Cristo dio a las mujeres que creyeron en él valor para responder a la llamada y para servir entre sus seguidores. Ellas se juntaron con su madre en la primera comunidad de Jerusalén, donde esperaban “perseverando en la oración. La presencia y el ejemplo de María reforzaban la perseverancia; ella había esperado desde su infancia el cumplimiento de la alianza y había conservado en su corazón los misterios que le habían sido revelados en el Hijo de Dios, desde su concepción hasta su muerte y resurrección. La oración permanente del grupo era la fuerza vital de su fe. Las mujeres judías estaban acostumbradas a la oración constante. Los hombres estaban obligados por ley a rezar en determinadas horas del día con una liturgia estándar, pero las mujeres eran libres de elegir cuándo asistir al templo o sinagoga y se suponía que rezaban en casa. Dado que el papel de una mujer casada era primordialmente modelar el ambiente de la casa y criar a los hijos velando por su seguridad, ellas no estaban ligadas a tiempos y formas específicos de oración; su oración había de ser espontánea y habitual. Las mujeres que esperaban en el piso de arriba e iban de un lugar a otro de Jerusalén haciendo lo que era necesario para la comunidad, influyeron en la modelación del ambiente de la familia de los creyentes. Su paciente oración era un ministerio válido para la Iglesia recién nacida.
27 febrero 2012
Ministros de la gracia. Las mujeres en la iglesia primitiva
Una cuestión muy debatida en los últimos tiempos es el papel de las mujeres en la Iglesia primitiva. Un libro que arroja cierta luz sobre es el de LANG, Judith. Ministros de la gracia. Las mujeres en la iglesia primitiva. Madrid. Ediciones Paulinas, 1991. A continuación reproducimos un fragmento de la página 23 del texto.
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