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24 agosto 2024

Víctimas del estalinismo y el nazismo

Francisco Javier Bernad Morales

Desde 2009 el 23 de agosto quedó instituido como Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo. Se eligió esta fecha porque en ella se produjo en 1939 la firma del acuerdo entre Alemania y la Unión Soviética, conocido como Pacto Molotov-Ribbentrop, cuya inmediata consecuencia sería el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuatro años después, el 24 de agosto de 1943, fallecía en Ashford, cerca de Londres, la filósofa Simone Weil. Si no hubiera huido a tiempo de Francia, debido a su condición judía ― aunque sus convicciones religiosas la situaran en el ámbito del catolicismo―, con toda probabilidad la muerte la habría alcanzado, al igual que a Edith Stein, en un campo de exterminio. Su vida fue breve, pero le bastó para legarnos no solo una obra escrita que no pierde interés, sino sobre todo el testimonio de un compromiso inquebrantable con los débiles. Sus principios éticos no surgen de un análisis racional al modo kantiano, sino que son la manifestación de una extraordinaria sensibilidad, de una capacidad de empatía que la lleva a vivir el dolor del otro como su propio dolor. Es eso lo que la hace llorar cuando, como recordaría no sin extrañeza Simone de Beauvoir, lee en el periódico la noticia de una hambruna en China. Frente a unos regímenes totalitarios que conciben a la humanidad como escindida, sea por motivos biológicos como el nazismo o sociales como el estalinismo, y, por tanto, niegan la posibilidad de principios éticos universales, Simone Weil nos llama a mirar el rostro sufriente de nuestro prójimo.

25 agosto 2022

En el aniversario de la muerte de Simone Weil

El 24 de agosto de 1943 a la temprana edad de treinta y cuatro años falleció en Ashford, Reino Unido, Simone Weil, una mujer cuya existencia, aunque corta extraordinariamente fecunda, proyecta hacia el futuro una luz que con el paso de los años en lugar de desvanecerse no cesa de crecer en intensidad. De familia judía, abrazó el cristianismo sin bautizarse; filósofa y mística, quiso conocer por propia experiencia las condiciones de vida de los obreros industriales y mantuvo siempre un compromiso íntimo, nacido de una profunda empatía, con los humildes y los perseguidos. 

El profesor Josep Otón Catalán, del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, nos brinda en la conferencia que insertamos una excelente aproximación a esta mujer excepcional.

18 febrero 2012

La amistad pura


CANCIANI Domenico y VITO, Maria Antonieta (ed.),  Simone Weil, La amistad pura, Narcea, Madrid, 2010, 15,5 x 21,5, 126 pp.

Recogen y comentan extensamente los editores de este libro algunos textos de Simone Weil, escritos durante los meses que, entre 1941 y 1942, permaneció en Marsella. Fue una etapa breve, pero intensa en la que entabló amistad con el sacerdote Joseph-Marie Perrin, animador de los primeros círculos de amistad juedeocristiana, y con los escritores católicos Gustave Thibon y Joë Bousquet. Canciani y Vito analizan con detenimiento la relación de Weil con ellos, como preparación para la lectura de las cartas que ella dirigió al campesino anarquista Antonio Atarés, internado en diversos campos, primero en la Francia de Vichy y luego en Argelia. Es en estas donde brilla por completo la pureza de alma de la autora. Hemos de tener en cuenta que se dirigen a un desconocido, a alguien de quien tiene noticias por un amigo común, y del que únicamente sabe que se encuentra solo y perseguido. Por esta razón y con extrema delicadeza, como si tuviera miedo de ofenderle, le brinda apoyo. En la medida de sus posibilidades, siempre escasas, le envía ropa y dinero, pero sobre todo, le hace saber que hay en el mundo alguien que se preocupa por él, que entiende y comparte su sufrimiento. Ningún rastro de paternalismo o de superioridad empaña una amistad entendida desde su mismo inicio como diálogo entre iguales. A medida que transcurre el tiempo, se percibe que aumenta la confianza. Weil busca libros en español para su amigo, le copia coplas de su tierra, emprende gestiones, que tristemente fracasan, para conseguir su liberación, y, lo que resulta aún más enternecedor, le hace ver que, pese a su situación, la Creación es hermosa, que es posible gozar del paisaje y del crepúsculo.

Pese a las diferencias que los opusieron en otros aspectos, en estas cartas Simone Weil se antoja especialmente cercana a Emmanuel Levinas: en ellas el prójimo es ese ser con rostro del que nos habla el filósofo judío; igual, aunque distinto a nosotros, y cuya simple presencia nos interroga y obliga a actuar.

Tras las cartas se inserta un breve ensayo sobre la amistad, en que de una manera ya intelectualizada, la autora expone lo que esta significa para ella. Mejor que explicarlo es reproducir la conclusión:

La amistad pura es una imagen de la amistad original y perfecta que es la de la Trinidad y que es la esencia misma de Dios. Es imposible que dos seres humanos sean una sola cosa, y sin embargo si respetan escrupulosamente la distancia que los separa, Dios está presente en cada uno de ellos. El punto de encuentro de las paralelas está en el infinito. (p. 122)