Pablo VI
Señor, haz
que mi fe sea plena, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo
de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.
Señor, haz que mi fe sea libre; es decir, que tenga el concurso
personal de mi adhesión, acepte las renuncias y los deberes que impone y
exprese el ápice decisivo de mi personalidad: creo en ti, Señor.
Señor, haz
que mi fe sea cierta. Cierta por una exterior congruencia de pruebas y cierta
por un testimonio interior del Espíritu Santo. Cierta por una luz que la
asegure, por una conclusión que la pacifique, por una asimilación que la haga
reposar.
Señor, haz
que mi fe sea fuerte. Que no tema la contradicción de los problemas cuando es
plena la experiencia de nuestra vida ávida de luz. Que no tema la oposición de
quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega; sino que se refuerce en la
prueba íntima de tu verdad, resista la fatiga de la crítica, se corrobore con
la afirmación continua que sobrepasa las dificultades dialécticas y
espirituales en que se desenvuelve nuestra existencia temporal.
Señor, haz
que mi fe sea gozosa y dé a mi espíritu paz y alegría. Que lo habilite para la
oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que en el
coloquio sagrado y en el profano irradie la felicidad interior de su posesión
afortunada.
Señor, haz
que mi fe sea operante y dé a la caridad las razones de su expansión moral, de
manera que sea verdadera amistad contigo y continua búsqueda tuya, continuo
testimonio, alimento continuo de esperanza, en las obras, en los sufrimientos,
en la espera de la revelación final.
Señor, haz
que mi fe sea humilde y no presuma fundarse en la experiencia de mi pensamiento
y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo y no
tenga garantía mayor que la docilidad a la Tradición y a la autoridad del
Magisterio de la Santa Iglesia.
Amén.
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