Rafael
Aguirre
Ha sido superficial y sensacionalista la información sobre la
aparición del libro de Ratzinger-Benedicto XVI (R-B) La infancia de Jesús, al
destacar “que niega la presencia del buey y la mula en el portal de Belén”. En
el libro se dice simplemente que “en el evangelio no se habla en este caso de
los animales”, lo cual es obvio para cualquiera que haya leído los textos. (En
todo caso tendría que ser un asno, no una mula, porque los híbridos de toda
clase están prohibidos en las normas de pureza del Levítico). R-B no se
preocupa para nada de la verosimilitud de esta tradición y se limita a explicar
su origen y sentido. Al escribir este pequeño libro sobre la infancia de Jesús,
después de dos volúmenes más amplios sobre su vida y pasión, R-B ha seguido el
proceso de los evangelistas. En efecto, el evangelio más antiguo, el de Marcos,
no dice nada sobre la infancia. Años más tarde, Mateo y Lucas, que intentaban
completar y mejorar la obra de Marcos, añadieron cada uno por su cuenta y con
desconocimiento recíproco, un par de capítulos sobre los orígenes de Jesús. Y
es que una buena biografía –tal como se entendía en aquel tiempo- tenía que
comenzar presentado los ancestros del personaje, sus títulos de honor, las
maravillas y dificultades que acompañaron su nacimiento. Para realizar esta
tarea los evangelistas apena contaban con datos y recurren a tópicos bien
conocidos en la literatura del tiempo, pero lo notable es que los apliquen no a
un rey o a un filósofo insigne, sino a un pobre judío fracasado y crucificado.
Como digo las diferencias entre los relatos de la infancia de
Mateo y Lucas son muy notables. Coinciden en que sus padres eran José y María,
en que su madre concibió virginalmente, en que vivió en Nazaret y nació en
Belén, aunque cada evangelista explica este dato de forma diversa. Dice Lucas
que José y María tienen que trasladarse desde Nazaret, donde residen, a Belén
de donde procede la familia del varón, para empadronarse con motivo de un
censo. En cambio, en la versión mateana la familia vive en Belén y allí nace
Jesús; acaban recalando en Nazaret tras regresar de Egipto, donde habían huido
por la persecución de Herodes. Según el texto griego de Lucas, Jesús y María
recurren al albergue común para forasteros de Belén; en el piso superior se
acostaban hacinadas las personas, mientras que abajo, en torno al patio, se
dejaban las cabalgaduras. Lo que da a entender el texto es que en esta parte
inferior, con más intimidad, da a luz María y, por eso, coloca al niño en un
pesebre. Como tantas otras cosas, la cueva de Belén es cosa de la religiosidad
popular posterior. Sigamos con las diferencias: Lucas no conoce ni la matanza
de niños ordenada por Herodes, ni la huída a Egipto; en Mateo quienes adoran al
niño son unos magos de oriente guiados por una estrella, mientras en Lucas son
unos pastores que reciben un anuncio angélico. Todo esto plantea una serie de
problemas críticos.
El libro de R-B es una reflexión teológica y espiritual sobre algunos
textos de estos capítulos iniciales Es una obra más breve y de más fácil
lectura que los volúmenes precedentes. El libro rezuma experiencia espiritual y
una gran familiaridad con la
Biblia , que se manifiesta en que explica el sentido de los textos
relacionándolos con otros, lo que en teoría lingüística se llama
“intertextualidad”. Es un trabajo con una notable carga de subjetividad, porque
como R-B ya nos decía en su primer libro expone “su búsqueda personal del
rostro del Señor”. No es una lectura ingenua, conoce los problemas, pero no los
estudia críticamente, aunque sí se decanta cuando del valor histórico se trata.
Benedicto XVI ha aprovechado todos los foros para defender una fe razonable y
una razón abierta a la trascendencia. Esta preocupación le lleva a radicar la
fe en la historia. En el presente libro R-B se inclina, contra la mayoría de
los estudiosos actuales católicos incluidos, por considerar históricos el
nacimiento en Belén, la adoración de los magos, la matanza de los niños.
Acepta, incluso, la interpretación concordista que ve en la estrella de los
magos la confluencia de Saturno y Júpiter, que tuvo lugar el año del nacimiento
de Jesús. Los evangelios tienen una voluntad de evocación histórica que la
investigación actual reconoce, pero estos capítulos primeros plantean un
problema especial: son las tradiciones más tardías, presentan divergencias
insuperables, y su género literario consiste en la reelaboración de textos del
Antiguo Testamento y tradiciones judías para reinterpretar lo que la fe
descubre en Jesús y en el paradójico decurso de su vida. No se puede emitir un
juicio sobre la historicidad de estos capítulos sin tener en cuenta estos
factores, como hace R-B. Más aún, creo que la defensa de su historicidad va en
detrimento de su sentido teológico. Se trata, por supuesto, de cuestiones
abiertas y R-B da su opinión, pero reconoce que “cada uno es libre de
contradecirle”. El libro, escrito con elegancia y sencillez, puede edificar la
fe de los creyentes, pero no resulta apropiado para hacer relevante el
evangelio en un público culto y de no estricta vinculación eclesial.
Una observación final. Se hacen en el libro observaciones
oportunas para contextualizar el nacimiento de Jesús, pero no se sacan todas
las consecuencias. Así se cita la inscripción de Priene del año 9 a .C., en la que se llama a
Augusto “salvador” y “evangelio” al anuncio de su nacimiento. Todo indica que
los evangelios tienen una intención polémica: el verdadero salvador es Jesús y
no el emperador romano. Como el anuncio angélico de la paz conlleva también una
carga crítica con la “pax romana”, realizada desde el punto de vista de los
“pastores” -campesinos de los pueblos sometidos- que sufrían sus costes. Los tres
volúmenes de R-B tienen muchos méritos, pero les falta sensibilidad a los
aspectos sociales de la vida y del mensaje de Jesús.
"No aparearás tu ganado siendo de diferente especie..." Le, 19, 19.
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