Lo que define a ese Dios que quiere reinar en el mundo no es el poder,
sino la compasión. No viene a imponerse y dominar al ser humano. Se acerca para
hacer nuestra vida más digna y dichosa. Esta es la experiencia que comunica
Jesús en sus parábolas más conmovedoras y la que inspira toda su trayectoria al
servicio del reino de Dios. Jesús no puede experimentar a Dios por encima o al
margen del sufrimiento humano. La compasión es el modo de ser de Dios, su forma
de mirar al mundo, lo que le mueve a hacerlo más humano y habitable.
Es precisamente esta compasión de Dios la que hace a Jesús tan
sensible al sufrimiento y a la humillación de las gentes. Lo que lo atrae hacia
las víctimas inocentes: los maltratados por la vida o por las injusticias de
los poderosos. Su pasión por este Dios del reino se traduce en compasión por el
ser humano […]
Desde su experiencia radical de
la compasión, Jesús introduce en la historia un principio decisivo de acción:
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6, 36). La compasión es la
fuerza que puede mover la historia hacia un futuro más humano. La compasión
activa y solidaria es la gran ley de la dinámica del reino. La que nos ha de
hacer reaccionar ante el clamor de los que sufren y movilizarnos para construir
un mundo más justo y fraterno. Esta es la gran herencia de Jesús que los
cristianos hemos de recuperar hoy.
ALEIXANDRE, D., MARTÍN VELASCO,
J., PAGOLA, J. A. Fijos los ojos en
Jesús. En los umbrales de la fe. PPC, 2012, pp. 163-164
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