Con motivo de la celebración del día de la Iglesia diocesana, nuestro obispo, D. Joaquín María López de Andújar ha hecho pública una carta en la que nos invita a una verdadera comunicación de bienes. Por su interés, la reproducimos a continuación:
Dice el Concilio Vaticano II que la Iglesia no solo comunica al hombre la participación en la vida divina, sino que también difunde, de alguna manera, sobre el mundo entero la luz que irradia esta vida divina, principalmente sanando y elevando la dignidad de la persona humana, afianzando la cohesión de la sociedad y procurando a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo al impregnarla de una significación más elevada. Así la Iglesia contribuye ampliamente a humanizar cada vez más la familia humana y toda su historia (cf. GS 40) Esta presencia humanizadora de la Iglesia la puede ver cualquier persona de buena voluntad que se asome a nuestras parroquias, a nuestros colegios y a cualquiera de nuestros grupos y organizaciones apostólicas. La Iglesia está cerca del hombre, con todas sus inquietudes y problemas. Y por eso está cerca de las familias, en las que el hombre nace y encuentra una comunidad de amor. Y siente una honda preocupación por todo lo que afecta a la educación y al desarrollo integral de la persona, sufriendo, en carne propia, todos los graves problemas generados por la crisis que padecemos. Nuestra diócesis de Getafe, en este sur de Madrid, tan complejo y tan lleno de juventud, quiere ser, como también nos pide el concilio, sacramento universal de salvación, manifestando y actualizando, al mismo tiempo, el misterio del amor de dios hacia el hombre (cf GS 45). El Día de la Iglesia diocesana ha de ayudarnos a fortalecer los lazos de comunión entre todos los que vivimos nuestra fe en esta porción del Pueblo de Dios. Todos juntos, con la riqueza y diversidad de tareas y carismas, que el Señor nos ha regalado, hemos de afrontar con una verdadera comunicación de bienes, tanto materiales como espirituales, la gran misión de manifestar a los hombres el misterio de dios, que es el fin último del hombre, porque solo Dios, a quien la Iglesia sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano.
Con mi bendición y afecto.
Dice el Concilio Vaticano II que la Iglesia no solo comunica al hombre la participación en la vida divina, sino que también difunde, de alguna manera, sobre el mundo entero la luz que irradia esta vida divina, principalmente sanando y elevando la dignidad de la persona humana, afianzando la cohesión de la sociedad y procurando a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo al impregnarla de una significación más elevada. Así la Iglesia contribuye ampliamente a humanizar cada vez más la familia humana y toda su historia (cf. GS 40) Esta presencia humanizadora de la Iglesia la puede ver cualquier persona de buena voluntad que se asome a nuestras parroquias, a nuestros colegios y a cualquiera de nuestros grupos y organizaciones apostólicas. La Iglesia está cerca del hombre, con todas sus inquietudes y problemas. Y por eso está cerca de las familias, en las que el hombre nace y encuentra una comunidad de amor. Y siente una honda preocupación por todo lo que afecta a la educación y al desarrollo integral de la persona, sufriendo, en carne propia, todos los graves problemas generados por la crisis que padecemos. Nuestra diócesis de Getafe, en este sur de Madrid, tan complejo y tan lleno de juventud, quiere ser, como también nos pide el concilio, sacramento universal de salvación, manifestando y actualizando, al mismo tiempo, el misterio del amor de dios hacia el hombre (cf GS 45). El Día de la Iglesia diocesana ha de ayudarnos a fortalecer los lazos de comunión entre todos los que vivimos nuestra fe en esta porción del Pueblo de Dios. Todos juntos, con la riqueza y diversidad de tareas y carismas, que el Señor nos ha regalado, hemos de afrontar con una verdadera comunicación de bienes, tanto materiales como espirituales, la gran misión de manifestar a los hombres el misterio de dios, que es el fin último del hombre, porque solo Dios, a quien la Iglesia sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano.
Con mi bendición y afecto.
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