Cirstóbal de Morales (1500-1553) es uno de los máximos representantes de la música renacentista española. Aquí recogemos el Sanctus correspondiente a su Missa Benedicta est Regina caelorum.
31 enero 2013
Cristóbal de Morales. Sanctus
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30 enero 2013
Día de la Paz
Carmen Sáez Gutiérrez
Hoy celebramos en el ámbito educativo el día de la Paz. Nos unimos al evento presentando un vídeo con la canción Que canten los niños de José Luis Perales. Es un día de reflexión, para expresar nuestros deseos de construir la paz, empezando por el entorno más cercano, pues es así, acercando nuestras actitudes a comportamientos impregnados de justicia, respeto y libertad , como vamos ganando el terreno a la violencia y desechando de nuestra vida toda conducta que haga imponer por la fuerza nuestra voluntad. La educación, en tanto que vía de transmisión de valores juega un papel decisivo, al desarrollar en niños y jóvenes una competencia emocional que tenga en cuenta los propios límites en relación a la convivencia con el otro y una competencia social que haga tomar conciencia de la trayectoria histórica de la humanidad para evitar caer en los mismos errores que en el pasado y hacer de la paz nuestro estado de relación con los otros en una sociedad cada vez más justa y democrática.
Hoy celebramos en el ámbito educativo el día de la Paz. Nos unimos al evento presentando un vídeo con la canción Que canten los niños de José Luis Perales. Es un día de reflexión, para expresar nuestros deseos de construir la paz, empezando por el entorno más cercano, pues es así, acercando nuestras actitudes a comportamientos impregnados de justicia, respeto y libertad , como vamos ganando el terreno a la violencia y desechando de nuestra vida toda conducta que haga imponer por la fuerza nuestra voluntad. La educación, en tanto que vía de transmisión de valores juega un papel decisivo, al desarrollar en niños y jóvenes una competencia emocional que tenga en cuenta los propios límites en relación a la convivencia con el otro y una competencia social que haga tomar conciencia de la trayectoria histórica de la humanidad para evitar caer en los mismos errores que en el pasado y hacer de la paz nuestro estado de relación con los otros en una sociedad cada vez más justa y democrática.
29 enero 2013
Ten fe en la primavera
Tal vez necesitemos escuchar un poema de esperanza en estos tiempos de crisis
Pablo Neruda
Pablo Neruda
Donde estés,
donde vivas,
en la última
soledad de este mundo,
en el azote
de la furia terrestre,
en el rincón
de las humillaciones,
hermano,
hermana,
espera,
trabaja firme
con tu
pequeño ser y tus raíces.
Un día para
ti, para todos saldrá
desde tu
corazón un rayo rojo,
florecerás
también una mañana:
no te ha
olvidado, no ¡
La primavera
: yo te lo digo
yo te lo
aseguro porque el cacto terrible,
el erizado
hijo de las arenas
conversando
conmigo
me encargó
este mensaje
para tu corazón
esperanzado.
Y ahora te
lo digo y me lo digo:
hermano,
hermana,
espera,
estoy seguro:
No nos
olvidará la primavera.
28 enero 2013
Santo Tomás de Aquino
Hoy, en la Iglesia, celebramos la festividad de Santo Tomás de Aquino, gran teólogo del siglo XIII, que perteneció a la orden de los dominicos y, en sus estudios, definió cinco vías por las que probar de manera racional la existencia de Dios. Su vida fue una continua búsqueda para alcanzar la verdad y la influencia de su obra ha perdurado hasta nuestros días. Su obra constituye un gran esfuerzo por armonizar las concepciones aristotélicas con la doctrina cristiana. Es el santo patrón de las escuelas católicas y su festividad se celebra en todo el ámbito educativo.
A continuación presentamos un vídeo que reseña su biografía.
27 enero 2013
Iconoclastas e iconódulos (y III)
Francisco Javier Bernad Morales
La
crisis iconoclasta había durado algo más de un siglo, pero sus consecuencias
persistieron durante un tiempo mucho mayor. La definitiva victoria iconódula no
bastó para atenuar los mutuos recelos entre Bizancio y el Papado. Este había
optado en lo político por la alianza con los francos, con lo que se ahondó la
brecha entre la iglesia occidental y la oriental y se preparó el terreno para
el cisma[1];
la intervención franca en los asuntos italianos se vio además acompañada por el
reconocimiento del derecho del Papa a gobernar sobre Italia Central en virtud
de una supuesta donación efectuada por el emperador Constantino[2],
lo que constituyó la legitimación jurídica de los Estados Pontificios. En un
terreno menos directamente político, aquí nos interesa la reflexión sobre el
culto dado a las imágenes, que singulariza a las iglesias Católica y Ortodoxa
no solo frente a las otras religiones monoteístas, como el judaísmo y el islam,
sino también ante las otras confesiones cristianas.
Ya me
he referido a que los iconoclastas sostenían que las imágenes conducían al
pueblo a la idolatría y a que en tiempos de Constantino V rechazaron incluso el
culto a los santos. Mantenían, asimismo, la imposibilidad de representar la
naturaleza divina de Cristo. Antes de entrar en la respuesta iconódula, me
parece conveniente aventurar una hipótesis acerca de las causas de lo que
pudiéramos denominar anomalía católica[3]
en cuanto a las imágenes sagradas. Como es sabido, el cristianismo nace en el
seno del judaísmo con el que comparte una prevención contra la idolatría
tajantemente expresada en el Pentateuco (Torá).
Sin embargo, pronto se difunde entre gentiles acostumbrados de un lado a la
heroización e incluso divinización de personajes admirados por sus hazañas o
simplemente por su poder, y de otro, a honrarlos con estatuas. El problema de
la posición ante la cultura pagana está presente en las primeras reflexiones
cristianas. Tertuliano lo resuelve con un rechazo total de aquella. De haber
triunfado su intransigencia, el cristianismo se habría conservado como un
cuerpo extraño dentro del Imperio, pero la realidad fue mucho más compleja, y
finalmente emergió una síntesis en que la nueva religión adoptó gran parte de
la herencia clásica, aunque reinterpretándola a la luz del monoteísmo. Los
mártires pasan a ocupar el lugar que en la mentalidad pagana había
correspondido a los héroes. Al respecto, sabemos por San Agustín que al menos
en África y en la región de Milán existía en el siglo IV la costumbre de acudir
con comida y vino a los sepulcros de los mártires, y que San Ambrosio la
prohibió en su diócesis, debido a su semejanza con la superstición de los
gentiles[4].
El hecho muestra que los cristianos mantenían numerosas prácticas procedentes
del paganismo. Ante ello, la Iglesia se ve precisada a establecer una rigurosa
distinción entre latría, la adoración que solo a Dios puede lícitamente darse,
y dulia, la veneración por los santos. La distinción no es de grado, sino de
naturaleza. Por tanto, deben rechazarse todas aquellas actitudes que se presten
a confusión y sugieran que se da un culto indebido a las criaturas. En cuanto a
las imágenes, en ellas no se venera la materia, sino aquello que representan.
Sin embargo, aunque la distinción es clara, en el momento de desarrollo del
movimiento iconoclasta, no faltaban comportamientos que indican que no todos
los devotos la entendían, lo que justifica al menos en parte el rechazo a las
imágenes. En el curso del enfrentamiento, los iconódulos se ven obligados a
definir su posición con la mayor claridad, a fin de deslindarla de cualquier
identificación con la idolatría. En este sentido, podemos decir que la crisis
constituyó una llamada de atención frente a excesos que siempre han acechado a
la Iglesia.
Algo
similar ocurrió en el siglo XVI, cuando la Reforma protestante puso nuevamente
de manifiesto como la veneración por santos, reliquias e imágenes, podía rayar
en idolatría.
Incluso
en nuestros tiempos, el Concilio Vaticano II ha vuelto sobre el asunto, al
mantener las imágenes sagradas, pero advertir del peligro que pueden suponer si
no son bien interpretadas:
Manténgase firmemente la práctica de exponer
en las iglesias imágenes sagradas a la veneración de los fieles; hágase, sin
embargo, con moderación en el número y guardando entre ellas el debido orden, a
fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción
menos ortodoxa[5].
[1] Tras una primera ruptura en
tiempos del emperador Miguel III y del patriarca Focio (857), el cisma
definitivo se produjo en 1054, cuando el cardenal Humberto, enviado a
Constatantinopla por el papa León IX, y el patriarca de Constantinopla Miguel
Cerulario se excomulgaron mutuamente.
[2] El humanista romano Lorenzo
Valla demostró en 1440 que el documento en que se amparaba la supuesta donación
era una falsificación elaborada en tiempos del rey franco Pipino el Breve.
[3] Los ortodoxos admiten, tras la
querella iconoclasta, el culto a los iconos, pero se muestran reticentes ante
las representaciones escultóricas.
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25 enero 2013
Jesús, tierra de todos
Bajo el lema Con los niños de Europa... acogemos como Jesús, el próximo domingo día 27 celebramos en la Iglesia la Jornada de la Infancia Misionera, un día especial en que los niños se muestran solidarios con otros niños del mundo que tienen necesidad de ayuda material, y también oran de manera especial para que todos conozcamos un poco mejor a Jesús. Es un día de encuentro con otras culturas, de acogida, de respeto y testimonio del amor que hemos recibido para compartir.
A continuación presentamos el vídeo realizado por OMP con motivo de la celebración de esta jornada en el año 2013 que presenta a Jesús como nexo de unión entre los pueblos.
Iconoclastas e iconódulos (II)
Francisco Javier Bernad Morales
La situación comenzó a cambiar a la muerte de Constantino. Irene, la esposa de su hijo León IV, era iconódula y cuando el nuevo emperador falleció de manera inesperada a los treinta años de edad (780), quedó como regente durante la minoridad del heredero, Constantino VI. En el año 786, convocó un Concilio Ecuménico en Constantinopla, pero una rebelión de militares iconoclastas obligó a aplazarlo al año siguiente y a trasladarlo a Nicea[1]. En él, finalmente, se restauró el culto a las imágenes. Sin embargo, el partido iconoclasta aún conservaba gran parte de su fuerza y cuando Irene intentó que el ejército la reconociera como única emperatriz legítima este se negó y proclamó su fidelidad a Constantino VI. Pero el nuevo emperador perdió pronto su popularidad al repudiar a su esposa para contraer un nuevo matrimonio. El 15 de agosto de 797, Irene recuperó el poder y gobernó en adelante no ya como regente, sino como emperatriz tras ordenar que sacaran los ojos a su hijo, quien según algunas fuentes falleció poco después a causa de las heridas.
La situación comenzó a cambiar a la muerte de Constantino. Irene, la esposa de su hijo León IV, era iconódula y cuando el nuevo emperador falleció de manera inesperada a los treinta años de edad (780), quedó como regente durante la minoridad del heredero, Constantino VI. En el año 786, convocó un Concilio Ecuménico en Constantinopla, pero una rebelión de militares iconoclastas obligó a aplazarlo al año siguiente y a trasladarlo a Nicea[1]. En él, finalmente, se restauró el culto a las imágenes. Sin embargo, el partido iconoclasta aún conservaba gran parte de su fuerza y cuando Irene intentó que el ejército la reconociera como única emperatriz legítima este se negó y proclamó su fidelidad a Constantino VI. Pero el nuevo emperador perdió pronto su popularidad al repudiar a su esposa para contraer un nuevo matrimonio. El 15 de agosto de 797, Irene recuperó el poder y gobernó en adelante no ya como regente, sino como emperatriz tras ordenar que sacaran los ojos a su hijo, quien según algunas fuentes falleció poco después a causa de las heridas.
Los
años siguientes fueron convulsos. El papado, pese al triunfo iconódulo, mantuvo
una estrecha relación con los francos, lo que terminó definitivamente con la
influencia bizantina en la Italia central, mientras que en los Balcanes, las
correrías búlgaras se hacían cada día más audaces y en Anatolia se sucedían las
derrotas frente a los árabes. Solo a costa del pago de cuantiosos tributos pudo
el Imperio comprar su supervivencia. El descontento se manifestó en sucesivas
sublevaciones militares que alzaron a
emperadores efímeros. En el año 813, durante un combate contra los búlgaros en
Versinicia (Tracia), halló la muerte el emperador Miguel Rangabe, al ser
abandonado en plena batalla por uno de sus más influyentes generales. Este, que
se hizo aclamar por los restos del ejército, retornó a Constantinopla
convertido en emperador con el nombre de León V. Pensaba que las victorias y la
estabilidad durante los largos reinados de León III y Constantino V se debían a
su política iconoclasta por lo que los adoptó como modelos. En 814 ordenó al
patriarca Nicéforo que retirara las imágenes de Santa Sofía, pero este, al
igual que anteriormente hiciera Germán, se negó, por lo que tras permanecer
arrestado durante un tiempo en su palacio fue obligado a dimitir. Una vez que
León contó con un patriarca adicto, convocó un sínodo que restableció la
iconoclastia (815). A su vez, los obispos francos convocados en París por Luis
el Piadoso denunciaron la iconoclastia (825). En cualquier caso, León V no
desató una persecución contra los iconódulos, salvo algunas condenas al
destierro para los monjes más radicales. Mostró además un gran interés por
evitar los abusos en la administración de justicia, y fortificó los territorios
más amenazados por los búlgaros. Sin embargo, no pudo asegurar la continuidad
de su obra. Una conspiración puso fin a su reinado (820) y a continuación se
inició una guerra civil. Estos conflictos internos facilitaron que los árabes
conquistaran Creta y Sicilia. Hasta el reinado de Teófilo (829-842) no se
advierten síntomas de recuperación: revitalización de los intercambios
comerciales, desarrollo de los cultivos cerealísticos en Tracia o aumento de la
circulación monetaria.
A la
muerte de Teófilo, su viuda, Teodora, gobernó como regente en nombre de su hijo
Miguel de tres años de edad. Con ella se
restableció de manera definitiva (843) el culto a las imágenes.
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Segundo Concilio de Nicea
24 enero 2013
El hijo del hombre
Presentamos un hermoso himno del compositor ruso Pavel Chesnokov (1877-1944).
22 enero 2013
Resistencia, profecía y utopía en la Iglesia hoy
Recopilación
de información efectuada por Paco Alcalá, como reconocimiento, agradecimiento y
admiración hacia quien fue mi profesor y amigo.
Nicolás Castellanos Franco publicó:
"Resistencia, profecía y utopía en
|
Una invitación a creer que otra Iglesia y otro mundo son posibles…
Fecha de aparición del libro: 5/09/2012 - 120 pág. - (Editorial Herder)
Nicolás
Castellanos es un destacado religioso agustino español que alcanzó notoriedad
en 1992 cuando dimitió como obispo de Palencia para dedicarse a la labor
misionera en Bolivia, país en el que reside desde entonces. Su labor le valió
en 1998 el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y la Medalla al Mérito
Municipal por el Honorable Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Asimismo
ha recibido la Medalla
de Oro al Trabajo (2006)…, entre otros reconocimientos.
Reseña del editor:
Frente a esa dinámica que Juan Pablo II
definió proféticamente como «ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada
vez más pobres», el texto que el lector tiene en sus manos muestra que otra
Iglesia y otro mundo son no solo posibles sino necesarios.
Como el autor señala con coraje, la Iglesia podría tener mucho que decir en la actual
crisis si se mantuviese fiel al Evangelio y no quebrantase la voluntad de
Dios apelando a tradiciones humanas, por lo que esta institución debería
adoptar una actitud caracterizada por la resistencia, la profecía y la utopía;
una utopía que se haga creíble «en pequeños gestos liberadores», en medio de
tanta mentira, frustración y desesperación. Como el propio Castellanos sugiere,
citando a Albert Camus, «ya que no tenemos poder contra el dolor, hagamos algo para
solucionar la miseria».
“No sé por qué la Iglesia española guarda
silencio; es el momento de denunciar como los profetas”.
Nicolás Castellanos es uno de los últimos
profetas que nos quedan. Tanto, que llegó a abandonar su palacio episcopal en
Palencia para vivir con los más pobres. El obispo Nicolás Castellanos
sigue creyendo en la utopía, mucho más en una Iglesia, y en una sociedad,
marcadas por la crisis y la apatía. Fruto de este convencimiento es “Resistencia, profecía y utopía en la Iglesia hoy”.
Se trata de toda una invitación a creer que
otra Iglesia y otro mundo son posibles.
El libro cuenta, además, con dos joyas
añadidas: Un prólogo de Pedro
Casaldáliga y un epílogo de José Ignacio González Faus.
"Una Iglesia que sea más hogar que
cárcel, que sea más tienda de campaña que torreón defensivo. Creo en una
Iglesia que se aleje del poder, del tener y del saber como armas de opresión, y
que en actitud de despojo comparta con los más pobres, al estilo de Jesús, lo
que tiene y lo que sabe", manifestó Castellanos en la presentación de su
libro, quien también reivindicó la necesidad de "recuperar el espíritu, la
letra, la mística del Concilio Vaticano II".
Nicolás aseguró haber escrito este libro
pretendiendo alentar tres grandes actitudes: "resistencia, sin
claudicaciones, sin amarguras, sin miedo a todo aquello que se opone al Reino y
a la Iglesia
como signo y sacramento del Reino; profecía en el anuncio,
denuncia en consolación y en ejercicio multiplicado de misericordia, compasión
y solidaridad; utopía, la
Iglesia como espacio del sueño del Dios de Jesús”.Una Iglesia crítica consigo misma, como
dijera antes de morir el cardenal Martini, sin miedo y con coraje, abierta a
los interrogantes y a una "Iglesia siempre reformada", movida por
"la pasión por Jesús, por la
Iglesia y por la justicia social y la opción por los pobres”.
En la
presentación del libro en el ICAI de Madrid, Nicolás estuvo acompañado, además
del editor, por destacadas personalidades, quienes se expresaron, sobre la obra
y su autor, en los siguientes términos:
"Nos convendría ser de los de Nicolás", argumentó José Bono, quien afirmó que
Castellanos "es un punto de referencia", y su libro "una
denuncia". "Pertenezco a la Iglesia porque hay gente como tú", apuntó el
ex presidente del Congreso, quien agradeció al autor que fuera "testimonio
para los que estamos entristecidos. No estamos solos y queremos seguir perteneciendo a esta Iglesia, que no
da lecciones sino testimonio".
Por su parte, el vicepresidente del
Senado, Juan José Lucas,
recordó cómo la tarea de hombres como Nicolás Castellanos "está transformando la realidad",
frente al ejemplo de otras entidades, incluida la propia jerarquía
eclesiástica, donde "no siempre detectamos que la humildad sea una de sus
grandes virtudes".
Otro de los presentadores fue un gran amigo
de Castellanos, el padre Ángel. El
fundador de Mensajeros de la Paz
declaró que "soy de los tuyos, y también soy de los otros, de los de Bono
y de los de Lucas, y creo en la iglesia aunque a veces sea incómodo o me sienta
incómodo". "Amo a la Iglesia de Nicolás, a la
que representas, a la Iglesia
de Vicente Ferrer, la de Pedro Casaldáliga (Autor del prólogo del
libro. El epílogo, es de González Faus), la de Yunus o la del doctor de la
lepra Joaquín Sanz", añadió el sacerdote, quien recordó sus visitas a la
"catedral" de Castellanos en Bolivia.
Por su parte, el director de Religión
Digital, José Manuel Vidal,
apuntó que el libro de Castellanos "no sólo es el libro de un obispo (que también), sino el de un profeta.
De los que predican con el ejemplo. De los buenos samaritanos, que nunca
condenan y bendicen siempre. De los que cumplen la doble función profética de
anunciar y denunciar. Y, a la hora de denunciar, dejan palacios y mitras y se
van al altiplano boliviano".
Sobre el libro, Vidal destacó que "es
más que un 'Indignaos' eclesial. Es
un libro para espolearnos a salir de la indiferencia; para ayudarnos a
dejar ya el camino de la mística de la resistencia pasiva; para pasar a la
resistencia activa y, desde ella, luchar por la utopía del Reino que exige una
Iglesia mejor, con menos poder y más entrañas de misericordia".
¡¡¡
Gracias por todo, Nicolás !!!
La amistad,un tesoro por descubrir
Carmen Sáez Gutiérrez
FUENTES MENDIOLA, ANTONIO. La amistad. Un
tesoro por descubrir. Ed. Palabra. Madrid, 2012, 19 x 12, 280 pp.
Antonio Fuentes
Mendiola, sacerdote y doctor en Teología, ha sido profesor de Sagrada Escritura
en varias universidades, entre ellas, en Navarra. También ha desarrollado su
labor como párroco y capellán de varios colegios mayores. Autor de numerosas
obras, nos presenta en este volumen un auténtico tratado acerca de la amistad,
entendida como un sentimiento de afecto puro y limpio hacia la otra persona con
quien se sintoniza, fundamentada en el concepto cristiano de amor, pero ajena a
cualquier expresión erótica.
El libro consta
de dos partes. En una primera, tras hacer un recorrido por las diversas maneras
de concebir la amistad en el mundo clásico, en las fuentes bíblicas y en
distintos escritores cristianos, entre los que destaca, sin duda, a San Agustín
de Hipona y a Santo Tomás de Aquino, pasa a describir los rasgos diferenciales
de la auténtica amistad: afinidad, reciprocidad, comprensión, confianza,
lealtad, así como las actitudes necesarias para cultivarla: grandeza de
corazón, entrega, escucha, confianza.
En la segunda
parte, nos invita a mirarnos en el espejo de Jesús, como Maestro que nos
ilumina en nuestro hacer. Analiza cómo nos
enseñó a vivir la amistad en su paso por el mundo, a la luz de los Evangelios,
a través de los testimonios de la relación con distintos amigos, tanto hombres
como mujeres, que fueron apareciendo, y
especialmente con sus discípulos. También nos ofrece unas orientaciones para
hallar la amistad y nos anima a dar testimonio de nuestra fe ante los amigos.
Es un libro
denso, con mucho contenido, que sin lugar a dudas, constituye una buena guía
para vivir con sentido cristiano la amistad. En cierta manera, también es un
libro de autoayuda, pues ofrece consejos, llenos de fundamento, para
establecer relaciones sanas con los otros.
21 enero 2013
Iconoclastas e iconódulos (I)
Francisco Javier Bernad Morales
En el
año 726, el emperador bizantino León III el Isáurico ordenó la retirada de la pintura
de Cristo situada sobre la puerta de bronce del gran palacio, y su sustitución
por una simple cruz. Tal decisión, que provocó un tumulto en que la multitud
dio muerte a uno de los soldados encargados llevarla a cabo, constituye el
inicio de un problema que desgarró a la Iglesia de Oriente durante más de un
siglo, en tanto que el Imperio se debatía en un agónico enfrentamiento con
árabes y búlgaros. León, pese a su
apelativo, no procedía de Isauria, sino de Siria, y siendo estratego[1]
del thema de Anatolia, se había
sublevado con el apoyo de su provincia y de Armenia contra Teodosio III, a su
vez un usurpador, quien, ante el avance rebelde renunció a la corona y se
retiró a un monasterio (717). Los primeros momentos del nuevo reinado fueron
extremadamente difíciles. En ese mismo año el califa Solimán consiguió bloquear
Constantinopla por mar y por tierra, pero tras doce meses de asedio, hubo de
retirarse. En los años siguientes, aunque la guerra continuó, su suerte fue por
lo general favorable a los bizantinos, y León
pudo llevar a cabo reformas administrativas, judiciales y financieras,
que contribuyeron a la estabilización del Imperio.
El
apoyo del ejército y la popularidad adquirida con la victoria, le animaron a
poner en práctica sus ideas de reforma religiosa. En su opinión, las
representaciones plásticas de la Sagrada Familia, de los Apóstoles y de los
santos conducían al pueblo hacia la idolatría, por lo que decidió su
destrucción. Se encontró, sin embargo, con la oposición del patriarca Germán, a
quien ordenó en 730 que aprobara el edicto que prohibía el culto a los iconos.
Al negarse este, el emperador convocó el consejo supremo de los funcionarios
bizantinos, tanto laicos como eclesiásticos (Silention), quienes condenaron a Germán, que hubo de dimitir. Su
puesto fue ocupado por el iconoclasta Anastasio, que fue excomulgado por el
papa Gregorio II. Se agravaron de esta manera las ya antiguas tensiones entre
Roma y Constantinopla, en un momento en que los papas se sentían amenazados por
el avance de los lombardos. El conflicto con Bizancio hizo que se vieran
obligados a recurrir a la protección de los francos, lo que tuvo inmensas consecuencias
políticas en el futuro, entre ellas la creación de los Estados Pontificios y la
coronación imperial de Carlomagno (800).
Frente
a los iconoclastas, los iconódulos, entre los que descolló San Juan Damasceno,
sostenían que era falsa la acusación de idolatría, pues, las imágenes no son
adoradas, sino veneradas debido a aquello que evocan. Son los libros en los que
quienes no saben leer pueden aprender las verdades de la religión.
Constantino
V, hijo y sucesor de León III, continuó e incluso radicalizó la política
religiosa de su padre. Hizo que las sedes episcopales vacantes fueran ocupadas
por iconoclastas y creó otras nuevas. Cuando se sintió con suficiente fuerza convocó
en el palacio de Hieria un concilio que pretendió ecuménico, pero al que solo
asistieron obispos orientales fieles (754). En él se ordenó la destrucción de
todas las imágenes y se anatematizó a los iconódulos más destacados, como Juan
Damasceno y el expatriarca Germán. La
persecución se tornó violenta y conllevó diversas condenas a muerte.
Finalmente, incluso se rechazaron como heréticas las oraciones a los santos.
Por otra parte y al igual que su padre, Constantino fue un buen administrador y
un brillante militar que supo mantener a raya a árabes y búlgaros.
[1] El estratego concentraba, desde
las reformas del siglo VII, la autoridad política y militar de una provincia (thema).
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20 enero 2013
Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo
Eva San Martín
Cáritas anuncia que vivir con sencillez puede ser la respuesta a
muchas de nuestras insatisfacciones y vacíos, a nuestras soledades y hastíos.
El consumo se ha convertido en el dios de todos, en una presencia que nos rodea
y que dirige lo que hacemos, soñamos y buscamos. La falta de empleo se ha
convertido en una gran pandemia en los países del norte, que se suma a la
realidad que cientos de países empobrecidos viven desde hace más de treinta
años, y amenaza nuestra capacidad de consumo y de relación, porque para
relacionarnos también necesitamos consumir[…]
Una de las consecuencias más dramáticas de la crisis económica y moral
que padecemos es la falta de empleo, y constituye la peor cara de la crisis
porque las cifras y las estadísticas han adoptado rostro, nombre y apellidos,
historia y vida. Hoy nos enfrentamos, como en muchos momentos de la historia y
en muchos lugares del mundo, ante el problema de conseguir trabajo.
El problema del paro no es
coyuntural, es estructural. No responde a una mala situación económica, sino al
propio funcionamiento del sistema económico hegemónico en el mundo. Hemos
vivido una ilusión durante los primeros años del presente siglo, fruto de la
construcción sin control, con un nivel de especulación nunca visto, que ha
permitido trabajar a muchas más personas pero durante un tiempo ficticio, al
tiempo que se han generado unas ganancias económicas desorbitadas para algunos
y un endeudamiento “fácil” para otros. Nos hemos olvidado de que la gente
necesita el trabajo no sólo para pagar las cuentas, poner alimentos en la mesa
y conservar sus hogares, sino también para expresar su dignidad humana y
enriquecer y consolidar la comunidad. (Cfr. Gaudium
el Spes, 34)
Rev. Cáritas nº 542, diciembre
012
18 enero 2013
Ante la inmigración
Francisco Javier Bernad Morales
En
épocas como la actual en que padecemos graves dificultades de orden económico,
a menudo hallan eco voces que, apelando a un oscuro egoísmo identitario,
denuncian al extranjero como usurpador de supuestos beneficios que, afirman,
deberían reservarse a los nacionales. El
mensaje que transmiten es muy simple, pues se reduce a una apelación a la
solidaridad del grupo frente a quienes por definición quedan excluidos de él:
los forasteros, los extraños, aquellos que han venido de otro lugar… No aportan
soluciones, pero señalan un culpable, alguien contra quien dirigir la
frustración de quienes no encuentran trabajo, o simplemente de aquellos cuyas esperanzas
de futuro se tornan inseguras. Frente a la tentación xenófoba, los cristianos
debemos responder con la apelación a la profunda unidad del género humano,
hemos, pues, de recordar que todos somos hermanos y que el inmigrante es
nuestro prójimo. Así se proclama en el Levítico y se repite en el Deuteronomio
Como a uno de vuestros indígenas habéis de
considerar al extranjero que con vosotros es huésped y le amarás como a ti
mismo, pues extranjeros habéis sido en el país de Egipto (Levítico, 19, 3).
No abominarás del idumeo, pues es hermano
tuyo. Tampoco abominarás del egipcio, porque fuiste extranjero en su país
(Deuteronomio, 23, 8).
De la
misma manera insiste el Concilio Vaticano II:
La justicia y la equidad exigen también que
la movilidad, la cual es necesaria en una economía progresiva, se ordene de manera
que se eviten la inseguridad y la estrechez de la vida del individuo y de su
familia. Con respecto a los trabajadores que, procedentes de otros países o de
otras regiones, cooperan en el crecimiento económico de una nación o de una
provincia, se ha de evitar con sumo cuidado toda discriminación en materia de
remuneración o de condiciones de trabajo. Además, la sociedad entera, en
particular los poderes públicos, deben considerarlos como personas, no
simplemente como meros instrumentos de producción, deben ayudarles para que
traigan junto a sí a sus familias, se procuren un alojamiento decente favorecer
su incorporación a la vida social del país o de la región que los acoge
(Constitución Gaudium et spes, 66).
No ver
en el extranjero a nuestro prójimo implica rechazar al Creador y, por tanto, a
Cristo, pues quien lo hace, en lugar de amor, siembra odio.
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17 enero 2013
La compasión como principio de acción
José Antonio Pagola
Lo que define a ese Dios que quiere reinar en el mundo no es el poder,
sino la compasión. No viene a imponerse y dominar al ser humano. Se acerca para
hacer nuestra vida más digna y dichosa. Esta es la experiencia que comunica
Jesús en sus parábolas más conmovedoras y la que inspira toda su trayectoria al
servicio del reino de Dios. Jesús no puede experimentar a Dios por encima o al
margen del sufrimiento humano. La compasión es el modo de ser de Dios, su forma
de mirar al mundo, lo que le mueve a hacerlo más humano y habitable.
Es precisamente esta compasión de Dios la que hace a Jesús tan
sensible al sufrimiento y a la humillación de las gentes. Lo que lo atrae hacia
las víctimas inocentes: los maltratados por la vida o por las injusticias de
los poderosos. Su pasión por este Dios del reino se traduce en compasión por el
ser humano […]
Desde su experiencia radical de
la compasión, Jesús introduce en la historia un principio decisivo de acción:
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6, 36). La compasión es la
fuerza que puede mover la historia hacia un futuro más humano. La compasión
activa y solidaria es la gran ley de la dinámica del reino. La que nos ha de
hacer reaccionar ante el clamor de los que sufren y movilizarnos para construir
un mundo más justo y fraterno. Esta es la gran herencia de Jesús que los
cristianos hemos de recuperar hoy.
ALEIXANDRE, D., MARTÍN VELASCO,
J., PAGOLA, J. A. Fijos los ojos en
Jesús. En los umbrales de la fe. PPC, 2012, pp. 163-164
15 enero 2013
No llores si me amas
En el día de hoy celebramos, en la
familia agustiniana, la Conmemoración de los familiares difuntos y lo hacemos desde la
fe en Cristo Resucitado y con la esperanza del reencuentro en el Padre que nos
ama. Es un día de acción de gracias por la vida compartida con quienes nos han
precedido en el camino hacia el Padre y nos han dejado la huella de su
testimonio mientras han vivido con nosotros y, también, de alegría, por la
certeza de que, aunque la separación y el duelo resulten difíciles, la muerte
no tiene la última palabra.
Reproducimos a
continuación una bella oración agustiniana.
San Agustín
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si supieras oir el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los campos eternos de los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar como yo, la Belleza ante la cual las demás bellezas palidecen!
¿Cómo?
Tú que me has visto y me has amado en el mundo, país de las sombras,
¿no te resignarás al verme ahora en el cielo, país de las inmutables realidades?
Créeme,
cuando la muerte venga a romper las ligaduras,
como ha roto las que a mí me encadenaban
y cuando llegue un día,
que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este Cielo en que ha precedido la mía....
Ese día volverás a ver aquella que te amaba y te sigue amando
y encontrarás su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurada,
extática, feliz,
no ya esperando la muerte,
sino en senderos de LUZ y de la VIDA,
bebiendo con embriaguez a los pies de DIOS,
un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Por eso, enjuga tu llanto y no llores, si me amas.
¡Si supieras oir el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los campos eternos de los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar como yo, la Belleza ante la cual las demás bellezas palidecen!
¿Cómo?
Tú que me has visto y me has amado en el mundo, país de las sombras,
¿no te resignarás al verme ahora en el cielo, país de las inmutables realidades?
Créeme,
cuando la muerte venga a romper las ligaduras,
como ha roto las que a mí me encadenaban
y cuando llegue un día,
que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este Cielo en que ha precedido la mía....
Ese día volverás a ver aquella que te amaba y te sigue amando
y encontrarás su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurada,
extática, feliz,
no ya esperando la muerte,
sino en senderos de LUZ y de la VIDA,
bebiendo con embriaguez a los pies de DIOS,
un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Por eso, enjuga tu llanto y no llores, si me amas.
14 enero 2013
Dolor
Francisco Javier
Bernad Morales
Hay días en los que sin motivo
aparente sentimos el corazón oprimido por un dolor intenso. Sin saber por qué,
se presentan ante nosotros las imágenes de todas las personas a las que hemos
amado y que hemos perdido. Todos aquellos a quienes quizá no dijimos con la
suficiente claridad lo que significaban para nosotros. Quizá incluso en algún
momento los tratamos con displicencia. Puede que necesitaran una palabra
nuestra, pero permanecimos en silencio. Pensábamos que habría tiempo para
explicaciones, que los malentendidos podrían aclararse, y dejábamos discurrir
días y días sin hablar de lo que realmente importaba. Transcurrieron así los
meses y los años y demoramos solicitar su perdón. No hablo de grandes faltas,
sino de pequeños gestos cotidianos, que quizá pasaron para todos, incluso para
el ofendido, inadvertidos. Acaso no dejaran otra huella que esa herida interior
que hoy vuelve a sangrar. Sabemos que en determinado momento fuimos crueles con
alguien que nos quería y, aunque ahora nos arrepentimos, ya ha pasado el
momento en que podíamos solicitar su perdón. Una palabra, un gesto, un silencio,
dejan una marca dolorosa, una llaga que cuando menos lo esperamos torna a
abrirse y nos causa un pesar que con nada se alivia. Son tantos los que ya no
nos acompañan que apenas podemos evocarlos a la vez en la memoria.
Lo
que voy a contar es vulgar, tanto que dudo en calificarlo de historia, pues
quizá, al igual que los fenómenos naturales, se haya repetido una y otra vez en
mil formas solo superficialmente distintas. Un joven mira el mundo con la feroz
audacia que le proporcionan sus poco más de veinte años. Ensoberbecido por la
fuerza que cree descubrir en su voluntad, apenas puede disimular el disgusto ante las palabras de su abuela.
Habla esta de las pequeñas miserias de un tiempo pasado, pero lo que indigna al
nieto es la conformidad con el destino que trasluce el relato de la anciana. No
puede entender que alabe la humildad, y termina por recriminárselo. Se atreve a
censurarla por no haber reaccionado con rebeldía. No hay más, la mujer se
encierra en el silencio, quizá absorta en los remotos recuerdos de una juventud
apenas disfrutada.
Pasarán
los años, y la vida terminará por abatir la arrogante suficiencia del nieto. El
mundo, que en la juventud se le mostraba, como una pintura de Caravaggio, con
nítidos contrastes entre áreas iluminadas y zonas de tinieblas, ha adquirido los
variados matices de un cuadro de Millet. Por fin comprende que esa abuela, a la
que tanto tiempo atrás menospreció, comparte
la serena dignidad de los campesinos que rezan el Ángelus y de las espigadoras.
Pero ya es tarde. La anciana se fue sin ruido, igual que había vivido.
Ahora
el nieto, ya un hombre maduro, siente cada día el dolor causado por unas
palabras que quizá tan solo a él le hicieron daño. Sabe que su abuela, esa
mujer humilde, quedó viuda en Madrid con cuatro niños pequeños, un año antes de
que comenzara la Guerra Civil, que trabajó incansable cosiendo día y noche para
salir adelante, que un vecino miserable, cuando ya las tropas de Franco
entraban en la ciudad, le arrebató los pocos objetos de valor que poseía y que
el tifus la tuvo al borde de la muerte. Sin embargo, ella continuó
inquebrantable y sus hijos crecieron, se hicieron adultos y formaron nuevas
familias. Entiende al fin el nieto que su abuela no se resignó ante el destino,
sino que lo afrontó decidida y valerosamente, pero ya no cabe manifestarle
gratitud, ya nunca podrá decirle hasta qué extremo la admira. Por eso hoy le duele
el corazón.
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13 enero 2013
Te llevo en mis entrañas dibujada
Emma Martínez Ocaña
Ahora que estamos en el inicio de un nuevo año, con nuevos proyectos e ilusiones, con el deseo de dejar atrás lo que se nos ha mostrado inútil y buscar máximas nuevas, que nos guíen por caminos distintos, tal vez convenga detenernos en estas recomendaciones que Emma Martínez Ocaña nos hace en su libro Te llevo en mis entrañas dibujada, publicado por la editorial Narcea, en el pasado 2012.
• DEJA DE CORRER, párate, mira y observa
• DEJA DE CORRER, párate, mira y observa
• DETÉN TUS OJOS para que puedan pasar de una mirada dispersa y superficial a una mirada lucida y profunda sobre la realidad, sin cerrarlos a la dureza del dolor y la injusticia; de una mirada anónima y dominadora a una mirada gratuita que “tuifica”; de una mirada excluyente a una mirada inclusiva, dadora de vida.
• DESCÁLZATE de tus razonamientos, discursos, pre-juicios, creencias, teorías y seguridades…Deja que tu desnudez te haga pisar el terreno siempre apasionante del silencio o, mejor aún, deja que el silencio se haga en ti y te haga a ti.
• DESCÁLZATE de tus razonamientos, discursos, pre-juicios, creencias, teorías y seguridades…Deja que tu desnudez te haga pisar el terreno siempre apasionante del silencio o, mejor aún, deja que el silencio se haga en ti y te haga a ti.
• ÁBRETE AL MISTERIO de una Presencia en la cual vives, te mueves, respiras, existes… y déjate asombrar, sorprender, desbordar, invadir…por es Presencia en ti y en toda la realidad que te circunda.
• CONTEMPLA cuál es el rostro de Dios que esa parte de la realidad te desvela, aunque a veces esté desfigurado por el sufrimiento. Contempla en el amor al Amor. Reconoce que él es el manantial y que ese Amor, al pasar por tu cauce lo amplía, lo purifica, lo va lentamente limpiando de apegos, impurezas, egoísmos, manipulaciones…, lo recrea.
• ENTRA EN COMÚN-UNIÓN profunda y saborea la presencia-ausencia que te alcanza en lo más profundo de tu ser, en la entraña de la realidad
• ENTRA EN COMÚN-UNIÓN profunda y saborea la presencia-ausencia que te alcanza en lo más profundo de tu ser, en la entraña de la realidad
• ENTRÉGATE a lo que”ahí” se desvela de Dios, de la realidad, de cada una de las personas y situaciones con las que te encuentras cada día. Si el amor te sobreviene asómbrate y déjate alcanzar por él. Entonces tus entrañas, por las acción de su Espíritu, aliento de vida, serán fecundas y misericordiosas. Porque la auténtica fecundidad nace del amor.
• DÉJATE TRANSFORMAR por esa presencia-ausencia de un Dios que siempre es Amor e invita a hacer de la vida una entrega amorosa. Sentirás la armonía que anhelas entre lo que siente el corazón y logra expresar su cuerpo. Tus entrañas son el motor por el que tus ojos, tu boca, tus manos, tus pies, tu cuerpo sexuado, todo él… sabrán ser transparencia, canal de un amor que dentro arde como una llama que “las aguas torrenciales no podrán apagar… ni anegar a los ríos” porque “llamarada divina es el amor”.
• DÉJATE TRANSFORMAR por esa presencia-ausencia de un Dios que siempre es Amor e invita a hacer de la vida una entrega amorosa. Sentirás la armonía que anhelas entre lo que siente el corazón y logra expresar su cuerpo. Tus entrañas son el motor por el que tus ojos, tu boca, tus manos, tus pies, tu cuerpo sexuado, todo él… sabrán ser transparencia, canal de un amor que dentro arde como una llama que “las aguas torrenciales no podrán apagar… ni anegar a los ríos” porque “llamarada divina es el amor”.
• ACOGE LA REVELACIÓN, no solo de la profunda belleza y dignidad del ser amado con quien te gozas, sino de ti misma como alguien capaz de . Como un violín que desconoce las melodías que una mano experta puede sacar de él, así el amor experimentado puede desvelar lo mejor de tu persona. Tus entrañas son el lugar para gozar-sufrir el amor a los hermanos y hermanas del camino y ahí el de tu Dios.
• DEJA RESONAR en ti las palabras del poeta León Felipe:
• DEJA RESONAR en ti las palabras del poeta León Felipe:
“¿No es el amor el viento?
¿No es el amor el viento disfrazado
De andrajoso vagabundo?
Viento…tú eres el amor ¿verdad?,
El amor enamorado de la luz”
Así los poetas y los místicos, personas capaces de experimentar el misterio del Ser en el corazón de la vida, en las realidades cotidianas, opacas a ojos inmediatistas y posesivos.
• ENTRA sin miedo ni recelos en esa dimensión en la que el amor es el viento disfrazado de andrajoso vagabundo. En lo escondido, en lo aparentemente insignificante, puede abrírsenos la existencia a dimensiones insospechadas. Cuando hayas palpado la entrada que como urdimbre sostiene el universo, sabrás qué significa “el amor enamorado de la luz”.
12 enero 2013
El pesimismo ilustrado
Francisco Javier Bernad Morales
CORAZÓN GONZÁLEZ, Rafael, El pesimismo ilustrado, Kant y las teorías políticas de la Ilustración, Rialp, Madrid, 2005, 13,5 x 20, 310 pp.
CORAZÓN GONZÁLEZ, Rafael, El pesimismo ilustrado, Kant y las teorías políticas de la Ilustración, Rialp, Madrid, 2005, 13,5 x 20, 310 pp.
Frente a la idea ya convertida en lugar
común, que, escudada en la noción de progreso,
ve en la Ilustración un movimiento esencialmente optimista, en tanto que
mantenedor a ultranza de la perfectibilidad de las sociedades humanas, Rafael
Corazón argumenta que la auténtica base de toda la filosofía ilustrada no es
sino un profundo pesimismo antropológico. Los filósofos ilustrados, al negar la
idea misma de trascendencia, reducen al hombre a mera naturaleza gobernada por
fuerzas inmanentes, que no dejan lugar a conceptos tales como libertad y responsabilidad.
El poder político pasa a justificarse no por la meta de alcanzar el bien común,
sino por la necesidad de armonizar los contrapuestos intereses de los
individuos, a fin de que estos no se destruyan entre sí. Aunque
sorprendentemente no cita a Bernard de Mandeville, se diría que la Fábula de las abejas está presente en
toda la
argumentación. Se centra esta en poner al descubierto las
inconsistencias y contradicciones en que incurre Kant, sin duda el más grande
de los ilustrados, cuando cree descubrir una fundamentación autónoma de la
moral, y mantiene la posibilidad de edificar un sistema de gobierno que, al
modo de un perfecto sistema de relojería, sea capaz de funcionar sin que le
afecten las voluntades o intenciones de las piezas que lo componen. Coincide aquí
Rafael Corazón con Isaiah Berlin, quien ya señaló cómo el rigor ético kantiano
abre, contra toda apariencia, una puerta al relativismo moral. Frente al
inmanentismo que impregna las teorías políticas contemporáneas y cuya
consecuencia en su opinión no es otra que la imposibilidad de fundamentar
sólidamente unos derechos humanos que, por otro lado, no cesan de invocarse, el
autor vuelve la vista a las teorías políticas tradicionales inspiradas en una
visión trascendente del hombre y de la naturaleza.
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11 enero 2013
10 enero 2013
Cristo es el cumplimiento de las promesas de Dios
San Agustín
Fiel es Dios, que se constituyó en nuestro deudor; no porque haya recibido algo de nosotros, sino porque nos prometió tan grandes bienes. La promesa le pareció poco; por eso quiso obligarse por escrito, firmando, por decirlo así, un documento que atestiguara sus promesas, para que, cuando comenzara a cumplir las cosas que prometió, viésemos en ese escrito en qué orden se cumplirían. El tiempo de las profecías era, como muchas veces lo he afirmado, el del anuncio de las promesas.
Fiel es Dios, que se constituyó en nuestro deudor; no porque haya recibido algo de nosotros, sino porque nos prometió tan grandes bienes. La promesa le pareció poco; por eso quiso obligarse por escrito, firmando, por decirlo así, un documento que atestiguara sus promesas, para que, cuando comenzara a cumplir las cosas que prometió, viésemos en ese escrito en qué orden se cumplirían. El tiempo de las profecías era, como muchas veces lo he afirmado, el del anuncio de las promesas.
Prometió la salvación eterna, la
vida bienaventurada y sin fin en compañía de los ángeles, la herencia
imperecedera, la gloria eterna, la dulzura de la contemplación de su rostro, su
templo santo en los cielos y, como consecuencia de la resurrección, la ausencia
total del miedo a la muerte. Ésta es, en cierto modo, su promesa final, hacia
la que tienden todos nuestros cuidados, porque una vez que la hayamos alcanzado
ya no buscaremos ni exigiremos ninguna otra cosa. También manifestó en qué orden
se cumplirían sus promesas y profecías hasta alcanzar ese último fin. Prometió
la divinidad a los hombres, la inmortalidad a los mortales, la justificación a
los pecadores, la glorificación a criaturas despreciables. Sin embargo,
hermanos, como a los hombres les parecía increíble la promesa de Dios de
sacarlos de su condición mortal -de corrupción, bajeza, debilidad, polvo y
ceniza- para asemejarlos a los ángeles, no sólo firmó una alianza con los
hombres para moverlos a creer, sino que también estableció un mediador como
garante de su fidelidad; y no estableció como mediador a cualquier príncipe o a
un ángel o arcángel, sino a su Hijo único. Y por él nos mostró el camino que
nos conduciría hacia el fin prometido. Pero no bastó a Dios indicarnos el
camino por medio de su Hijo: quiso que Él mismo fuera el camino, para que, bajo
su dirección, tú caminaras por él. Por tanto, el Hijo único de Dios tenía que
venir a los hombres, tenía que hacerse hombre y, en su condición de hombre,
tenía que morir, resucitar, subir al cielo, sentarse a la derecha del Padre y
cumplir todas sus promesas en favor de las naciones. Y, después del cumplimiento de estas
promesas, cumplirá también la promesa de venir otra vez para pedir cuentas de
sus dones, para separar a los que se hicieron merecedores de su ira de quienes
se hicieron merecedores de su misericordia, para castigar a los impíos,
conforme lo había amenazado, y para recompensar a los justos, según lo había
prometido. Todo esto debió ser profetizado y anunciado de antemano para que no atemorizara
a nadie si acontecía de repente, sino que, siendo objeto de nuestra fe, lo
fuese también de una ardiente esperanza
De los Comentarios de San Agustín, obispo, sobre los salmos (354-430)
Lectura bíblica: 2 Co 1, 18-22
09 enero 2013
Villancicos
Santa Teresa de Jesús
Vivo
sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que
muero de amor,
porque vivo
en el Señor,
que me quiso
para sí;
cuando el
corazón le di
puso en mí
este letrero:
“Que muero
porque no muero”.
Esta divina unión,
y el amor
con que yo vivo,
hace a mi
Dios mi cautivo
y libre mi
corazón;
y causa en
mí tal pasión
ver a mi
Dios prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros
estos destierros,
esta cárcel
y estos hierros
en que está
el alma metida!
Sólo esperar
la salida
me causa un
dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Acaba ya de dejarme,
vida, no me
seas molesta;
porque
muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y
gozarme?
No dejes de
consolarme,
muerte, que
ansí te requiero:
que muero
porque no muero.
Véante
mis ojos
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Vea quien quisiere
rosas y
jazmines,
que si yo te
viere
veré mil
jardines.
Flor de serafines,
Jesús
Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego
No quiero contento,
mi Jesús
ausente,
que todo es
tormento
a quien esto
siente;
Sólo me
sustente
tu amor y
deseo.
Véante mis
ojos,
dulce Jesús
bueno;
véante mis
ojos,
muérame yo
luego.
Obras, BAE,
t. LIII, P.510
08 enero 2013
Pelagianismo
Francisco Javier Bernad Morales
Quizá,
aunque la mayor parte de los cristianos ignoren su existencia e incluso se
sorprendan al escuchar un nombre tan extraño, esta doctrina, declarada herética
en la segunda década del siglo V, mantenga una fuerte presencia en el mundo
actual. Pelagio fue un monje virtuoso y austero nacido en Britania o quizá en
Irlanda, que vivió a caballo entre los siglos IV y V. Sabemos que en el
año 400 estaba en Roma y que en el 410
huyó a Cartago ante el avance de los visigodos. Escribió varios tratados que no
se han conservado y que solo conocemos de manera fragmentaria por las citas de
sus oponentes, entre quienes ocupa un lugar destacado San Agustín.
Espero
que el lector me disculpe si interrumpo el ritmo expositivo con una ligera
digresión, pues imagino la malevolencia con que algunos culparán a la Iglesia
de haberlos destruido para impedir que llegaran hasta nosotros. Ya en alguna
ocasión me he referido a la manera en que se transmitían los textos antes de la
invención de la imprenta. Recordaré, pues, que estos se copiaban a mano, lo que
obviamente suponía un trabajo laborioso y de elevado coste, por lo que solo se
reproducían aquellos que una determinada comunidad consideraba lo
suficientemente importantes.
Naturalmente, los monjes se ocupaban en copiar los
que, a su entender, contenían enseñanzas piadosas y doctrinas edificantes. Así
se han perdido- a
no ser que el azar depare alguna sorpresa, pues siempre queda la esperanza de
un descubrimiento arqueológico, tal como el de los rollos del mar Muerto o el
de los códices gnósticos de Nag Hammadi- no solo las obras de autores
heréticos, sino las de muchos otros escritores antiguos, que durante siglos fueron
escasamente valorados. Eso no significa que el poder temporal o el espiritual
no decretaran la destrucción de determinados libros, pero la eficacia real de
estas medidas fue bastante discutible. Mucho más dañinos resultaron el
desinterés por su conservación y el deterioro causado en las escasas copias por
el simple discurrir del tiempo.
¿Podemos,
pues, atisbar en la bruma las ideas de
Pelagio? Sabemos, al menos, de qué le acusaban sus adversarios. Al parecer,
habría negado que la falta de Adán se transmitiera a su descendencia y fuera la
causa de la entrada de la muerte en el mundo. No hay, pues, pecado original, y
el hombre nace inocente, tal como fue creado en el Paraíso y puede, por tanto,
alcanzar la salvación por sus propios medios, sin necesidad de la gracia
divina. San Agustín, San Jerónimo y Paulo Orosio, entre otros, vieron con
claridad que esta doctrina suponía un ataque contra la raíz misma del
cristianismo. Si la naturaleza humana no está manchada por el pecado, la muerte
de Jesús carece de poder salvífico y, consecuentemente, la Encarnación no tiene
sentido. Aquel judío crucificado en Jerusalén, no habría sido más que, como
tantos otros, un justo sufriente; un modelo, en este sentido equiparable a
Sócrates, de comportamiento ético; alguien a quien los hombres deberíamos
esforzarnos por imitar para así, con nuestras obras, lograr la salvación.
Pelagio, en definitiva, identificaba la libertad con la capacidad para elegir
entre el bien y el mal, y no aceptaba la imposibilidad de realizar el primero
sin el auxilio del don gratuito e incondicionado de Dios.
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07 enero 2013
Gloria mozárabe
Insertamos un nuevo canto mozárabe, procedente del antifonario de León (1069).
06 enero 2013
El camello cojito (Auto de los Reyes Magos)
Gloria Fuertes
Es nuestro deseo que en este día
mágico reine la ternura para todos. A continuación presentamos un entrañable
poema de la gran escritora Gloria Fuertes dedicado a todos los niños.
El camello
se pinchó
con un cardo
en el camino
y el
mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue
a repostar
más allá del
quinto pino...
e
intranquilo el gran Melchor
consultaba
su "Longinos".
-¡No
llegamos,
no llegamos
y el Santo
Parto ha venido!
-son las
doce y tres minutos
y tres reyes
se han perdido-.
El camello
cojeando
más medio
muerto que vivo
va
espeluchando su felpa
entre los
troncos de olivos.
Acercándose
a Gaspar,
Melchor le
dijo al oído:
-Vaya birria
de camello
que en
Oriente te han vendido.
A la entrada
de Belén
al camello
le dio hipo.
¡Ay, qué
tristeza tan grande
con su belfo
y en su hipo!
Se iba
cayendo la mirra
a lo largo
del camino,
Baltasar
lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las
tantas ya del alba
-ya cantaban
pajarillos-
los tres
reyes se quedaron
boquiabiertos
e indecisos,
oyendo
hablar como a un Hombre
a un Niño
recién nacido.
-No quiero
oro ni incienso
ni esos
tesoros tan fríos,
quiero al
camello, le quiero.
Le quiero,
repitió el Niño.
A pie
vuelven los tres reyes
cabizbajos y
afligidos.
Mientras el
camello echado
Le hace
cosquillas al Niño.
05 enero 2013
“Son derechos, no regalos. Nadie sin hogar”
Carmen Sáez Gutiérrez
El ya pasado 25 de Noviembre se cumplió el 20 aniversario de la Campaña de Personas sin Hogar, que se celebró con el lema “Son derechos, no regalos. Nadie sin hogar”. El objetivo no era recaudar fondos, sino sensibilizar a la población sobre el drama que viven tres millones de personas en nuestro país, al carecer de hogar o disponer de uno que no reúne las condiciones adecuadas: falta de agua, luz, riesgo de ruina…
Las personas sin hogar no solo se
enfrentan a la dura situación de no contar con una vivienda digna, sino además
se ven privadas del apoyo afectivo necesario para un equilibrio personal, de
intimidad, de derecho a empadronarse y así poder votar…, sufren por tanto un sinfín
de carencias por lo que precisan protección social.
Cáritas quiere hacer realidad el
objetivo de acabar con el “sinhogarismo” que la Unión Europea se ha propuesto
para 2015. Para ello pide a las Administraciones que den prioridad en sus
presupuestos, en estos momentos de crisis económica, a partidas que permitan
paliar este problema acuciante, sin relegarlo a un segundo plano; así como
aunar esfuerzos para conseguir una mayor coordinación entre los distintos
organismos, pues, si bien se ha avanzado en los últimos años en esta dirección,
esta sigue siendo deficiente.
La meta de conseguir un hogar
para cada persona solo será posible con el esfuerzo y el compromiso de todos,
recolocando nuestra escala de valores y exigiendo políticas que tiendan a la
erradicación de la pobreza.
Para más información sobre el
tema recomendamos la lectura del número 541 de la revista de Cáritas. Además, reproducimos
un vídeo sobre uno de los actos organizados por Cáritas durante la Campaña en
el que dos personas leen el Manifiesto escrito para este fin.
04 enero 2013
El doble precepto de la caridad
San Agustín
Recordad conmigo, hermanos, aquellos dos preceptos. Pues, en efecto;
tienen que seros en extremo familiares no sólo veniros a la memoria cuando
ahora os los recordamos, sino que deben permanecer siempre grabados en vuestros
corazones. Nunca olvidéis que hay que amar a Dios y al prójimo: a Dios con todo
el corazón, con toda el alma, con todo el ser; y al prójimo y sí mismo.
He aquí lo que hay que penar y meditar, lo que hay que mantener vivo
en el pensamiento y en la acción, lo que llevar hasta el fin. El amor de Dios
es El primero en la jerarquía del precepto, pero el amor al prójimo es el primero
en el rango de la acción. Pues el que te impuso este amor en dos preceptos no
había de proponerte primero al prójimo y luego a Dios, sino al revés; a Dios
primero y al prójimo después.
Pero tú, que todavía no ves a Dios, amando al prójimo haces méritos
para verlo; con el amor al prójimo aclaras tu pupila para mirar a Dios, como
sin lugar a dudas dice Juan: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios, a quien no ve.
Que no es más que una manera de decirte: Ama a Dios. Y si me dices: «Señálame
a quién he de amar», ¿qué otra cosa he de responderte sino lo que dice el mismo
Juan: A Dios nadie lo ha visto jamás? Y para que no se te ocurra creerte
totalmente ajeno a la visión de Dios: Dios —dice— es amor, y quien permanece en
el amor permanece en Dios. Ama por tanto al prójimo, y trata de averiguar
dentro de ti el origen de ese amor; en él verás, tal y como ahora te es
posible, al mismo Dios.
Comienza, pues, por amar al prójimo. Parte tu pan con el hambriento, y
hospeda a los pobres sin techo; viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu
propia carne.
¿Qué será lo que consigas si haces esto? Entonces romperá tu luz como
la aurora. Tu luz, que es tu Dios, tu aurora, que vendrá hacia ti tras la noche
de este mundo pues Dios ni surge ni se pone, sino que siempre permanece.
Al amar a tu prójimo y cuidarte
de él, vas haciendo tu camino. ¿Y hacia dónde caminas sino hacia el Señor Dios
el mismo a quien tenemos que amar con todo el corazón con toda el alma, con
todo el ser? Es verdad que no hemos llegado todavía hasta nuestro Señor, pero
sí que tenemos con nosotros al prójimo. Ayuda, por tanto, a aquel con quien
caminas, para que llegues hasta aquel con quien deseas quedarte para siempre.
03 enero 2013
San Fulgencio de Ruspe
Francisco
Javier Bernad Morales
Hoy
recordamos a San Fulgencio de Ruspe (468-533), cuya vida se desarrolló en un
período especialmente difícil: los últimos estertores del Imperio Romano de
Occidente. Aunque formalmente la autoridad del emperador pervivió hasta que en
el 476, el hérulo Odoacro depuso a Rómulo Augústulo y remitió las insignias
imperiales a Constantinopla, hacía tiempo que se habían constituido reinos
bárbaros en Britania, las Galias,
Hispania y África. En esta última, en la ciudad de Cartago, nació San
Fulgencio. Era un territorio profundamente cristianizado que había dado a la
Iglesia figuras como San Agustín, San Alipio o San Posidio, aunque se había
desgarrado por el conflicto donatista. A este se le sumó desde la conquista
vándala (Hipona fue ocupada en el 430 y Cartago en el 439), el problema
arriano. En contraste con los visigodos de Hispania o los ostrogodos de Italia,
los vándalos desataron una violenta persecución contra la ortodoxia.
Fulgencio
era miembro de una ilustre familia romana y recibió una esmerada educación, que
le llevó a dominar a la perfección no solo el latín, sino también el griego. La
lectura de un sermón de Agustín de Hipona sobre el salmo 36, le empujó a abrazar
la vida religiosa, cuando contaba veintidós años. Vivió durante algún tiempo
refugiado en Sicilia y hacia el 500 visitó Roma. A su regreso a África, fue
nombrado obispo de la pequeña ciudad de Ruspe (Túnez). Como el resto de los
obispos católicos, hubo de exiliarse durante el reinado de Trasamundo y, aunque
se le permitió un breve retorno a Cartago, no pudo volver de manera definitiva
hasta que el advenimiento de un nuevo rey, Hilderico, suavizó la actitud
arriana frente a los católicos. El nuevo monarca era consciente de que para
mantener la estabilidad del reino le era indispensable ganarse el apoyo de la
población romana, pero sus medidas conciliadoras llegaron demasiado tarde y le
granjearon la enemistad de la nobleza. Finalmente (530) fue destronado por su
primo Gelimer, lo que motivó el envío por el emperador Justiniano de una fuerza
expedicionaria comandada por el general Belisario, que en una breve campaña
puso fin al reino vándalo (534). Fulgencio no llegó a ver la restauración del
poder imperial en su tierra, pues falleció en el año 533.
Excelente
administrador, desde su entrada en la Iglesia vivió de manera austera, ocupado
en aliviar las necesidades de los más pobres y dedicando gran parte del tiempo
a la oración y a la composición de obras doctrinales, en las que expuso las
concepciones ortodoxas sobre la Trinidad, en oposición a los arrianos, y atacó
a los pelagianos, quienes negaban el pecado original.
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