01 mayo 2012

Filosofía del trabajo

Francisco Javier Bernad Morales

Recupero hoy una recensión que publiqué hace ya tiempo en Estudio Agustiniano.

CORAZÓN GONZÁLEZ, Rafael, Filosofía del trabajo,  Rialp, Madrid, 2007, 13,5  x 20 cm, 164 pp.

Aun siendo una actividad específicamente humana, el trabajo, como apunta Rafael Corazón, apenas ha ocupado la atención de los filósofos. Las causas de este abandono habría que buscarlas en la escasa valoración de que fue objeto en la Antigüedad grecolatina, que tendió a considerarlo como ocupación propia de los esclavos, incompatible con la actividad política o especulativa, características de los ciudadanos. Con otros matices, la falta de interés por el trabajo persistió en la filosofía medieval, que, desde un esquema tripartito de la sociedad −oratores, bellatores y laboratores−, lo vio como la ocupación definitoria del tercer estado. Solo a partir de la Reforma protestante cambia la manera de percibirlo, así como también se altera la percepción de los lugares respectivos del hombre y de la naturaleza. Frente a las corrientes utilitaristas, atentas tan solo al valor de uso de lo producido, señala Rafael Corazón que el significado del trabajo debe de ser abordado desde una perspectiva teleológica. Su fin no puede ser el producto en sí mismo, ya que eso supondría como ideal un aumento indefinido de la producción y del consumo y llevaría indefectiblemente a la esclavización del ser humano, convertido en mero medio al servicio de lo que se ha dado en llamar progreso. Para el autor, el trabajo es un fin intermedio, que, como los demás, carece de sentido si no se refiere a Dios, el fin último; es “el medio mediante el que cada persona encauza su vida como don a los demás y a Dios” (p. 153).

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