Con motivo del quincuagésimo aniversario de la apertura del concilio Vaticano II, recordaremos en sucesivas entradas algunos de sus documentos.
El
santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los
religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Phil 3,8), “pues desconocer la Escritura
es desconocer a Cristo” (San Jerónimo). Acudan de buena gana al texto mismo: en
la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien
en otras instituciones o con otros medios que para dicho fin se organizan hoy
por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la
Iglesia. Recuerden que a la lectura de
la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo
de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos
cuando leemos sus palabras” (San Ambrosio. De
officiis ministrorum).
Constitución Dei Verbum. Concilio Vaticano II.
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