11 octubre 2012

El Año de la Fe

En este día de hoy, la Iglesia inaugura la celebración del Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, coincidiendo con el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. Este tiempo de reflexión concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo.
Al anunciar el Año de la Fe, el Papa señaló como objetivo impulsar la misión de toda la Iglesia con la finalidad de conducir al hombre a su reencuentro con Dios, quien nos ofrece una vida auténtica y  en plenitud.

Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe con la Carta apostólica Porta fidei y así nos exhorta desde el principio: «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor
Más adelante nos invita a todos los cristianos a aprender durante este año el Credo, haciendo de él nuestra oración diaria y para destacar la importancia de ello se expresa del siguiente modo:
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].
En nuestra comunidad, la celebración de este Año de la Fe, será el comienzo de un trienio, que se completará con el Año de la Esperanza y el Año de la Caridad, y culminará con la conmemoración del 25 aniversario de la creación de diócesis, promoviendo la Gran Misión. Como dice nuestro obispo: Tenemos que abrir los ojos de los hombres a la trascendencia y a la fraternidad. Tenemos que moverles hacia el Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Tenemos que velar por Dios y velar por el hombre desde la comprensión que de ambos nos ofrece Jesucristo. Evangelizar no es para nosotros un motivo de gloria, sino una necesidad: «Ay de mí si no evangelizare» (1 Cor 9,16).
Credo Niceno-constantinopolitano
Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica. 
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.




[1] Carta Apostólica en forma de Motu Proprio PORTA FIDEI del Sumo Pontífice Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la Fe.

[2] Carta Apostólica en forma de Motu Proprio PORTA FIDEI del Sumo Pontífice Benedicto XVI con la que se convoca el Año de la Fe.

[3] Llenos de amor por el hombre con la antorcha de Cristo en la mano. Carta del obispo D. Joaquín López de Andújar y Cánovas del Castillo.


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