13 agosto 2012

El sentido de la vida

Francisco Javier Bernad Morales

Recupero una vieja recensión aparecida en Estudio Agustiniano.


GARCÍA ROJO, Jesús, El sentido de la vida. Una pregunta necesaria. Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2004, 17 x 23,2, 322 pp.

Al cabo de muchos años, Jesús García Rojo nos ofrece el texto completo de su tesis doctoral en teología, de la que ya había publicado una versión resumida en 1989. El largo tiempo transcurrido desde entonces no ha hecho sino volver más actual el estudio y más acuciante la necesidad de hallar una respuesta a una pregunta que los seres humanos no podemos dejar de plantearnos, so pena de quedar mutilados, condenados a una angustia sin salida, o simplemente embrutecidos. Analiza García Rojo como el problema del sentido ha sido abordado por el marxismo, desde los escritos de los fundadores, en que se elude su planteamiento, hasta su reaparición en la obra de los pensadores heterodoxos, Schaff y Machovec; para pasar después a Sigmund Freud y a su negación de la pertinencia de toda indagación sobre el sentido, para continuar con la afirmación de la centralidad de esta en la obra del psicólogo superviviente del Holocausto −es decir, de la más radical negación de la dignidad humana− Viktor Frankl.
El capítulo dedicado a este, de quien merece recalcarse la afirmación de que el dolor y la muerte no privan de sentido a la vida, actúa como puente hacia la exposición de la respuesta dada por los teólogos Tillich y Rahner, para quienes la pregunta remite necesariamente a Dios como fundamento incondicionado de la existencia.

            En su conjunto, el libro es una apasionante reflexión sobre el ser humano, sobre su carácter contingente y sobre su necesidad de hallar un fundamento que dé sentido a su existencia. Si en tiempos todavía no muy lejanos, ideologías totalitarias ofrecían respuestas que, al soslayar toda trascendencia, produjeron seres desprovistos de sentido moral, en la actualidad, en sociedades acomodadas en el hedonismo y en el relativismo ético, el peligro ya no está en que seamos víctimas de soluciones engañosas, sino en que lleguemos a ser incapaces de plantearnos la pregunta. 

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