Francisco Javier Bernad Morales
Ante la
hostilidad de Saúl, a David no le queda otra salida que apartarse
definitivamente de la corte, convirtiéndose en un proscrito, jefe de un grupo
de aventureros que, agobiados por las deudas o perseguidos por otros motivos, no hallan otra forma de vida que el pillaje.
Salvando las circunstancias concretas propias del tiempo y del lugar, podemos
imaginarlo en esta etapa de su vida con rasgos similares a los que la tradición
atribuye a Robin Hood. Su carrera de bandido se inicia en Nob, donde come los
panes consagrados, ofrecidos por el sacerdote Ahimelek, quien asimismo le
entrega la espada de Goliat. A continuación, tras una breve estancia entre los
filisteos, busca asilo en Moab. En tanto, la persecución de Saúl no cesa. Mientras
el rey hace matar a los sacerdotes de Nob, culpables de haber auxiliado a David
(1 Samuel, 22), este combate por su
cuenta a los filisteos en defensa de las ciudades de Judá, y termina por
refugiarse en la montaña y el desierto, donde recibe la visita confortadora de
Jonatán, con quien renueva su alianza. Es en estos tiempos de vida errante,
cuando en dos ocasiones, David tiene la oportunidad de matar a Saúl y le
perdona la vida, por tratarse del ungido del Señor. Es también en esta época cuando conoce a
Abigail, que, tras enviudar de Nabal, se convertirá en la segunda de sus esposas.
Por entonces, muere asimismo el profeta Samuel.
Pese a
la generosidad con que ha sido tratado por David, Saúl no ceja en el intento de
matarle, lo que empuja finalmente a aquel a acogerse a la hospitalidad del rey
filisteo de Gat (1 Samuel 27). Como
mercenario devastará los territorios de los amalequitas, los guirizitas y los
guesuritas, haciendo creer que sus ataques se dirigen contra Judá. De esta
manera se gana la confianza del rey de Gat, pero no la de los restantes
príncipes filisteos, que, cuando se enfrentan con Israel, exigen que David sea
apartado del combate. Este al ser despedido, lo que le permite eludir una
situación que había de resultarle engorrosa, se dirige contra los amalequitas,
a los que vence, mientras que Saúl y Jonatán mueren, como ya se ha mencionado, abatidos
por los filisteos en el monte de Gilboé. De esta manera, el joven pastor,
admirado y odiado por Saúl, amado por Jonatán, jefe de una banda de proscritos
y mercenario al servicio de los filisteos, está a las puertas de convertirse en
un poderoso rey, pero aún habrá de vencer grandes dificultades antes de ser
aceptado por las doce tribus de Israel.
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