Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179) nos ha dejado un importante legado en multitud de campos: mística, teología, filosofía, música, ciencias naturales, medicina, etc. En una época en que la actividad de las mujeres quedaba en general relegada al ámbito doméstico o conventual, ella mantuvo correspondencia con San Bernardo de Claraval, con diversos papas y con el emperador Federico I Barbarroja, a quien no dudó en amonestar por su conducta. Fundadora del monasterio de Rupertsberg, salió de él en diversas ocasiones para predicar públicamente, algo totalmente inusual entonces en una monja y que sorprendió a sus contemporáneos. Su actividad no dejó de granjearle problemas. Así, ya al final de su vida, sostuvo, mientras el arzobispo estaba ausente en Roma, un duro enfrentamiento con las autoridades eclesiásticas de Maguncia, por haber autorizado la inhumación en el cementerio monástico de un noble excomulgado de quien ella aseguraba que se había reconciliado con la Iglesia antes de morir.
El 7 de octubre de 2012 fue proclamada doctora de la Iglesia por el papa Benedicto XVI y su fiesta se celebra hoy, 17 de septiembre.
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