Querido
Dios:
Ayúdame a
ser un buen deportista en el juego de la vida.
No te pido
que me pongas en un lugar cómodo o fácil.
Colócame
donde tú más me necesites.
Sólo te pido
que pueda darme a fondo y plenamente,
Con todo lo
que tengo, puedo y soy.
Ayúdame a
aceptar los malos ratos como parte del juego.
Que siempre
juegue limpio, sin importarme lo que hagan otros.
Que estudie
bien el Libro, de modo que conozca las reglas.
Finalmente,
Señor, si el desarrollo normal de los sucesos
va en contra
mía, si tengo que sentarme en el banco de la espera,
por
enfermedad o por edad avanzada,
que acepte
todo esto, también como parte del juego.
Y que cuando
llegue el final de la carrera no te pida laureles o trofeos.
Todo lo que
deseo es estar convencido sinceramente
de que jugué
lo mejor que pude, y de que nunca te dejé a Ti, Señor, en mal lugar.
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