No
podía ser de otra manera. Benedicto XVI ha publicado un libro y una bandada de plumíferos
se ha cernido sobre él, compitiendo por el titular más escandaloso y, a su
limitado entender, más desfavorable para la Iglesia Católica. Estamos
acostumbrados a que las palabras del Papa sean sistemáticamente tergiversadas,
aunque hemos de reconocer que a menudo esta conducta no está tan solo motivada
por el deseo de ridiculizar nuestras creencias, sino también por la ignorancia
de quienes reseñan aquello que son incapaces de entender. En esta ocasión, tras
el cúmulo de disparates a cuenta de la presencia del buey y de la mula en el
pesebre, ya comentados en un artículo de Rafael Aguirre del que nos hicimos eco
en esta blog, los infatigables
reporteros han aireado a los cuatro vientos la sensacional noticia de que según
el pontífice, los Reyes Magos no venían de Oriente, sino que, pásmense, eran
andaluces.
Giotto.
La adoración de los magos
Cualquier
persona mínimamente familiarizada con la Sagrada Escritura, aún antes de leer
el libro entiende que es imposible que el Papa haya escrito tal cosa.
Intentemos, pues, aproximarnos a sus palabras reales. Se refieren a un episodio
solo narrado en el Evangelio de Mateo: unos magos, cuyo número no se precisa,
guiados por una estrella, se presentan ante Herodes y le preguntan por el lugar
de nacimiento del rey de los judíos (Mt 2). A partir de este hecho, Benedicto
XVI indaga en primer lugar sobre los diferentes significados que la palabra
“mago” puede tener en el Evangelio: sacerdotes zoroastrianos, personas dotadas
de saberes sobrenaturales y también brujos, como aquel a quien Pablo califica
de “hijo del diablo” (Hch 13, 10). Se inclina por la primera acepción, aunque
señala que esta debe entenderse en un sentido amplio, referido a personas que
independientemente de que pertenecieran o no a la clase sacerdotal, poseían
conocimientos filosóficos y religiosos desarrollados en el ambiente de aquella.
En conclusión:
… estos hombres son predecesores, precursores
de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos (BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús, Barcelona,
Planeta, 2012, p. 101).
La
Iglesia, continúa, ha leído esta historia a la luz de Isaías 60 y del Salmo 72,
10, con lo que ha convertido a estos sabios en reyes:
Las naciones caminarán a tu luz, y los reyes
al fulgor de tu aurora (Is 60, 3)
Los monarcas de Tarsis y las Islas |
ofrecerán tributo
(Sal 72, 10).
Es a
continuación cuando aparece el párrafo tan aireado. Para evitar confusiones, lo
copiaré textualmente:
La promesa contenida en estos textos extiende
la proveniencia de estos hombres hasta el Extremo Occidente (Tarsis-Tartesos en
España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la
universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes
de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa (p. 102).
Ha de
entenderse que el Papa se refiere a los
textos del Salmo y de Isaías. Los cristianos siempre hemos creído que en Jesús
alcanzan su cumplimiento las promesas contenidas en el Antiguo Testamento -el Tanaj judío- ya que él es el Mesías, el Cristo, anunciado
por los profetas. De este modo, los magos, independientemente de su procedencia
y rango concretos, representan a toda la humanidad, sedienta de verdad y de
justicia. Esta concepción universalista ha llevado asimismo a simbolizar en
ellos las tres edades del hombre: juventud, madurez y senectud.
Abraham Bloemaert. La adoración de los magos
La lectura nos muestra lo que representa la manifestacion del hijo de Dios a todas las gentes. No importa si eran reyes o magos,del mas humilde al más importante al más docto. Del mas pequeño al más grande lo conoceran
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