El 16 de noviembre de 1989 un pelotón de militares salvadoreños asesinó en la Universidad Centroamericana a los padres jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Armando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, junto a Elba Julia Ramos y su hija Celina. Ayer, casi treinta y un años después, la Audiencia Nacional española ha condenado por aquellos hechos al que fuera viceministro de Seguridad de El Salvador, Inocente Orlando Montano Morales, a quien se le ha impuesto una pena de ciento treinta y tres años de prisión.
El que al fin haya sido castigado uno de los principales responsables de aquel crimen es, sin duda, un triunfo aunque tardío de la justicia. Pero tal hecho, por más que nos produzca innegable satisfacción, no alcanza, claro está, a mitigar el dolor producido por las muertes. El sacrificio de Ellacuría y sus compañeros nos obliga además a pensar en los peligros que afrontan quienes como ellos eligen acompañar en su sufrimiento a los desheredados, y a rendir un sincero homenaje de admiración a todos los religiosos y laicos, hombres y mujeres, que en medio de las mayores dificultades luchan, siguiendo los dictados de su conciencia, contra la opresión, la pobreza y, en definitiva, a favor de la dignidad de los seres humanos; a todos aquellos, pues, que arriesgan la vida al proclamar el Evangelio.
Les invitamos a leer una conferencia de David Fernández S.J. sobre la vida y el pensamiento de Ignacio Ellacuría.
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