Francisco Javier Bernad Morales
Recupero hoy una recensión que publiqué hace ya tiempo en Estudio Agustiniano.
CORAZÓN
GONZÁLEZ, Rafael, Filosofía del trabajo,
Rialp, Madrid, 2007, 13,5 x 20 cm, 164 pp.
Aun siendo una actividad
específicamente humana, el trabajo, como apunta Rafael Corazón, apenas ha
ocupado la atención de los filósofos. Las causas de este abandono habría que
buscarlas en la escasa valoración de que fue objeto en la Antigüedad
grecolatina, que tendió a considerarlo como ocupación propia de los esclavos,
incompatible con la actividad política o especulativa, características de los
ciudadanos. Con otros matices, la falta de interés por el trabajo persistió en
la filosofía medieval, que, desde un esquema tripartito de la sociedad −oratores, bellatores y laboratores−, lo
vio como la ocupación definitoria del tercer estado. Solo a partir de la
Reforma protestante cambia la manera de percibirlo, así como también se altera
la percepción de los lugares respectivos del hombre y de la naturaleza. Frente
a las corrientes utilitaristas, atentas tan solo al valor de uso de lo
producido, señala Rafael Corazón que el significado del trabajo debe de ser
abordado desde una perspectiva teleológica. Su fin no puede ser el producto en
sí mismo, ya que eso supondría como ideal un aumento indefinido de la
producción y del consumo y llevaría indefectiblemente a la esclavización del
ser humano, convertido en mero medio al servicio de lo que se ha dado en llamar
progreso. Para el autor, el trabajo es un fin intermedio, que, como los demás,
carece de sentido si no se refiere a Dios, el fin último; es “el medio mediante
el que cada persona encauza su vida como don a los demás y a Dios” (p. 153).
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