Santo Tomás Moro
Felices los
que saben reírse de sí mismos,
porque nunca
terminarán de divertirse.
Felices los
que saben distinguir una montaña de una
piedrecita, porque
evitarán muchos inconvenientes.
Felices los
que saben descansar y dormir sin buscar
excusas, porque
llegarán a ser sabios.
Felices los
que saben escuchar y callar,
porque
aprenderán cosas nuevas.
Felices los
que son suficientemente inteligentes como para
no tomarse
en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los
que están atentos a las necesidades de los
demás, sin
sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.
Felices los
que saben mirar con seriedad las pequeñas
cosas y con
tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.
Felices los
que saben apreciar una sonrisa y olvidar un
desprecio, porque
su camino será pleno de sol.
Felices los
que piensan antes de actuar y rezan antes de
pensar, porque
no se turbarían por lo imprevisible.
Felices
vosotros si sabéis callar y ojalá sonreír cuando se
os quite la
palabra, se os contradice o cuando os pisen los
pies, porque
el Evangelio comienza a penetrar en vuestro
corazón.
Felices si
son capaces de interpretar siempre con
benevolencia
las actitudes de los demás aun cuando las
apariencias
sean contrarías.
Pasarán por
ingenuos: es el precio de la caridad.
Felices
sobretodo, ustedes, si saben reconocer al Señor en
todos los
que encuentran, entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.
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