18 febrero 2012

La amistad pura


CANCIANI Domenico y VITO, Maria Antonieta (ed.),  Simone Weil, La amistad pura, Narcea, Madrid, 2010, 15,5 x 21,5, 126 pp.

Recogen y comentan extensamente los editores de este libro algunos textos de Simone Weil, escritos durante los meses que, entre 1941 y 1942, permaneció en Marsella. Fue una etapa breve, pero intensa en la que entabló amistad con el sacerdote Joseph-Marie Perrin, animador de los primeros círculos de amistad juedeocristiana, y con los escritores católicos Gustave Thibon y Joë Bousquet. Canciani y Vito analizan con detenimiento la relación de Weil con ellos, como preparación para la lectura de las cartas que ella dirigió al campesino anarquista Antonio Atarés, internado en diversos campos, primero en la Francia de Vichy y luego en Argelia. Es en estas donde brilla por completo la pureza de alma de la autora. Hemos de tener en cuenta que se dirigen a un desconocido, a alguien de quien tiene noticias por un amigo común, y del que únicamente sabe que se encuentra solo y perseguido. Por esta razón y con extrema delicadeza, como si tuviera miedo de ofenderle, le brinda apoyo. En la medida de sus posibilidades, siempre escasas, le envía ropa y dinero, pero sobre todo, le hace saber que hay en el mundo alguien que se preocupa por él, que entiende y comparte su sufrimiento. Ningún rastro de paternalismo o de superioridad empaña una amistad entendida desde su mismo inicio como diálogo entre iguales. A medida que transcurre el tiempo, se percibe que aumenta la confianza. Weil busca libros en español para su amigo, le copia coplas de su tierra, emprende gestiones, que tristemente fracasan, para conseguir su liberación, y, lo que resulta aún más enternecedor, le hace ver que, pese a su situación, la Creación es hermosa, que es posible gozar del paisaje y del crepúsculo.

Pese a las diferencias que los opusieron en otros aspectos, en estas cartas Simone Weil se antoja especialmente cercana a Emmanuel Levinas: en ellas el prójimo es ese ser con rostro del que nos habla el filósofo judío; igual, aunque distinto a nosotros, y cuya simple presencia nos interroga y obliga a actuar.

Tras las cartas se inserta un breve ensayo sobre la amistad, en que de una manera ya intelectualizada, la autora expone lo que esta significa para ella. Mejor que explicarlo es reproducir la conclusión:

La amistad pura es una imagen de la amistad original y perfecta que es la de la Trinidad y que es la esencia misma de Dios. Es imposible que dos seres humanos sean una sola cosa, y sin embargo si respetan escrupulosamente la distancia que los separa, Dios está presente en cada uno de ellos. El punto de encuentro de las paralelas está en el infinito. (p. 122)

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