Así se
titula el cuarto capítulo de la Constitución
pastoral Gaudium et spes,
aprobada en el Concilio Vaticano II. A continuación reproducimos unos párrafos
de su contenido:
Con el desarrollo cultural, económico y
social se consolida en la mayoría el deseo de participar más plenamente en la
ordenación de la comunidad política. En la conciencia de muchos se intensifica
el afán por respetar los derechos de las minorías, sin descuidar los deberes de
estas para con la comunidad política: además crece por días el respeto hacia
los hombres que profesan opinión o religión distintas; al mismo tiempo se
establece una mayor colaboración a fin de que todos los ciudadanos, y no
solamente algunos privilegiados, puedan hacer uso efectivo de los derechos
personales.
Se reprueban también todas las formas
políticas, vigentes en ciertas regiones, que obstaculizan la libertad civil o
religiosa, multiplican las víctimas de las pasiones y de los crímenes políticos
y desvían el ejercicio de la autoridad de la prosecución del bien común, para
ponerla al servicio de un grupo o de los propios gobernantes.
La mejor manera de llegar a una política
auténticamente humana es fomentar el sentido interior de la justicia, de la
benevolencia y del servicio al bien común y robustecer las convicciones
fundamentales en lo que toca a la naturaleza verdadera de la comunidad política
y al fin, recto ejercicio y límites de los poderes públicos.
(Gaudium et spes, Cap. IV, 73)
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