Muchos son los que se lamentan y son pocos los que luchan; muchos son los que desesperan y se entregan al fatalismo negativo y pocos los que promueven la esperanza activa; muchos los agoreros y pocos los madrugadores del mañana. Pero los hay. Y alguien tiene que seguir su senda. Y ese alguien somos tú y yo. Aunque sólo fuese porque se trata de una manera segura de ser felices.
Sí felices
los que no se contentan con hablar ni lamentarse;
los que no se quedan en gabinetes con moqueta haciendo gráficos;
los que no dictan discursos desde salas con calefacción central y aire acondicionado;
los que no se satisfacen con discutir sobre la marcha de las ideas;
los que, antes de ver lo que es bueno para defenderlo, no miran qué ventajas les puede reportar o qué fastidios.
Si con eso se contentaran
No pudieran ser felices así. No podrían estar en la verdad que dicta la realidad y el compromiso. Tendrían el complejo de ideólogos y caerán fácilmente en el radicalismo de quien no ha mirado a los ojos al soldado de la acera de enfrente.
Pero no. No son así. Por lo tanto, son felices
los que llegan hasta aguantar a los explotadores
los que dan la cara y llaman ladrón a quien lo sea.
los que se hacen liberadores incluso cuando los esclavos no comprenden de tan oprimida que tienen la libertad;
los que se atreven contra la cobardía y las excusas de los claudicadores, que se adaptan y ceden;
los mártires del pueblo, aunque nadie les canonice;
Los que no aceptan
ni la injusticia legal como razón
ni la costumbre de explotar como derecho,
ni el poder como brújula humana
ni el odio como alimento revolucionario.
Porque sobre su tumba nacerán hombres libres. Sí. Estos son los hombres que tienen de veras descendencia; estos son los que mueren con una historia y un camino; los que dejan senderos iniciados y atajos de derechos a conquistar y nuevos proyectos a convertir en realidad y libertad. Estos serán felices,
porque la lucha les hará aprender la pedagogía para dar las largas batallas que tendrán que ganarse hasta lograr peldaños nuevos de libertad;
porque vivirán en la memoria de la gente como ejemplo,
porque engendrarán hechos nuevos de liberación
porque serán espigas que rinden hasta el cien por uno,
porque en su tumba nacerán los pueblos nuevos.
porque su corazón será una esponja de osadía buena.
Anda el corazón de los hombres desolado y sin metas. Y todo es porque les domina el egoísmo. Bastaría que la vela de la esperanza en el hermano y en el mundo se hinchará un poco y las redecillas del corazón se esponjarían con el prometedor aliento de los días nuevos. Se erguirían muchas espaldas, se enderezarían muchas rodillas débiles; muchos ojos se transformarían en estrellas rutilantes.
Felices si lucharan…
Felices los que luchan .
Tomado del libro ALONSO ALONSO, Antonio. Bienaventuranzas y lamentos para tiempos difíciles colección Nueva Alianza nº 96. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1986. P. 88
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