Vivo
sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que
muero de amor,
porque vivo
en el Señor,
que me quiso
para sí;
cuando el
corazón le di
puso en mí
este letrero:
“Que muero
porque no muero”.
Esta divina unión,
y el amor
con que yo vivo,
hace a mi
Dios mi cautivo
y libre mi
corazón;
y causa en
mí tal pasión
ver a mi
Dios prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros
estos destierros,
esta cárcel
y estos hierros
en que está
el alma metida!
Sólo esperar
la salida
me causa un
dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Acaba ya de dejarme,
vida, no me
seas molesta;
porque
muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y
gozarme?
No dejes de
consolarme,
muerte, que
ansí te requiero:
que muero
porque no muero.
Véante
mis ojos
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
Vea quien quisiere
rosas y
jazmines,
que si yo te
viere
veré mil
jardines.
Flor de serafines,
Jesús
Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego
No quiero contento,
mi Jesús
ausente,
que todo es
tormento
a quien esto
siente;
Sólo me
sustente
tu amor y
deseo.
Véante mis
ojos,
dulce Jesús
bueno;
véante mis
ojos,
muérame yo
luego.
Obras, BAE,
t. LIII, P.510
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