la
des-personalización, del vivir no mi propia vida, sino la vida de todos los
demás, en la conversión debe realizarse un nuevo Nosotros del camino común con
Dios. Anunciando la conversión también debemos ofrecer una comunidad de vida,
un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con las
palabras; el Evangelio crea vida, crea comunidad de camino; una conversión
puramente individual no tiene consistencia...
2. El Reino de Dios
En la llamada a la conversión está implícito, como una
condición fundamentalmente propia, el anuncio del Dios viviente. El
teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y también debe ser el
corazón de la nueva evangelización. La palabra clave del anuncio de Jesús es:
Reino de Dios. Sin embargo, Reino de Dios no es una cosa, una estructura social
o política, una utopía. El Reino de Dios es Dios. Reino de Dios quiere decir:
Dios existe. Dios vive. Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra
vida, en mi vida. Dios no es una lejana "causa última", Dios no es el
"gran arquitecto" del deísmo que ha construido la máquina del mundo y
ahora estaría fuera, por el contrario Dios es la realidad más presente y
decisiva en cada acto de mi vida, en cada momento de la historia.
En la conferencia de despedida de su cátedra de la
Universidad de Münster, el teólogo J. B. Metz ha pronunciado cosas que no se
esperaban. Metz en el pasado nos había enseñado el antropocentrismo, el
verdadero acontecimiento del cristianismo habría sido el giro antropológico, la
secularización, el descubrimiento del estado secular del mundo. Después nos ha
enseñado la teología política el carácter político de la fe; más tarde la
"memoria peligrosa"; finalmente la teología narrativa. Después de
haber recorrido este camino largo y difícil, nos dice hoy: El verdadero
problema de nuestro tiempo es la "Crisis de Dios", la ausencia de
Dios, camuflada por una religiosidad vacía. La teología debe volver a ser
realmente teo-logía, un hablar de Dios y con Dios. Metz tiene razón : El
"unum necessarium" para el hombre es Dios. Todo cambia, si hay Dios o
no hay Dios. Desgraciadamente también nosotros los cristianos vivimos a veces
como si Dios no existiese ("si Deus non daretur"). Vivimos según el
cliché: No hay Dios y si lo hay, no interesa. Por este motivo, la
evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios
verdadero: el Creador, el Santificador, el Juez (cf. El Catequismo de la
Iglesia Católica).
También aquí debe tenerse presente el aspecto práctico. Dios
no puede hacerse conocido sólo con las palabras. No se conoce una persona si se
sabe de esta persona sólo a través de otra. Anunciar a Dios es introducir en la
relación con Dios: enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la
experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de su existencia.
Por esto son importantes las escuelas de oración, de comunidad de oración. Hay
complementariedad entre la oración personal ("en el propio
dormitorio", sólo delante de los ojos de Dios), oración común
"paralitúrgica" ("religiosidad popular") y oración litúrgica.
Sí, la liturgia es, antes que nada, oración; su especificidad consiste en el
hecho que su sujeto primario no somos nosotros (como en la oración privada y en
la religiosidad popular), sino Dios mismo, la liturgia es actio divina, Dios
actúa y nosotros respondemos a la acción divina.
Hablar de Dios y hablar con Dios siempre deben marchar
conjuntamente. El anuncio de Dios es guía para la comunión con Dios en la
comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por esto la liturgia (los
sacramentos) no es un tema junto a la predicación del Dios viviente, sino la
puesta en práctica de nuestra relación con Dios. En este contexto quisiera
hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Muchas veces nuestro
modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se vuelve
enseñanza, cuyo criterio es: hacerse entender, la consecuencia es con
frecuencia hacer banal el misterio, la preponderancia de nuestras palabras, la
repetición de la fraseología que parece más accesible y más agradable a la
gente. Pero esto es un error no solamente teológico, sino también psicológico y
pastoral.
La moda del esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de
distensión y de auto-vaciamiento demuestran que en nuestras liturgias falta
algo. Justamente en nuestro mundo actual tenemos necesidad del silencio, del
misterio por encima del individuo, de la belleza. La liturgia no es la
invención del sacerdote que celebra o de un grupo de especialistas; la liturgia
("el rito") ha crecido en un proceso orgánico durante los siglos,
porta consigo el fruto de la experiencia de la fe de todas las generaciones.
Aunque si los participantes no entienden quizá cada una de las palabras,
perciben el significado profundo, la presencia del misterio, que trasciende
todas las palabras. No es el celebrante el centro de la acción litúrgica; el
celebrante no está delante del pueblo en su nombre, no habla de sí y para sí,
sino "in persona Cristi". No cuentan la capacidad personal del
celebrante, sino sólo su fe, en la que se hace transparente Cristo. "Es
necesario que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30).
3. Jesucristo
Con esta reflexión el tema de Dios ya se ha extendido y
concretizado en el tema Jesucristo: Sólo en Cristo y a través de Cristo el tema
de Dios se vuelve realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el
Dios-con-nosotros, la concretización del "Yo soy", la respuesta al
Deísmo. Actualmente es grande la tentación de reducir Jesucristo, el Hijo de
Dios, sólo a un Jesús histórico, a un hombre puro. No se niega necesariamente
la divinidad de Jesús, sino que con ciertos métodos se destila de la Biblia un
Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en el marco de nuestra
historiografía. Pero este "Jesús histórico" no es sino un artefacto,
la imagen de sus autores y no la imagen del Dios viviente (cf. 2 Cor 4, 4s; Col
1, 15). El Cristo de la fe no es un mito: el así llamado "Jesús
histórico" es una figura mitológica, auto inventada por los diferentes
intérpretes. Los doscientos años de historia del "Jesús histórico"
reflejan fielmente la historia de las filosofías y de las ideologías de este
período.
No puedo, en el marco de esta conferencia, entrar en los
contenidos del anuncio del Salvador. Quisiera brevemente aludir a dos aspectos
importantes. El primero es el seguimeinto de Cristo, Cristo se ofrece como
camino de mi vida. Seguir a Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Una
tentativa similar necesariamente fracasa, sería un anacronismo. El seguimiento
de Cristo tiene una meta mucho más alta: asimilarse a Cristo y, en este modo,
llegar a la unión con Dios. Una palabra como ésta quizás suena extraña a los
oídos del hombre moderno. Pero, en realidad, todos tenemos sed del infinito: de
una libertad infinita, de una felicidad sin límites. Toda la historia de las
revoluciones de los últimos doscientos años se explica sólo así. La droga se
explica así. El hombre no se contenta con soluciones bajo el nivel de la
divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la "serpiente"
(Gén 3, 5), es decir, por la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la
comunión con Cristo, realizable en la vida sacramental. El seguimiento de
Cristo no es un argumento moral, sino un tema "mistérico", un conjunto
de acción divina y de respuesta nuestra.
De esta manera, encontramos presente en el tema de la
secuela el otro centro de la cristología, del cual quisiera decir algo: el
misterio pascual, la cruz y la resurrección. En las reconstrucciones del
"Jesús histórico" normalmente el tema de la cruz no tiene
significado. En una interpretación "burguesa" se vuelve un incidente,
por sí mismo evitable, sin valor teológico; en una interpretación
revolucionaria se vuelve la muerte heroica de un rebelde. La verdad es
diferente. La cruz pertenece al misterio divino, es expresión de su amor hasta
el fin (Jn 13, 1). El seguimiento de Cristo es participación a su cruz, unirse
a su amor, a la transformación de nuestra vida, que se vuelve el nacimiento del
hombre nuevo, creado según Dios (cf. Ef 4, 24). Quien omite la cruz, omite la
esencia del cristianismo (cf. 1 Cor 2, 2).
4. La vida eterna
Un último elemento central de toda evangelización verdadera
es la vida eterna. Actualmente debemos con nueva fuerza anunciar en la vida
diaria nuestra fe. Quisiera mencionar aquí solamente un aspecto muchas veces
descuidado de la predicación de Jesús: El anuncio del Reino de Dios es anuncio
del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha; del Dios que entra en
la historia para hacer justicia. Esta predicación es, por lo tanto, anuncio del
juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o no hacer
lo que quiere. Él será juzgado. Él debe dar cuenta de sus actos. Esta certeza
tiene valor para los potentes así como para los simples. Donde ésta sea
respetada, están trazados los límites de todo poder de este mundo. Dios hace
justicia y sólo Él puede hacerlo a fin de cuentas.
Esto podremos lograrlo mejor, cuanto más estemos en
capacidad de vivir bajo los ojos de Dios y de comunicar al mundo la verdad del
juicio. De esta manera, el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de
las conciencias, es un contenido central del Evangelio y es verdaderamente una
buena nueva. Lo es para todos aquellos que sufren por la injusticia del mundo y
buscan la justicia. De esta modo se comprende también la conexión entre el
"Reino de Dios" y los "pobres", los que sufren y todos
aquellos de los cuales hablan las bienaventuranzas del discurso de la montaña.
Estos están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay
justicia. Este es el verdadero contenido del artículo sobre el juicio, sobre
Dios Juez: hay justicia.
Las injusticias del mundo no son la última palabra de la
historia. Hay justicia. Sólo quien no quiere que haya justicia puede oponerse a
esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la seriedad de la responsabilidad
que nos implica, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir,
la redención, el hecho que Jesús en la cruz asume nuestros pecados; que Dios
mismo en la pasión del Hijo se hace abogado de nosotros, pecadores, haciendo
así posible la penitencia, dando esperanza al pecador arrepentido, esperanza
expresada de manera maravillosa en las palabras de San Juan: delante de Dios,
tranquilizaremos nuestro corazón, cualquier cosa éste nos reproche. "Dios
es más grande que nuestra conciencia, y todo lo conoce" (1 Jn 3, 19s).
La bondad de Dios es infinita, pero no debemos reducir esta
bondad a una cosa melindrosa sin verdad. Sólo creyendo al justo juicio de Dios,
sólo teniendo hambre y sed de justicia (cf. Mt 5, 6) abrimos nuestro corazón y
nuestra vida a la misericordia divina. Se ve: no es verdad que la fe en la vida
eterna hace insignificante la vida terrestre. Por el contrario. Sólo si la
medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida sobre la tierra es
grande y su valor inmenso. Dios no es el otro concursante de nuestra vida, sino
quien garantiza nuestra grandeza. De esta manera volvemos a nuestro punto de
partida: Dios. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no hablamos de muchas
cosas. El mensaje cristiano es en realidad muy simple. Hablemos de Dios y del
hombre, y así decimos todo.
22 enero 2014
El emperador
Miguel Ángel Cadenas
Manolo Berjón
La
historia está repleta de ejemplos donde poder y religión van, o quieren ir, de
la mano. Tiempos ha habido donde la religión quería controlar el poder, aunque
no faltan vestigios actuales: el Irán de los ayatolas. Pero nos parece un
régimen poco apetecible, y un tanto trasnochado. Lo más común al día de hoy es
que sea el poder quien pretenda controlar a la religión. Un ejemplo local: en
Iquitos. Un candidato al gobierno regional, presidente regional en funciones
para más señas, ahora que ya estamos en plena campaña electoral, recoge pasajes
de la Biblia
para presentarse en público, cual nuevo emperador, como un nuevo Mesías. ¿No es
una forma grotesca de utilizar la religión? Sus directores de campaña no solo
carecen de escrúpulos, también de imaginación.
Les
proponemos un viaje hasta inicios de la era cristiana en el imperio romano. Un
brevísimo paseo por la historia nos puede refrescar y ofrecer pistas de
actuación. Pensaban los romanos que cuando un emperador ejercía un servicio
extraordinario al mundo tal gobernante podía llegar a ser divino, divus, diva. De hecho eran deificados. Lo habitual era esperar la muerte
del gobernante para deificarlo, pero hay excepciones. En el caso de Augusto la
deificación llegó durante su vida. Y así se le levantan altares y confiesan su
nombre como a un dios. Augusto era una deidad encarnada. El emperador Augusto
era aclamado como divino, hijo de dios, dios, dios de dios, señor, redentor,
liberador y salvador del mundo. Augusto fue deificado en vida. Una vez abierta
la puerta, los siguientes emperadores no tuvieron ningún inconveniente para ser
considerados hijos de dios, dios mismo. Nótese de pasada que esta religión
romana promueve, sostiene y genera emperadores, no democracias.
Este
era el discurso oficial, de cara a la galería. La propaganda gubernamental
manejaba recursos públicos y el aparato estatal para extender estas creencias a
través de una red de templos, estatuas, monedas… que propiciaba la religión
romana. Sin duda una religión que estaba al servicio del statu quo, sosteniendo el aparato ideológico de un imperio que no
tenía escrúpulos en imponer ‘la paz de los cementerios’. Pero no todo lo hace
el dinero y el poder. Incluso dentro de la clase dirigente aparecen reservas y
burlas. A Séneca se le atribuye una sátira donde se mofa del emperador Claudio
porque ‘ha subido al cielo por comer setas venenosas’, ofrecidas por quien era
su entenado y sucesor en el trono: Nerón. Sí, Claudio se ha convertido en un
dios, ha subido al cielo, pero por comer setas venenosas, no por ser un dios.
Si este
era el discurso público y privado de los que tenían el poder, de la clase
acomodada, es conveniente que nos preguntemos por aquellos que tenían que
obedecer, por los súbditos, por los subalternos. Y es aquí donde el genio del
cristianismo se acrisola y ensaya algunas ideas que nos acompañarán por toda la
historia cristiana. Cierto es que en Rom 13, 1-7 San Pablo nos pide que
obedezcamos a las autoridades “porque la autoridad viene de Dios”. Nótese que
en esta cita nunca se dice que la autoridad es dios, como pretendían los
emperadores. Este texto suele utilizarlo el poder más vil para someter a sus
súbditos. San Pablo llega a esta afirmación porque pensaba que en un tiempo de
predicación y expansión del cristianismo es mejor estar a bien con el poder
para ejercer su ministerio de evangelización sin ningún tipo de obstáculo o
dificultad.
Sin
embargo, quienes acuden a este texto anteriormente citado no tienen en cuenta
que las comunidades cristianas del Apocalipsis consideran al emperador romano
como una Bestia (Ap. 13). Pero no vayamos más allá. Quedémonos en la carta a
los Romanos, una obra magistral de San Pablo. En Rom 1, 3-4 San Pablo nos dirá
que Jesucristo es Hijo de Dios. ¿Se imaginan cómo les sonaría a los primeros
cristianos esto de que Jesucristo es Hijo de Dios? Ellos eran conscientes, por
la propaganda oficial del imperio, que hijo de dios y dios mismo es el
emperador. Ahora los cristianos se atreven a cuestionar los fundamentos
religiosos del imperio, a trastocar todos los valores, a cuestionar el modo de
ejercer el poder.
Cuando
leemos la Biblia
los cristianos extraemos conclusiones para nuestro tiempo y con San Pablo
continuamos diciendo que el Mesías, el Hijo de Dios, Dios mismo, es Jesucristo
y ningún político de turno se puede arrogar dicha prerrogativa. Los cristianos
no estamos de acuerdo, lo demás es pura idolatría. Cierto es que la campaña
electoral hace que políticos inescrupulosos opinen que todo es posible para
alcanzar el poder, “pero no ha de ser así entre ustedes, el que quiera ser el
primero que sea el último”, que nos decía el Maestro.
Para
terminar esta nota apresurada. Augusto, Tiberio, Claudio, Nerón son algunos
nombres de emperadores que se consideraron dios, sus nombres han pasado a la
historia como tales emperadores, nada más. Por cierto, todos ellos fueron
asesinados en las luchas intestinas por el poder. Sin embargo Jesucristo, al
menos para los cristianos, es el Hijo de Dios, Dios mismo. Quienes proclamamos
que Jesucristo es Dios vemos como una gran falta de imaginación presentarse
como el Mesías, además de un gran desacierto y poca, muy poca, imaginación. Como
puede comprobar, sus “asesores espirituales” no han estudiado la Biblia. Un poco más de
aplicación y rigurosidad con un texto normativo para los cristianos le llevaría
a cometer menos excesos. Un mínimo de hermenéutica impide extraer de su
contexto una frase bíblica para aplicarlo a la actualidad, como si no hubieran
transcurrido 2000 años de historia de por medio. A esto se le llama
fundamentalismo, y parece que nuestras autoridades tienden al fundamentalismo.
P.
Miguel Ángel Cadenas
P.
Manolo Berjón
Parroquia
Santa Rita de Castilla
Río
Marañón
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Santa Rita de Castilla
21 enero 2014
Bienaventuranzas
Santo Tomás Moro
Felices los
que saben reírse de sí mismos,
porque nunca
terminarán de divertirse.
Felices los
que saben distinguir una montaña de una
piedrecita, porque
evitarán muchos inconvenientes.
Felices los
que saben descansar y dormir sin buscar
excusas, porque
llegarán a ser sabios.
Felices los
que saben escuchar y callar,
porque
aprenderán cosas nuevas.
Felices los
que son suficientemente inteligentes como para
no tomarse
en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los
que están atentos a las necesidades de los
demás, sin
sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.
Felices los
que saben mirar con seriedad las pequeñas
cosas y con
tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.
Felices los
que saben apreciar una sonrisa y olvidar un
desprecio, porque
su camino será pleno de sol.
Felices los
que piensan antes de actuar y rezan antes de
pensar, porque
no se turbarían por lo imprevisible.
Felices
vosotros si sabéis callar y ojalá sonreír cuando se
os quite la
palabra, se os contradice o cuando os pisen los
pies, porque
el Evangelio comienza a penetrar en vuestro
corazón.
Felices si
son capaces de interpretar siempre con
benevolencia
las actitudes de los demás aun cuando las
apariencias
sean contrarías.
Pasarán por
ingenuos: es el precio de la caridad.
Felices
sobretodo, ustedes, si saben reconocer al Señor en
todos los
que encuentran, entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.
20 enero 2014
Oración ecuménica
Dios, Padre nuestro, sopla en tu pueblo caminante un nuevo aliento. Tú haces nacer la vida en el desierto y brotar agua de la roca. Acoge nuestras dudas y nuestros interrogantes, y hazlos fecundos. Que nosotros mismos y nuestras Iglesias nos podamos ayudar mutuamente cuando te buscamos y tenemos sed de ti.
Quédate con nosotros y manifiéstanos tu presencia llena de afecto cuando el camino es duro y vacilamos. Condúcenos a la unidad que has querido para tu pueblo, por Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro.
Quédate con nosotros y manifiéstanos tu presencia llena de afecto cuando el camino es duro y vacilamos. Condúcenos a la unidad que has querido para tu pueblo, por Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro.
19 enero 2014
«Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor»
Presentamos un
extracto del mensaje del Santo Padre
Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que celebramos hoy en toda la Iglesia. Lo
acompañamos de una imagen del Santo Niño de Cebú, símbolo de la evangelización y
tarea misionera de los PP. Agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Filipinas, que conducen
nuestra parroquia, cuya festividad se celebra también en el día de hoy.
"... Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la
humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a
abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo
de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”. Es impresionante el
número de personas que emigra de un continente a otro, así como de aquellos que
se desplazan dentro de sus propios países y de las propias zonas geográficas.
Los flujos migratorios contemporáneos constituyen el más vasto movimiento de
personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos. La Iglesia, en camino con
los emigrantes y los refugiados, se compromete a comprender las causas de las
migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y
valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino de los
movimientos migratorios.
Al mismo tiempo que animamos el progreso hacia un mundo
mejor, no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la pobreza
en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación,
marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto
de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos
de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan
muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza. Para huir
de situaciones de miseria o de persecución, buscando mejores posibilidades o
salvar su vida, millones de personas comienzan un viaje migratorio y, mientras
esperan cumplir sus expectativas, encuentran frecuentemente desconfianza,
cerrazón y exclusión, y son golpeados por otras desventuras, con frecuencia muy
graves y que hieren su dignidad humana.
La realidad de las migraciones, con las dimensiones que
alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada de
un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una cooperación
internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión. Es importante
la colaboración a varios niveles, con la adopción, por parte de todos, de los
instrumentos normativos que tutelen y promuevan a la persona humana. El Papa
Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla
partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de
destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas
internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos,
con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de
las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart.
enc.Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62). Trabajar juntos por un mundo mejor
exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin
levantar barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes
a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas,
que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son
tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las
dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este
momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y
emigración.
Es importante subrayar además cómo esta colaboración
comienza ya con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores
condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no
sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto
de la dignidad humana. Crear oportunidades de trabajo en las economías locales,
evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de
estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades.
Por último, mirando a la realidad de los emigrantes y
refugiados, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo
mejor, y es el de la superación de los prejuicios y preconcepciones en la
evaluación de las migraciones. De hecho, la llegada de emigrantes, de prófugos,
de los que piden asilo o de refugiados, suscita en las poblaciones locales con
frecuencia sospechas y hostilidad. Nace el miedo de que se produzcan
convulsiones en la paz social, que se corra el riesgo de perder la identidad o
cultura, que se alimente la competencia en el mercado laboral o, incluso, que
se introduzcan nuevos factores de criminalidad. Los medios de comunicación
social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos
compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones
correctas, en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también
describir la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría. En esto se
necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los
refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de
marginación –que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”- a una
actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de
construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. También los medios de
comunicación están llamados a entrar en esta “conversión de las actitudes” y a
favorecer este cambio de comportamiento hacia los emigrantes y refugiados..."
18 enero 2014
El husitismo después de Hus (IV)
Francisco Javier Bernad Morales
Juan Zizka estableció en Kutna Hora, ciudad
que se convirtió en su base de operaciones, una administración en que el
gobierno quedaba en manos de cuatro comités, constituidos respectivamente por
señores, caballeros, burgueses y trabajadores asalariados. Aunque quedaban muy
lejos las aspiraciones revolucionarias de abolir toda jerarquía social, por
primera vez se reconocía a estos últimos el derecho de participar de manera
activa en la vida política. La medida alarmó a los husitas moderados de Praga,
quienes de manera provisional se aliaron con los católicos
romanos. De nada les sirvió, pues fueron derrotados en la batalla de Malesov
(1423) y Zizka se apoderó de Praga. Con ello, parecía hacerse con el control
del país, pero al año siguiente, mientras dirigía una campaña para ocupar
Moravia, pereció víctima de la peste. Le sucedieron en el mando comandantes
extraordinariamente capacitados desde el punto de vista militar, entre los que
destacó pronto el presbítero Procopio el Grande[1].
Se trataba de un hombre cultivado, perteneciente a una acaudalada familia
alemana. Había viajado por diversos países europeos e incluso había visitado
Jerusalén. En la universidad de Praga había tenido ocasión de escuchar a Juan
Hus y sus palabras le había impresionado de tal modo que abandonó lo que parecía
presentarse como un brillante porvenir, para hacerse sacerdote y entregarse a
la predicación. Terminó por marchar a Tabor y romper todos los lazos con su
familia. Allí se mostró como persona afable y conciliadora. Tras la eliminación
de los elementos más radicales, posiblemente vinculados como ya se ha señalado
con la herejía del Libre Espíritu, una nueva querella había enfrentado a los
taboritas con los utraquistas praguenses. En esta ocasión se trataba de la
celebración de la misa. Sostenían los primeros que esta debía ser una ceremonia
sencilla oficiada en checo y de la que debían estar ausentes tanto los cánticos
como las casullas de los sacerdotes. En este contexto, en que desacuerdos de
tal naturaleza acababan a menudo en enfrentamiento armado, Procopio se atrevió
a oficiar misa en Tabor revestido con los ornamentos litúrgicos, con la
finalidad de mostrar a todos la necesidad de abandonar disputas que se le
antojaban triviales. No fue este acto simbólico, sin embargo, lo que hizo
olvidar temporalmente sus divisiones a los seguidores de Hus, sino un nuevo
ataque de los cruzados. Frente a ellos, Procopio alcanzó una victoria que
aseguró su posición. En los años siguientes, bajo su dirección, los ejércitos
husitas realizaron incursiones en Austria, Silesia y Eslovaquia, derrotando a
los señores y difundiendo sus ideas entre los campesinos. En 1429 y 1430
llegaron incluso a ocupar numerosas ciudades de Sajonia y Turingia, incluso
Bamberg, sin apenas resistencia. Federico de Hohenzollern, por la paz de
Beheimstein, se comprometió a pagar un subsidio anual a Bohemia y a permitir la
discusión en Nüremberg de los Artículos de Praga. Tras estos éxitos, Procopio
creyó llegado el momento de proponer una negociación. Esta se entabló
finalmente en Bratislava. En ella, los husitas propusieron al rey Segismundo
que aceptara la comunión bajo las dos especies y los artículos de Praga, lo que
este rechazó. A continuación se organizó una nueva cruzada, que resultó igualmente
derrotada (1431).
[1] También llamado El Imberbe o El Rapado, pues al contario que el resto de los sacerdotes husitas
tenía la costumbre de afeitarse la barba.
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17 enero 2014
San Antonio Abad
Hoy en la Iglesia Católica celebramos la festividad de San Antonio Abad, patrón de los animales domésticos. Presentamos, en su conmemoración, una breve reseña biográfica en forma de dibujos animados para los más pequeños.
16 enero 2014
Tengo necesidad deTi
Cardenal Newman
Dios mío, tengo necesidad de Ti,
necesito que me instruyas cada día,
tal como lo exige la jornada.
Señor, ¡concédeme una conciencia iluminada,
capaz de percibir y comprender Tu inspiración!
Mis oídos están cerrados,
por eso no escucho Tu voz.
Mis ojos están tapados
y por eso no veo Tus signos.
Solamente Tú puedes abrir mis oídos y curar mi vista,
puedes purificar mi corazón.
Enséñame a estar sentado a Tus pies,
y a escuchar Tu palabra.
No me has creado sin una finalidad.
Tengo que completar Tu obra.
En el puesto que me has señalado,
tengo que ser mensajero de paz.
15 enero 2014
¿Es que Cristo está dividido?
Conferencia Episcopal Española
Pablo destaca dos elementos centrales del discipulado cristiano en los que
estamos intrínsecamente ligados a Cristo: el bautismo y la cruz de Cristo. No
nos bautizaron en Pablo, y él no fue crucificado por nosotros; nuestra unidad
es en Cristo y nuestra vida y nuestra salvación vienen de Él. A pesar de esto,
todos participamos en un grupo o en otro, y nuestras Iglesias locales alimentan
en nosotros la fe y nos ayudan a caminar como discípulos de Jesús. La
conclusión del asunto, tanto para Pablo como para nosotros, no es solo nuestro
sentido de pertenencia a una Iglesia particular, sino el propósito de proclamar
la buena nueva, el evangelio al que hemos respondido con fe y alegría. Ahora
debemos compartir este mensaje con el mundo. La conclusión de Pablo nos reta a
preguntarnos si tenemos una buena noticia en Cristo que transmitirnos unos a
otros, o si llevamos división incluso en el nombre de Cristo y, en palabras de
Pablo, vaciando la cruz de su poder.
Materiales para la Semana de Oración por la unidad de los cristianos
14 enero 2014
Inna-i-Baraya. Un canto a la Virgen
La monja maronita Marie Keyrouz canta en árabe a la Virgen.
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13 enero 2014
12 enero 2014
11 enero 2014
Oración por la fe
Pablo VI
Señor, haz
que mi fe sea plena, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo
de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.
Señor, haz que mi fe sea libre; es decir, que tenga el concurso
personal de mi adhesión, acepte las renuncias y los deberes que impone y
exprese el ápice decisivo de mi personalidad: creo en ti, Señor.
Señor, haz
que mi fe sea cierta. Cierta por una exterior congruencia de pruebas y cierta
por un testimonio interior del Espíritu Santo. Cierta por una luz que la
asegure, por una conclusión que la pacifique, por una asimilación que la haga
reposar.
Señor, haz
que mi fe sea fuerte. Que no tema la contradicción de los problemas cuando es
plena la experiencia de nuestra vida ávida de luz. Que no tema la oposición de
quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega; sino que se refuerce en la
prueba íntima de tu verdad, resista la fatiga de la crítica, se corrobore con
la afirmación continua que sobrepasa las dificultades dialécticas y
espirituales en que se desenvuelve nuestra existencia temporal.
Señor, haz
que mi fe sea gozosa y dé a mi espíritu paz y alegría. Que lo habilite para la
oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que en el
coloquio sagrado y en el profano irradie la felicidad interior de su posesión
afortunada.
Señor, haz
que mi fe sea operante y dé a la caridad las razones de su expansión moral, de
manera que sea verdadera amistad contigo y continua búsqueda tuya, continuo
testimonio, alimento continuo de esperanza, en las obras, en los sufrimientos,
en la espera de la revelación final.
Señor, haz
que mi fe sea humilde y no presuma fundarse en la experiencia de mi pensamiento
y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo y no
tenga garantía mayor que la docilidad a la Tradición y a la autoridad del
Magisterio de la Santa Iglesia.
Amén.
10 enero 2014
Gustate et videte. Canto mozárabe.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a Él.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Gloria y honor al Padre, al Hijo,
y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
Aleluya, aleluya, aleluya.
09 enero 2014
Dame Señor
Santo Tomás Moro
Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla,
una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento,
los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.
Concédeme, Señor, un espíritu abandonado,
sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos
experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.
algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla,
una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento,
los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.
Concédeme, Señor, un espíritu abandonado,
sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos
experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.
08 enero 2014
Catequesis sobre el Bautismo
Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Credo, por el cual cada domingo hacemos nuestra profesión de
fe, afirmamos: "Creo en un solo bautismo, para el perdón de los
pecados". Se trata de la única referencia explícita a un Sacramento en el
Credo. Solo se habla del Bautismo allí. En efecto, el bautismo es la
"puerta" de la fe y de la vida cristiana.
Jesús Resucitado dio a sus apóstoles este mandato: "Vayan por
todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se
bautice, se salvará". (Marcos 16:15-16). La misión de la Iglesia es evangelizar y perdonar
los pecados a través del sacramento del bautismo. Pero volvamos a las palabras
del Credo. La expresión se puede dividir en tres puntos: "profeso",
"un solo bautismo", "para la remisión de los pecados".
1.- Primero "Yo confieso". ¿Qué quiere decir esto? Es un
término solemne e indica la gran importancia del objeto, es decir, del
bautismo. De hecho, pronunciando estas palabras, afirmamos nuestra verdadera
identidad como hijos de Dios. El Bautismo es en un cierto sentido el documento
de identidad cristiana, su certificado de nacimiento. Es el certificado de
nacimiento a la Iglesia.
Todos ustedes saben el día en que nacieron. De verdad, ¿no es así?
Celebran los cumpleaños, todos. Todos celebramos el cumpleaños. Pero voy a
hacerles una pregunta que hice otra vez, y que voy a repetir otra vez: ¿quién
de ustedes se acuerda de la fecha de su bautismo? Levanten la mano. ¿Quién de
ustedes? Hay pocos, ¿eh? No muchos. Y no lo pediré a los obispos, para que
pasen vergüenza, ¿eh? Hay pocos, ¿eh? Pero hagamos una cosa, hoy cuando
regresen a casa, pregunten: "¿En qué día fui bautizado?" Busquen.
Éste es el segundo cumpleaños.
El primer cumpleaños es el cumpleaños a la vida y éste es el
cumpleaños a la Iglesia: es el día del nacimiento a la Iglesia ¿Lo harán esto?
Es una tarea, ¿eh?, para hacer en casa: ver el día en que yo nací, y dar gracias
al Señor que ha abierto la puerta a su iglesia aquel día en que yo he recibido
el Bautismo. Vamos a hacerlo hoy.
Al mismo tiempo, al bautismo está unida nuestra fe en el perdón de
los pecados. El sacramento de la Penitencia o Confesión es, de hecho, como un
"segundo bautismo", que tiene siempre como referente el primero para
consolidarlo y renovarlo.
En este sentido, el día de nuestro bautismo es el punto de partida
de un camino, de un camino hermosísimo, de un camino hacia Dios, que dura toda
la vida, un camino de conversión y que continuamente se apoya en el Sacramento
de la Penitencia.
Y piensen también en esto: cuando vamos a confesarnos de nuestras
debilidades, de nuestros pecados, pidamos el perdón de Jesús, pero renovemos
también el Bautismo con este perdón, ¡eso es hermoso! Es como festejar en cada
confesión el día del Bautismo. Y así, la confesión no es una sesión en una
cámara de tortura, es una fiesta para celebrar el día de nuestro Bautismo ¡La
confesión es para los bautizados! ¡Para mantener limpia esta vestidura blanca
de nuestra dignidad cristiana!
2. Segundo elemento: "un solo bautismo". Esta expresión
recuerda la de san Pablo: "Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo" (Efesios 4:05). La palabra "bautismo" significa
literalmente "inmersión", y de hecho este sacramento constituye una
verdadera inmersión espiritual, ¿dónde? ¿En la piscina? No, en la muerte de
Cristo. El Bautismo es propiamente una inmersión espiritual en la muerte de
Cristo, de la que se resucita con Él como nuevas criaturas (cf. Rom 6:04).
Es un lavamiento de regeneración y de iluminación. Regeneración
porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu, sin el cual nadie puede
entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 03:05). Iluminación, porque, por el
Bautismo, la persona humana viene llenada de la gracia de Cristo, "la luz
verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1:09), y disipa las tinieblas del
pecado.
Y por ello, en la ceremonia del Bautismo a los padres se les da
una vela encendida, para indicar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina
desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don, el bautizado está
llamado a convertirse él mismo en "luz", la luz de la fe que ha
recibido, luz para los hermanos, especialmente para aquellos que están en las
tinieblas y no ven ningún destello de luz en el horizonte de sus vidas.
Podemos preguntarnos: ¿el Bautismo, para mí, es una cosa del
pasado, de aquel día, de aquella fecha -que hoy ustedes buscarán cuál es-, o es
una realidad viva, que se refiere a mi presente, en todo momento? ¿Te sientes
fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su sangre, con su resurrección, tú
te sientes fuerte o te sientes mal, sin fuerza? Pero el bautismo da fuerza ¿Con
el Bautismo te sientes un poco iluminado? ¿Te sientes iluminada? Con aquella luz
que viene de Cristo ¿Eres hombre o mujer de luz o eres hombre o mujer oscuro,
sin la luz de Jesús? Piensen en eso. Tomar la gracia del Bautismo, que es un
regalo y convertirse en luz, luz para todos.
3. Por último, una breve mención al tercer elemento: "Para el
perdón de los pecados". Recuerden que el Credo: un Bautismo, creo en el
bautismo para la remisión de los pecados. En el sacramento del Bautismo se
perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales,
así como todas las penas del pecado.
En el Bautismo se abre la puerta a una verdadera novedad de vida
que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que recobra ya la
belleza y la bondad del Reino de los cielos. Es una poderosa intervención de la
misericordia de Dios en nuestras vidas, para salvarnos. Ésta intervención
salvífica no quita nuestra naturaleza humana su debilidad; -todos somos débiles
y todos somos pecadores, ¿eh?- ¡y no nos quita la responsabilidad de pedir
perdón cada vez que nos equivocamos!
Y esto es hermoso. Yo no puedo ser bautizado dos veces, tres
veces, cuatro veces, pero sí que puedo ir a la Confesión y cuando voy a la
Confesión renuevo la gracia del Bautismo. Es como si hiciera un segundo
Bautismo. El Señor Jesús es tan bueno, que nunca se cansa de perdonarnos, me
perdona. Recuerden bien ¿eh?
El bautismo nos abre la puerta a la Iglesia. Buscar la fecha de mi
bautismo, pero también cuando la puerta se cierra un poco a causa de nuestras
debilidades, por nuestros pecados, la Confesión la abre, porque la Confesión es
como un segundo Bautismo, que nos perdona todo y nos ilumina para ir adelante
con la luz del Señor. Vayamos adelante, alegres ¿eh? Porque la vida hay que
vivirla con la alegría de Jesucristo y ésta es una gracia del Señor. ¡Gracias!
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