Proclamada por el papa Benedicto XVI, doctora de la Iglesia, en el pasado mes de octubre, Hildegarda de Bingen (1098-1179), fue una mujer excepcional. En un mundo casi por completo masculino, desarrolló una inmensa labor: monja benedictina, fundó el monasterio de Rupertsberg (Alemania), escribió obras teológicas y médicas, compuso piezas musicales, destacó como predicadora e incluso amonestó por carta al emperador Federico I Barbarroja, con ocasión de que este había forzado la elección del antipapa Victor IV.
Presentamos una de sus obras:
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