Papa Francisco
...María está desde siempre presente en el
corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano.
"La Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino —deseo destacarlo
enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen
María" (JUAN PABLO II, Enc. Redentoris Mater, 2). Nuestro itinerario de fe
es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros.
Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de
Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos
que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la
peregrinación de la fe» (CONC. ECUM. VAT. II, Const. Lumen gentium, 58).
Nuestro camino de fe está unido de manera
indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la
ha dado como Madre diciendo: "He ahí a tu madre" (Jn 19,27). Estas
palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese
momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella
hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e
incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe
no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en
el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a
todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que
en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de
las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama
de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los
demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y
continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su
ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a
traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este
modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de
María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro
corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y
la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!
Extracto de la homilía del Papa Francisco de la primera misa de 2014
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