18 enero 2014

El husitismo después de Hus (IV)

Francisco Javier Bernad Morales

Juan Zizka estableció en Kutna Hora, ciudad que se convirtió en su base de operaciones, una administración en que el gobierno quedaba en manos de cuatro comités, constituidos respectivamente por señores, caballeros, burgueses y trabajadores asalariados. Aunque quedaban muy lejos las aspiraciones revolucionarias de abolir toda jerarquía social, por primera vez se reconocía a estos últimos el derecho de participar de manera activa en la vida política. La medida alarmó a los husitas moderados de Praga, quienes de manera provisional se aliaron con los católicos romanos. De nada les sirvió, pues fueron derrotados en la batalla de Malesov (1423) y Zizka se apoderó de Praga. Con ello, parecía hacerse con el control del país, pero al año siguiente, mientras dirigía una campaña para ocupar Moravia, pereció víctima de la peste. Le sucedieron en el mando comandantes extraordinariamente capacitados desde el punto de vista militar, entre los que destacó pronto el presbítero Procopio el Grande[1]. Se trataba de un hombre cultivado, perteneciente a una acaudalada familia alemana. Había viajado por diversos países europeos e incluso había visitado Jerusalén. En la universidad de Praga había tenido ocasión de escuchar a Juan Hus y sus palabras le había impresionado de tal modo que abandonó lo que parecía presentarse como un brillante porvenir, para hacerse sacerdote y entregarse a la predicación. Terminó por marchar a Tabor y romper todos los lazos con su familia. Allí se mostró como persona afable y conciliadora. Tras la eliminación de los elementos más radicales, posiblemente vinculados como ya se ha señalado con la herejía del Libre Espíritu, una nueva querella había enfrentado a los taboritas con los utraquistas praguenses. En esta ocasión se trataba de la celebración de la misa. Sostenían los primeros que esta debía ser una ceremonia sencilla oficiada en checo y de la que debían estar ausentes tanto los cánticos como las casullas de los sacerdotes. En este contexto, en que desacuerdos de tal naturaleza acababan a menudo en enfrentamiento armado, Procopio se atrevió a oficiar misa en Tabor revestido con los ornamentos litúrgicos, con la finalidad de mostrar a todos la necesidad de abandonar disputas que se le antojaban triviales. No fue este acto simbólico, sin embargo, lo que hizo olvidar temporalmente sus divisiones a los seguidores de Hus, sino un nuevo ataque de los cruzados. Frente a ellos, Procopio alcanzó una victoria que aseguró su posición. En los años siguientes, bajo su dirección, los ejércitos husitas realizaron incursiones en Austria, Silesia y Eslovaquia, derrotando a los señores y difundiendo sus ideas entre los campesinos. En 1429 y 1430 llegaron incluso a ocupar numerosas ciudades de Sajonia y Turingia, incluso Bamberg, sin apenas resistencia. Federico de Hohenzollern, por la paz de Beheimstein, se comprometió a pagar un subsidio anual a Bohemia y a permitir la discusión en Nüremberg de los Artículos de Praga. Tras estos éxitos, Procopio creyó llegado el momento de proponer una negociación. Esta se entabló finalmente en Bratislava. En ella, los husitas propusieron al rey Segismundo que aceptara la comunión bajo las dos especies y los artículos de Praga, lo que este rechazó. A continuación se organizó una nueva cruzada, que resultó igualmente derrotada (1431).





[1] También llamado El Imberbe o El Rapado, pues al contario que el resto de los sacerdotes husitas tenía la costumbre de afeitarse la barba.

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