31 mayo 2012

Lutero. Comentario al Magnificat


Francisco Javier Bernad Morales

En los meses transcurridos entre noviembre de 1520 y junio de 1521, Lutero traduce el Magnificat al alemán y lo publica acompañado de un extenso comentario, en que, verso por verso intenta desentrañar su significado más profundo. Es un momento crucial en su vida. El 15 de junio de 1520, el papa León X había condenado sus doctrinas mediante la bula Exsurge Domine y el 3 de enero del año siguiente, dado que no había conseguido que se retractara, lo había excomulgado en una nueva bula:  Decet Romanum Pontificem.  Poco después, del  25 de enero al 28 de mayo, se había desarrollado la Dieta de Worms, en la que Lutero había defendido su posición en presencia del Emperador Carlos V y de los príncipes alemanes. Ante la imposibilidad de vencer su firmeza, un edicto del 25 de mayo, prohibió sus obras y lo calificó de hereje, autorizando que cualquiera pudiera darle muerte. A fin de protegerlo, su soberano, el elector de Sajonia Federico el Sabio, decidió fingir un secuestro y ocultarlo en el castillo de Wartbug. En este forzado retiro, mientras toda Alemania se interrogaba por su paradero y muchos temían que hubiera sido asesinado, inició la traducción de la Biblia al alemán.

A continuación reproducimos  el inicio de su comentario al primer verso del Magnificat.

"Mi alma glorifica a Dios, mi Señor
 Estas palabras brotan de un ardor inflamado y de un gozo desbordante, en el que bullen todas sus facultades, toda su vida, y que exulta en su espíritu. Por eso no dice 'yo ensalzo a Dios', sino 'mi alma' como si quisiera expresar, 'mi vida, todos mis sentidos, se ciernen en el amor, alabanza y gozo divinos con tal intensidad que me siento arrastrada a alabar a Dios con fuerza superior a las mías'. Esto es lo que exactamente sucede con quienes han gustado la dulzura y el espíritu de Dios: sienten más de lo que les es posible expresar, puesto que el alabar gozosamente a Dios no es obra humana, sino una pasión alegre, una operación divina inefable, solo cognoscible desde la experiencia personal, como dice David en el Salmo 33: 'Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el hombre que a él se confía'. en primer lugar se habla de gustar, y después viene el ver, por la sencilla razón de que no es posible llegar a este conocimiento sin la experiencia y la sensación peculiares que solo puede alcanzar quien, en lo profundo de su indigencia, confía en Dios de todo corazón. Por este motivo se añade enseguida. `dichoso el hombre que confía en Dios`, porque entonces este hombre experimentará dentro de sí la obra de Dios y de esta forma llegará a esa dulzura sensible y, a través de ella, a la comprensión e inteligencia completas." (El salmo citado suele aparecer como 34 en las ediciones actuales de la Biblia. La diferencia se debe a que en la Septuaginta, seguida por la Vulgata, los salmos 9 y el 10 aparecían unidos, mientras que en el texto masorético están separados).

Para terminar, incluimos la invocación final del comentario:

"…pidamos a Dios que nos conceda la correcta inteligencia de este Magnificat: que no se contente con iluminar y hablar, sino que inflame y viva en el cuerpo y en el alma. Que Cristo nos lo conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre María. Amén."

30 mayo 2012

El Espíritu Santo, santificador de la Iglesia


Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Io 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu (cf. Eph 2,18). Él es el Espíritu de vida o la fuente de agua que salta hasta la vida eterna (cf. Io 4,14; 7,38-39), por quien el Padre vivifica a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite sus cuerpos mortales en Cristo (cf. Rom 8, 10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (Cf. 1 Cor 3, 16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (Cf. Gal 4,6; Rom 8, 15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (Cf. Io 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (Cf. Eph 4, 11-12; Cor 12, 4; Gal 5, 22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo.1. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (cf. Apoc 22, 17). Y así toda la Iglesia aparece como “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”2.

Constitución Lumen Gentium Vaticano II

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1. San Irineo
2. San Cipriano

29 mayo 2012

Ven, Espíritu divino

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén

27 mayo 2012

Oh llama de amor viva


San Juan de la Cruz

Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su Querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

25 mayo 2012

Los frutos del Espíritu

Carmen Sáez Gutiérrez

ANGELINI, Giuseppe. Los frutos del Espíritu. Su presencia en nuestras vidas. Ed. Narcea, Madrid 2007, 21x13, 143 pp.
  
Giuseppe Angelini, sacerdote milanés y profesor de Teología Moral en la Facultad Teológica de Italia Septentrional, nos presenta un ensayo sobre el Espíritu Santo y sus frutos. En él se recogen los dones que San Pablo propone en la carta a los Gálatas: amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí.
En la exposición del significado de cada uno de ellos,  hace una reflexión acompañada de una selección de textos de algunos de los maestros modernos de espiritualidad más representativos, tales como San Felipe Neri, Santa Teresa de Ávila, Santa Teresa de Lisieux, San Ignacio de Loyola, el cardenal Newman… y otros, de transición del medievo a la modernidad, fundamentados en la visión de la espiritualidad agustiniana de vida introspectiva, tales como el autor de  las páginas de la Imitación de Cristo, Tomás Kempis.
En una época de secularización, en la que hablar de Dios es considerado como algo casi marginal, es bien aceptado por los creyentes un libro como éste, que suscite la meditación sobre el sentido último de la existencia y no se limite exclusivamente a discernir sobre la vida espiritual sino que además trate de traducir la vida interior a las relaciones sociales y obras humanas.
Los textos seleccionados van acompañados de comentarios que los sitúan en un contexto actual y en conexión con la práctica cristiana.
Es un libro sencillo, de estilo directo, muy apropiado, por la trascendencia de los temas abordados, para grupos catequéticos y convivencias espirituales.

23 mayo 2012

Cristianos en la sociedad laica

Francisco Javier Bernad Morales

Recupero una recensión que publiqué hace algunos años en Estudio Agustiniano.

GÓMEZ MOLLEDA, M.ª Dolores, Cristianos en la sociedad laica. Una lectura de los escritos espirituales de Pedro Poveda. Narcea, Madrid, 2008, 15 x 24, 254 pp.

Es esta obra una edición separada del Estudio Introductorio escrito por Dolores Gómez Molleda, que encabeza la publicación de las obras de San Pedro Poveda. Las dos partes en que se divide este magnífico y documentado estudio, Líneas de reflexión y realizaciones y El “tiempo” histórico de los escritos, orientan perfectamente sobre su contenido: dos miradas complementarias sobre una misma realidad. La primera, más atenta a los propósitos íntimos del personaje, y la segunda, a las difíciles circunstancias en que le fue dado vivir. De la lectura emerge la figura de un hombre, sobra decirlo, profundamente religioso, y a la vez convencido de que las transformaciones experimentadas por el mundo, exigen una actuación innovadora por parte de los cristianos, si estos quieren hacer frente a la expansión de unas ideologías totalitarias y nihilistas, que, al prescindir de Dios, niegan asimismo la dignidad humana.

            Poveda fue plenamente consciente, y a ello dedicó su vida, de que la Iglesia debía salir al mundo, en lugar de recluirse en la seguridad de prácticas y formas de acción tradicionales. De ahí su preocupación por impulsar el papel de los laicos, y sobre todo de las mujeres; de ahí, también, su inmenso interés por la educación. Sus esfuerzos se plasmaron en el espléndido fruto de la Obra Teresiana, aunque él, hubo de pagarlos con una sucesión de sinsabores, entre los que se incluye la incomprensión de algunas autoridades religiosas, en exceso apegadas a formas antiguas de piedad; y finalmente, con el martirio, al inicio de la Guerra Civil.

            Fue un tiempo difícil, marcado por el odio, y que desembocó en guerras y revoluciones. Quizá no hayamos reflexionado lo suficiente, al menos en España, posiblemente debido a que nuestro país quedó durante años relegado a un plano secundario en la política europea, en la enorme trascendencia que tuvo en la superación de unas heridas que parecían incurables, la acción de unos políticos laicos y hondamente católicos, cuya inspiración no parece muy alejada de la que animó a Pedro Poveda. Me refiero a gentes como Robert Schuman, Alcide De Gasperi o Konrad Adenauer. Hoy, los cristianos nos enfrentamos a una nueva situación, amenazados ya, no tanto por una persecución abierta, como por el desprecio y marginación a que parece conducirnos una sociedad impregnada de hedonismo, en la que parece impropio preguntarse por lo que siempre se ha llamado el sentido de la vida.

21 mayo 2012

Santa Rita de Casia (1381-1457)

Mañana la Iglesia celebra la festividad de Santa Rita. En la parroquia también lo haremos de un modo particular en cada una de las Eucaristías. Se bendecirán las rosas y el aceite que se hará llegar a Cáritas para donar a los más necesitados, también se repartirán panecillos. Con motivo de esta solemnidad, presentamos un fragmento de la biografía de Santa Rita, elaborada por Fernando Rojo (OSA). 

 Nace en 1381, en Roccaporena (Italia), a cinco Km. De Casia. Sus padres eran pacificadores de Cristo en las luchas políticas y familiares entre güelfos y gibelinos. Cuando iba a cumplir los diez y seis años Rita se casó con Pablo Fernando Mancini, joven bien dispuesto, pero resentido; tuvieron dos hijos varones. Con una vida simple, rica de oración y de virtudes, toda dedicada a la familia, ayudó a su marido a convertirse y a llevar una vida honesta y de trabajo. Su vida de madre y de esposa fue turbada por el asesinato del marido, víctima del odio entre los grupos. Rita logró ser coherente con el Evangelio, perdonando totalmente, como Jesús, a quien le había causado tanto dolor. Los hijos, en cambio, influenciados del ambiente y de los parientes estuvieron tentados y proclives a la venganza. La madre, para evitar la ruina humana y espiritual de sus hijos, pidió a Dios que prefería la muerte de sus hijos antes que verlos manchados de sangre; ambos enfermaron y murieron muy jóvenes. Rita, viuda y sola, pacificó los ánimos y reconcilió las familias con la fuerza de la oración y del amor; entonces pudo entrar en el monasterio agustiniano de santa María Magdalena de Casia, donde vivió cuarenta años, sirviendo a Dios y al prójimo con una generosidad y alegría atenta a las diversas situaciones dramáticas del ambiente y de la Iglesia de su tiempo. En los últimos quince años de su vida, Rita llevó sobre la frente la estigma de una de las espinas de la corona de Cristo, completando así en su carne los sufrimientos de Jesús

ROJO MARTÍNEZ, Fernando. La seducción de Dios. Pubblicazioni Agustiniane.

19 mayo 2012

Sermón sobre la Ascensión

San Agustín


Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón. Oigamos lo que nos dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues, del mismo modo que él subió sin alejarse por ello de nosotros, así también nosotros estamos ya con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que se nos promete.
Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo atestiguó con aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y también: Tuve hambre y me disteis de comer. ¿Por qué no trabajamos nosotros también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa estando con nosotros; asimismo, nosotros, estando aquí, estamos también con él. Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque no podemos realizar esto como él por la divinidad, lo podemos sin embargo por el amor hacia él.
Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba con nosotros, pues que afirma: Nadie ha subido al cielo sino aquel que ha bajado del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.
En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: "Así es Cristo", sino: "Así es también Cristo". Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros. Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la divinidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.

De los Sermones de San Agustín, obispo (Sermón Mai 98, Sobre la Ascensión del Señor, 1-2; PLS 2, 494-495).

18 mayo 2012

Catequesis y clase de Religión

Carmen Sáez Gutiérrez

Mañana se celebrará la última ceremonia de Primera Comunión de este año en la parroquia. De esta forma todos los niños culminan el ciclo de tres años de catequesis de Iniciación Cristiana, al recibir este sacramento. Sin duda, se trata de algo trascendental que recordarán durante toda su vida. Es una fiesta para todos. Pero, en este momento, llegado el fin de una etapa, queremos hacer memoria de algunos aspectos que se han abordado con los niños. A veces expresan sus dudas preguntando ¿por qué tenemos que venir a catequesis si ya damos clase de religión en el cole? O bien, al contrario: si ya venimos a catequesis aquí ¿por qué hemos de asistir a clase de Religión? Los catequistas intentamos aclarar sus dudas que, en ocasiones, no son otra cosa que un reflejo de la incertidumbre de los padres.
Mientras que en clase de Religión los niños se aproximan a la Historia de la Salvación, su relación con las culturas y al estudio de la Moral Católica al nivel que pueden comprender, en la catequesis de Iniciación Cristiana se inician en la vivencia comunitaria de la fe. Son, pues, ámbitos distintos que se complementan. Si en la primera, se trata de un conocimiento de la realidad eclesial y su proyección en el mundo, en la segunda se da un aspecto que implica más la vivencia como persona.
Desde este espacio, invitamos a las familias a aceptar las dos opciones, esto es, inscribir a los hijos tanto en la catequesis de la parroquia como en la clase de Religión del colegio o instituto.
Un profesor de Religión Católica, amigo personal y compañero, nos ha hecho llegar la carta de un diputado socialista francés, no creyente, que sin embargo alega una serie de razones por las que se niega a que su hijo eluda las clases de Religión. Por su interés la reproducimos a continuación:

Carta de un padre sin convicciones religiosas a su hijo sobre la enseñanza de la religión

Jean Jaurès ( 1859-1914)

QUERIDO HIJO, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proce­der de distinta manera que la mayor parte de los con­discípulos, y temo que también un poco para parecer dig­no hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo en­viaré jamás.
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuan­do tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero tengo empeño decidido en que tu ins­trucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos, pero que están en pugna con él más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin expo­nerte a soltar un disparate?
Dejemos a un lado la política y las discusiones, y vea­mos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mi­tología para comprender la historia y la civilización de los griegos y de los romanos, y ¿qué comprenderías de la his­toria de Europa y del mundo entero después de Jesucris­to, sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Medía y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, La­cordaire, De Maistre, Veuíllot y tantos otros que se ocupa­ron exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racíne, Hugo, en una palabra, a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del De­recho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabía y más universal? -éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encon­trarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervien­tes; Ampére era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas. ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lec­turas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la reli­gión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización; y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado, es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente y con mu­cha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía, en el simple «savoir vivre», hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religio­sas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Na­die será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tie­nen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de consuno los hechos y el sentido común. Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamen­te la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido con­trario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación.


16 mayo 2012

Cómo cumplir la misión

Hermanita Madeleine de Jesús

Reproducimos esta bella y profunda reflexión acerca de cómo cumplir el mandato misionero de la hermanita Madeleine de Jesús, nacida en París en 1898 y  fundadora de las Hermanitas de Jesús, que desarrolló su labor misionera fundamentalmente en Argel, lugar mayoritariamente islámico.

 “Nuestra primera tarea al acercarnos
a otro pueblo,
a otra cultura,
a otra religión,
será quitarnos las sandalias,
porque el lugar al que nos acercamos
es Santo.
Si no lo hacemos así,
puede que pisemos
los sueños de la gente,
y más grave aún,
puede que olvidemos
que Dios estuvo allí
antes de nuestra llegada”

                                               (Hermanita Madeleine de Jesús)

15 mayo 2012

San Alipio y San Posidio

Francisco Javier Bernad Morales


Estos dos santos, que aparecen en nuestra memoria estrechamente ligados a la figura de San Agustín, constituyen por sí mismos un testimonio, no solo de la profunda influencia que este ejerció sobre algunos de los mejores espíritus de su época, sino también del valor de la amistad.
Alipio, de familia acomodada, había nacido, al igual que Agustín, en Tagaste. Unos años menor, fue discípulo de aquel tras vencer una inicial oposición paterna, cuyas causas ignoramos, aunque no parece improbable, dada la vinculación de la familia de Agustín con Romaniano, uno de los personajes más influyentes de la pequeña ciudad, que estuvieran relacionadas con rivalidades políticas[1]. Pronto se establecieron entre ambos unos lazos de amistad que persistirían a lo largo del tiempo. Juntos permanecieron en Cartago, en Italia y de nuevo en África, y juntos realizaron un mismo viaje espiritual en busca de la Verdad, que los llevó hasta el maniqueísmo, antes de conducirlos a la fe cristiana. Por temperamento, ambos debían de ser muy diferentes: Agustín apasionado y Alipio sereno. Los dos tenían sus flaquezas y cada cual ayudó al otro a superarlas. Si el primero sentía el aguijón de la sensualidad, el segundo disfrutaba con el cruel espectáculo de las luchas de gladiadores (Confesiones, VI, 8, 13). Los reproches cruzados entre ambos por tales causas no los distanciaron, sino que al contrario, estrecharon su amistad, pues como señala un proverbio citado por Agustín: “corrige al sabio y te amará” (Confesiones, VI, 7. 12).
Posidio, más joven que Alipio y de familia humilde, se formó con Agustín en el monasterio constituido por este en Hipona. También en este caso, la relación entre maestro y discípulo no fue más que el primer eslabón de lo que llegó a convertirse en una larga y entrañable amistad. Posidio asistió a Agustín durante su última enfermedad y fue testigo de su fallecimiento (430).
Los tres alcanzaron el episcopado en ciudades de Numidia: Alipio en Tagaste (394), Agustin en Hipona (395) y Posidio en Calama (397). Desde estas responsabilidades hubieron de conducir sus iglesias en momentos especialmente críticos, en que el donatismo, el pelagianismo y el arrianismo amenazaban su unidad, mientras que el Imperio Romano se fragmentaba en Occidente y su lugar comenzaba a ser ocupado por los nuevos reinos bárbaros. Eran tiempos de incertidumbre y angustia en que, mientras se hundía un orden político secular, distintas doctrinas competían por la conciencia de los hombres. En tan difíciles circunstancias, los tres obispos actuaron conjuntamente, mostrando a los fieles el verdadero camino de la fe, confortándolos en las tribulaciones y constituyéndose, en fin, en una referencia firme dentro de un mundo en que nada permanecía estable.
El final de Agustín en la Hipona asediada por los vándalos, nos es conocido gracias a la biografía escrita por Posidio. De Alipio sabemos que viajó a Belén y fue apreciado por San Jerónimo; también que más adelante estuvo en Italia, pero ignoramos qué pudo ocurrirle después. En cuanto a Posidio, sufrió dos intentos de asesinato, uno por parte de donatistas y otro de paganos; hizo dos viajes a Italia y de vuelta en su diócesis hubo de huir del avance de los vándalos, refugiándose en Hipona donde acompañó, como ya se ha dicho, a Agustín en los últimos momentos de su vida. Pudo finalmente retornar a Calama, pero en 437 se vio obligado a abandonarla definitivamente ante la persecución del arriano Genserico, rey de los vándalos.
Son tres hombres excepcionales unidos por los lazos de la amistad. Su ejemplo nos muestra cómo la búsqueda de la Verdad no es una tarea individual que cada cual pueda afrontar con sus propias fuerzas, sino un empeño del que jamás saldremos triunfantes sin el auxilio de nuestros hermanos.



[1]Dice Agustín que Alipio pertenecía a una de las primeras familias de la ciudad (Confesiones, VI, 7, 11). Esta referencia autoriza la hipótesis de que su padre pudiera rivalizar con Romaniano por el control del municipio. 

14 mayo 2012

Regalo de Comunión


Carmen Sáez Gutiérrez

Es época de comuniones en la Parroquia. Los niños culminan su primera etapa de iniciación cristiana con la celebración  del sacramento de la Eucaristía, que significa dar un sí al estilo de vida de Jesús. Los padres tienen en ello un papel fundamental, pues eligen una educación para sus hijos en la que se cuida el crecimiento como personas. No solo se ocupan de ofrecerles una necesaria formación en idiomas, deportiva, científica y cultural sino que además reservan un espacio para la educación en la fe. Estamos seguros que nunca se arrepentirán ya que lo espiritual no es solo una importantísima  parcela a cultivar para el equilibrio con uno mismo y con los otros, sino que además tiene un carácter de transversalidad que ayuda a los niños a desarrollarse en todos los demás ámbitos de la vida.
Desde este espacio queremos animar a todos los padres a que continúen en esta línea inscribiendo a sus hijos en catequesis de poscomunión, pues es preciso seguir avanzando en la vivencia de la fe. El camino no ha hecho más que empezar, es necesario recibir el alimento que nos da el coraje imprescindible para seguir los pasos del amigo Jesús.
Como regalo de comunión para los niños que la han recibido o recibirán estos días, hemos seleccionado una oración escrita por un autor laico, de origen argentino, muy comprometido con la catequesis de niños y adultos.

Vivir como Jesús
Cuando pensamos primero
en los otros…
Cuando nos preocupamos
por los demás…
Cuando acudimos en ayuda
del que lo necesita…
Cuando nos acordamos
del que tenemos al lado…
Cuando compartimos
los bienes que tenemos…
Cuando acompañamos
a los que sufren…
Cuando damos nuestro
tiempo para beneficio de otros…
Cuando colaboramos para mejorar
la situación de los que menos tienen…
Así es como vivimos
a la manera de Jesús…

                Marcelo A. Murúa

13 mayo 2012

Oración del enfermo


Juan Pablo II

Señor,
Tu conoces mi vida y sabes mi dolor,
has visto mis ojos llorar,
mi rostro entristecerse,
mi cuerpo lleno de dolencias
y mi alma traspasada por la angustia.
Lo mismo que te pasó a ti
cuando, camino de la cruz,
todos te abandonaron
hazme comprender tus sufrimientos
y con ellos el Amor que Tu nos tienes.
Y que yo también aprenda
que uniendo mis dolores a Tus Dolores
tengan un valor redentor
por mis hermanos.
Ayúdame a sufrir con Amor,
hasta con alegría.
Sí no es ¨posible que pase de mi este cáliz¨.
te pido por todos los que sufren:
por los enfermos como yo
por los pobres, los abandonados,
los desvalidos, los que no tienen
cariño ni comprensión y se sienten solos.
Señor:
sé que también el dolor lo permites Tu
para mayor bien de los que te amamos.
haz que estas dolencias que me aquejan,
me purifiquen, me hagan más humano,
me transformen y me acerque mas a Ti.
Amén.

12 mayo 2012

Día mundial del Comercio Justo

Hoy nos hacemos eco de la celebración en más de 50 países del día mundial de Comercio Justo bajo el lema “Para disfrutar de un buen café no hace falta que termine molido nadie”. Se trata de un cambio en las relaciones comerciales y laborales que implica considerar en primer plano a la persona, valorando fundamentalmente su dignidad. Presentamos un vídeo sobre un proyecto de Cáritas diocesana en Tenerife, una tienda de Comercio Justo.

Felices los que luchan por los demás

Antonio Alonso

Muchos son los que se lamentan y son pocos los que luchan; muchos son los que desesperan y se entregan al fatalismo negativo y pocos los que promueven la esperanza activa; muchos los agoreros y pocos los madrugadores del mañana. Pero los hay. Y alguien tiene que seguir su senda. Y ese alguien somos tú y yo. Aunque sólo fuese porque se trata de una manera segura de ser felices. Sí felices los que no se contentan con hablar ni lamentarse; los que no se quedan en gabinetes con moqueta haciendo gráficos; los que no dictan discursos desde salas con calefacción central y aire acondicionado; los que no se satisfacen con discutir sobre la marcha de las ideas; los que, antes de ver lo que es bueno para defenderlo, no miran qué ventajas les puede reportar o qué fastidios. Si con eso se contentaran No pudieran ser felices así. No podrían estar en la verdad que dicta la realidad y el compromiso. Tendrían el complejo de ideólogos y caerán fácilmente en el radicalismo de quien no ha mirado a los ojos al soldado de la acera de enfrente. Pero no. No son así. Por lo tanto, son felices los que llegan hasta aguantar a los explotadores los que dan la cara y llaman ladrón a quien lo sea. los que se hacen liberadores incluso cuando los esclavos no comprenden de tan oprimida que tienen la libertad; los que se atreven contra la cobardía y las excusas de los claudicadores, que se adaptan y ceden; los mártires del pueblo, aunque nadie les canonice; Los que no aceptan ni la injusticia legal como razón ni la costumbre de explotar como derecho, ni el poder como brújula humana ni el odio como alimento revolucionario. Porque sobre su tumba nacerán hombres libres. Sí. Estos son los hombres que tienen de veras descendencia; estos son los que mueren con una historia y un camino; los que dejan senderos iniciados y atajos de derechos a conquistar y nuevos proyectos a convertir en realidad y libertad. Estos serán felices, porque la lucha les hará aprender la pedagogía para dar las largas batallas que tendrán que ganarse hasta lograr peldaños nuevos de libertad; porque vivirán en la memoria de la gente como ejemplo, porque engendrarán hechos nuevos de liberación porque serán espigas que rinden hasta el cien por uno, porque en su tumba nacerán los pueblos nuevos. porque su corazón será una esponja de osadía buena. Anda el corazón de los hombres desolado y sin metas. Y todo es porque les domina el egoísmo. Bastaría que la vela de la esperanza en el hermano y en el mundo se hinchará un poco y las redecillas del corazón se esponjarían con el prometedor aliento de los días nuevos. Se erguirían muchas espaldas, se enderezarían muchas rodillas débiles; muchos ojos se transformarían en estrellas rutilantes. Felices si lucharan… Felices los que luchan .

Tomado del libro ALONSO ALONSO, Antonio.  Bienaventuranzas y lamentos para tiempos difíciles colección Nueva Alianza nº 96. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1986. P. 88

10 mayo 2012

Cantiga 100: "Santa Maria Strela do dia"

Hoy recordamos a María, Madre de la Iglesia. Por eso nos ha parecido oportuno insertar esta hermosa cantiga compuesta en galaico-portugués por el rey de Castilla y de León Alfonso X el Sabio (1221-1284), en la que se muestra la confianza en la misericordia de la Virgen y en su papel mediador ante el Señor. Ofrecemos la versión de Early Music Circle, que nos ha impresionado por su excelente calidad. Los subtítulos se muestran en el idioma y la ortografía de la época, aunque se ha añadido una traducción al castellano.
Tanto el vídeo como la traducción, están tomados del canal de Youtube h4m69


Santa María, estrella del día, muéstranos la vía para Dios, y guíanos.Porque haces ver a los errados, que se perdieron por sus pecados, y les haces entender que son culpables; pero que Tú los perdonas de la osadía que les hacía hacer locuras que no debieran.
Debes mostrarnos el camino, para ganar por todos modos la luz sin par y verdadera que sólo Tú puedes darnos; porque, a Ti, Dios te lo concedería y quería dárnosla por Ti, y nos la daría.Tu juicio puede guiarnos, más que en nada, al Paraíso donde Dios tiene siempre gozo y sonrisa para quien quiso creer en El; y me placería, si a Ti te place, que fuese mi alma en tu compañía.



09 mayo 2012

Acompañamiento al enfermo

Queremos compartir el testimonio del capellán de un hospital. En nuestra parroquia hay también sacerdotes y laicos que acompañan a los enfermos, que así lo solicitan, en su caminar y les reconfortan llevándoles la comunión a casa, en un acto que va unido a la escucha, la oración común y  la empatía. Reflexionemos, durante esta semana especialmente, sobre cómo podemos colaborar nosotros para estar cerca de las personas que sufren dolor y enfermedad.

07 mayo 2012

Pascua del enfermo

Carmen Sáez Gutiérrez
Esta semana queremos tener un recuerdo especial para los enfermos, pues el próximo domingo  celebramos la Pascua del enfermo y durante la semana en nuestra parroquia, como preparación, se elevarán oraciones por las personas que sufren dolor y enfermedad y el jueves día 10 se celebrará el sacramento de la unción de enfermos. La campaña de este año ha tenido como lema “El poder curativo de la fe”, mensaje de esperanza para todos los que de una u otra manera sentimos las limitaciones de la fragilidad humana en nuestro ser. Este lema está en armonía con el tema de la Jornada Mundial del Enfermo, celebrada el pasado mes de febrero en la que Benedicto XVI lanzó un mensaje sobre “La gracia especial de los sacramentos de sanación”, referido a los sacramentos de la Confesión y de la Unción de los Enfermos, que tienen en la comunión eucarística su fin. A continuación presentamos un pequeño fragmento del mensaje, así como la oración que para este año ha elaborado el Departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal.

 FRAGMENTO DEL MENSAJE DE BENEDICTO XVI CON OCASIÓN DE LA XX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
“De la lectura del Evangelio emerge, claramente, cómo Jesús ha mostrado una particular predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que también ha instituido para ellos un sacramento específico: la Unción de los Enfermos. La carta de Santiago atestigua la presencia de este gesto sacramental ya en la primera comunidad cristiana (cf. 5,14-16): con la unción de los enfermos, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les alivie sus penas y los salve; es más, les exhorta a unirse espiritualmente a la pasión y a la muerte de Cristo, para contribuir, de este modo, al bien del Pueblo de Dios. “

ORACIÓN
Nos has bendecido, Señor,
con el don de la fe que sana y salva y,
en la que todo encuentra sentido.
Señor,
en momentos de duda y desconcierto,
cuando se imponen el dolor y el miedo
o domina el sufrimiento: aumenta nuestra fe,
para descubrir tu amor entrañable,
tu misericordia que sana las heridas,
tu voluntad de conducirnos a la plenitud.
Señor,
que en cada acontecimiento de la vida,
en la salud o en la enfermedad,
en la alegría o en el llanto,
pasemos haciendo el bien,
siendo testigos de tu amor que salva.
Amén.
CAMPAÑA DEL ENFERMO 2012
Departamento de Pastoral de la Salud

06 mayo 2012

Virgen María, Madre

Dámaso Alonso

En el día de la Madre, queremos felicitar a todas las madres y nuestro regalo es un bello poema de Dámaso Alonso que canta la belleza de la madre de todos y ejemplo a imitar, la Virgen María.

“…Virgen María, Madre…
No, yo no sé quién eres,
No, yo no sé quién eres, pero tú eres
luna grande de enero que sin rumor nos besa,
primavera surgente como el amor en junio,
dulce sueño en el que nos hundimos,
agua tensa que bebe con trémula avidez
la vegetal cécula  joven…
¡Qué dulce sueño en tu regazo, madre!
soto seguro y verde entre corrientes rugidoras…
nieve en quien Dios se posa…
Oh tú, primavera y extrañísima creatura de su amor…”


05 mayo 2012

Estamos de fiesta con Jesús

Carmen Sáez Gutiérrez

Estamos de fiesta con Jesús no solo es una canción, es una realidad en nuestra parroquia, pues hoy comienzan las celebraciones de la Primera Comunión para todos los niños que,  desde hace tres años, vienen preparándose para recibir el Sacramento de la Eucaristía.
El P. José María Salado, responsable no solo de la Pastoral de Iniciación Cristiana, sino también de la formación de catequistas,  ha presidido la celebración. Con un tono distendido y cercano, como es habitual en él, ha explicado en la homilía el significado de la Comunión como signo, como Sacramento que nos hace participar de la vida de Jesús, al ser el mismo Cristo quien se nos ofrece como alimento.
La ceremonia ha sido sencilla, pero elegante, cargada de significado. Lejos de toda ostentación, ha contado con la participación tanto de los niños, que han elevado sus oraciones de petición y acción de gracias, como de sus padres que, por medio de un representante, han dado lectura a un manifiesto en el que se comprometen a continuar con la educación cristiana que, tiempo atrás, iniciaron con sus hijos, motivo por el que los han traído a recibir el Sacramento.
Desde el coro, el P. Antonio que, domingo tras domingo, celebra de la manera más pedagógica posible, la misa de los niños,  les ha querido acompañar con las canciones que les han enseñado durante este tiempo sus catequistas.
Desde aquí queremos unirnos a la felicitación que ya ha lanzado el P. José María desde el altar tanto a los niños como a los padres por esta opción de vida, pues como él bien decía, después de recibir la Comunión, es preciso llevar a Jesús a casa, al colegio, al parque, al partido de fútbol… mediante nuestras obras y nuestro testimonio.

04 mayo 2012

Reunión del Prior Provincial y del Secretario Provincial con el Consejo Pastoral


Carmen Sáez Gutiérrez
Durante esta semana hemos recibido la visita del P. Carlos Morán, prior provincial y de Fr. Marcelino Esteban, secretario provincial. En su agenda estaba prevista una reunión con el Consejo Pastoral de la Parroquia, que se desarrolló en un clima de fraternidad agustiniana.
Además de los responsables ya citados, se encontraban presentes el P. José Souto (OSA), el P. José María Salado (OSA), el P. Antonio J. Collado (OSA) así como la agustina misionera Maria del Carmen Tarrío y un grupo de laicos representantes de cada uno de los grupos con actividad pastoral en la parroquia.
El inicio de la reunión no pudo ser otro que la lectura de la Invocación, el canto de alabanza escrito por San Agustín al comienzo de sus Confesiones. A continuación, el P. Carlos Morán saludó al Consejo destacando el carácter misionero de la Provincia e invitando a todos a compartir la misión, en tanto que bautizados, tras los pasos del santo de Hipona, a través de la oración y búsqueda constante de Dios, de la interioridad y la vida comunitaria con los hermanos. Después de una breve presentación de los representantes de los grupos y una pequeña exposición de sus actividades pastorales, en un diálogo fluido y horizontal, se señaló la importancia de la corresponsabilidad de laicos y religiosos en la evangelización. Finalmente, hicimos llegar al padre provincial nuestra alegría por haber disfrutado durante este curso de la presencia del P. Nolasco Msenwa (tanzano) y el P. Rafael A. Menjívar (salvadoreño) pues además de habernos aportado su gran riqueza personal de dones y carismas, hemos tenido la oportunidad de tomar conciencia de la nueva realidad, una situación que parece invertida en relación a épocas anteriores: ahora vienen pastores de países lejanos para hacernos llegar el mensaje de Cristo Resucitado, pues somos, sin duda un país de misión, como parte de  toda la humanidad.

Mensaje para la 49ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2012

Benedicto XVI

“Las vocaciones, don de la caridad de Dios” (29 de abril de 2012, IV Domingo de Pascua)

Queridos hermanos y hermanas

La XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios.
La fuente de todo don perfecto es Dios Amor –Deus caritas est–: “Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo, escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el Hijo Jesús –afirma el Apóstol– “nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor” (Ef 1,4). Somos amados por Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, él nos “creó de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él.
Lleno de gran estupor ante la obra de la providencia de Dios, el Salmista exclama: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que te cuides de él?” (Sal 8,4-5). La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (cf. Jr 31,3). El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo. En una célebre página de las Confesiones, San Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado: “¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti” (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo de Hipona intentaba describir el misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la existencia.
Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios. Refiriéndose en concreto al ministerio sacerdotal, mi predecesor, el beato Juan Pablo II, afirmaba que “todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo” (Exhort. ap. Pastores dabo vobis, 25). En efecto, toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el “primer paso” y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor “derramado en nuestros corazones por el Espíritu” (Rm 5,5).En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica Deus caritas est, “de hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía” (n. 17).El amor de Dios permanece para siempre, es fiel a sí mismo, a la “palabra dada por mil generaciones” (Sal 105,8). Es preciso por tanto volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.Queridos hermanos y hermanas, tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo. San Juan de la Cruz, respondiendo a la priora del monasterio de Segovia, apenada por la dramática situación de suspensión en la que se encontraba el santo en aquellos años, la invita a actuar de acuerdo con Dios: “No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor” (Epistolario, 26).En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Y bebiendo de este manantial mediante la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor (cf. Mt 25,31-46). Para expresar el vínculo indisoluble que media entre estos “dos amores” –el amor a Dios y el amor al prójimo– que brotan de la misma fuente divina y a ella se orientan, el Papa San Gregorio Magno se sirve del ejemplo de la planta pequeña: “En el terreno de nuestro corazón, [Dios] ha plantado primero la raíz del amor a él y luego se ha desarrollado, como copa, el amor fraterno” (Moralium Libri, sive expositio in Librum B. Job, Lib. VII, cap. 24, 28; PL 75, 780D).Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos. La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: “Tú sabes que te quiero” (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría.La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo. A este respecto, al Santo Cura de Ars le gustaba repetir: “El sacerdote no es sacerdote para sí mismo; lo es para vosotros”(Le curé d’Ars. Sa pensée – Son coeur, Foi Vivante, 1966, p. 100).Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos “sí”, en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios.Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el “centro vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la “gran medida” del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino.Deseo que las Iglesias locales, en todos sus estamentos, sean un “lugar” de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. De esta manera, la comunidad cristiana se convierte ella misma en manifestación de la caridad de Dios que custodia en sí toda llamada. Esa dinámica, que responde a las instancias del mandamiento nuevo de Jesús, se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf. Ef 5,32). En las familias, “comunidad de vida y de amor” (Gaudium et spes, 48), las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en “el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios” (Exhort. ap. Familiaris consortio, 53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas “casas y escuelas de comunión” siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad.Con estos deseos, imparto de corazón la Bendición Apostólica a vosotros, Venerables Hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles laicos, en particular a los jóvenes que con corazón dócil se ponen a la escucha de la voz de Dios, dispuestos a acogerla con adhesión generosa y fiel.


02 mayo 2012

El apóstol Felipe y la conversión del ministro etíope


Francisco Javier Bernad Morales

En Hechos (8, 26-40) se narra un curioso acontecimiento que tiene como protagonista al apóstol Felipe. Cuando este, por mandato de un ángel, se dirige al camino que lleva de Jerusalén a Gaza encuentra a un eunuco de la reina Candace de Etiopía que, mientras regresa en su carruaje de adorar al Señor, lee el libro de Isaías. Ambos entablan una conversación durante la cual Felipe le explica que la profecía de Isaías se refiere a Jesús de Nazaret. El episodio concluye con el bautismo del etíope.
El texto es tan significativo por lo que dice de una manera explícita como por lo que da a entender. Pero antes de analizarlo parece conveniente hacer dos precisiones. En primer lugar, el término eunuco no implica necesariamente, aunque tampoco lo excluye, que se trate de un varón castrado, ya que con cierta frecuencia se aplicaba a altos funcionarios como este que, según se afirma, se encargaba del erario real. Debemos recordar que también en la historia de José se califica de eunuco a Putifar (Gn 39, 1). De otro lado, Candace no parece ser un nombre propio, sino un título real etíope como atestiguan fuentes extrabíblicas, entre ellas Estrabón y Plinio el Viejo.
En cualquier caso, nos hallamos ante un personaje importante del reino de Etiopía, judío de religión. Por primera y creo que única vez en el Nuevo Testamento, vemos a alguien de allende las fronteras del imperio Romano. Esto nos impulsa a algunas reflexiones. Quizá, sin ser conscientes de ello, muchos cristianos compartimos aún en gran medida con los antiguos romanos la convicción de que en el exterior  del imperio solo hay bárbaros y que la de Roma es la única historia digna de ese nombre.
Aunque la conversión de un individuo no implique la formación de una comunidad cristiana, es cierto que nuestra religión tiene en Etiopía raíces muy antiguas y que se asienta en gran parte sobre un sustrato judío que ha permanecido vivo hasta nuestros días, cuando entre 1979 y 1991 la mayor parte de los falashas[1] se trasladaron a Israel. Según la tradición etíope, el judaísmo en el país se remontaría a los tiempos en que la reina de Saba visitó al rey Salomón, con quien habría tenido un hijo. Se trata, claro está, de una leyenda, aunque quizá a través de ella nos lleguen ecos de un remoto pasado. Aunque generalmente el legendario reino de Saba no se sitúa en Etiopía, sino en Yemen, debemos tener presente que las relaciones entre ambas riberas del mar Rojo fueron muy intensas ya en la antigüedad. Sean cuales fueren los orígenes del judaísmo etíope y la repercusión del bautismo del funcionario de Candace[2], lo que sí esta atestiguado es que en el siglo IV, el reino de Aksum adoptó el cristianismo y mantuvo desde entonces una estrecha relación con la iglesia de Alejandría.
La iglesia Copta Etíope es monofisita y rechaza, por tanto, las resoluciones del concilio de Calcedonia  (451) y sucesivos. Además, de entre todas las confesiones cristianas, es la que mantiene un canon más amplio de la Escritura, ya que incluye no solo como las iglesias Ortodoxas el Salmo 151, la Oración de Manasés, los libros III y IV de Esdras y III y IV de los Macabeos, sino también el libro de Enoc.



[1] El término falasha es amárico y tiene en esa lengua cierto matiz despectivo. Parece más apropiado referirse a ellos como Beta Israel.
[2] En realidad, el funcionario etíope bautizado por el apóstol Felipe podría proceder del reino de Kush, en Nubia, donde también floreció el cristianismo hasta la conquista islámica.

01 mayo 2012

Filosofía del trabajo

Francisco Javier Bernad Morales

Recupero hoy una recensión que publiqué hace ya tiempo en Estudio Agustiniano.

CORAZÓN GONZÁLEZ, Rafael, Filosofía del trabajo,  Rialp, Madrid, 2007, 13,5  x 20 cm, 164 pp.

Aun siendo una actividad específicamente humana, el trabajo, como apunta Rafael Corazón, apenas ha ocupado la atención de los filósofos. Las causas de este abandono habría que buscarlas en la escasa valoración de que fue objeto en la Antigüedad grecolatina, que tendió a considerarlo como ocupación propia de los esclavos, incompatible con la actividad política o especulativa, características de los ciudadanos. Con otros matices, la falta de interés por el trabajo persistió en la filosofía medieval, que, desde un esquema tripartito de la sociedad −oratores, bellatores y laboratores−, lo vio como la ocupación definitoria del tercer estado. Solo a partir de la Reforma protestante cambia la manera de percibirlo, así como también se altera la percepción de los lugares respectivos del hombre y de la naturaleza. Frente a las corrientes utilitaristas, atentas tan solo al valor de uso de lo producido, señala Rafael Corazón que el significado del trabajo debe de ser abordado desde una perspectiva teleológica. Su fin no puede ser el producto en sí mismo, ya que eso supondría como ideal un aumento indefinido de la producción y del consumo y llevaría indefectiblemente a la esclavización del ser humano, convertido en mero medio al servicio de lo que se ha dado en llamar progreso. Para el autor, el trabajo es un fin intermedio, que, como los demás, carece de sentido si no se refiere a Dios, el fin último; es “el medio mediante el que cada persona encauza su vida como don a los demás y a Dios” (p. 153).