San Agustín
Amabilísimo Señor Jesucristo, verdadero Dios, que del seno
eterno del padre omnipotente, Tú fuiste enviado al mundo para absolver los
pecados, redimir a los afligidos, soltar a los encarcelados, congregar a los
vagabundos, conducir a su patria a los peregrinos, compadécete de los
verdaderamente arrepentidos, consuela a los oprimidos y atribulados; dígnate
absolver y liberarme a mí, a tu criatura, de la aflicción y tribulación en que me
veo, porque tú recibiste de Dios Padre todopoderoso el género humano para que
lo comprases y, hecho hombre, prodigiosamente nos compraste el paraíso con tu
preciosa sangre, estableciendo una paz completa entre los ángeles y los
hombres.
Así pues, dígnate, Señor, introducir y confirmar una
perfecta concordia entre mis enemigos y yo y hacer que sobre mí resplandezca tu
paz, gracia y misericordia, mitigando y extinguiendo todo odio y furor que
contra mí tuvieron mis adversarios, como lo hiciste con Esaú, quitándole toda
la aversión que tenía contra su hermano Jacob.
Extiende, Señor Jesucristo, sobre mí tu criatura, tu brazo y
tu gracia y dígnate liberarme de todos los que me odia, como liberaste a Abraham
de las manos de los caldeos; a su hijo Isaac de la consumación del sacrificio;
a José, de la tiranía de sus hermanos; a Noé, del diluvio universal; a Lot, del
incendio de Sodoma; a Moisés y Abraham, tus siervos y al pueblo de Israel, del
poder del faraón y de la esclavitud de Egipto; a David, de las manos de Saúl y
del gigante Goliat; a Susana, del crimen y del falso testimonio; a Judit, del
soberbio e impuro Holofernes; a Daniel de la cueva de los leones; a los tres
jóvenes, Sidrac, Misac y Abedénego, de la caldera de fuego ardiente; a Jonás,
del vientre de la ballena; a la hija de la mujer cananea, de la opresión del
demonio; a Adán, de la pena del infierno; a Pedro de las olas del mar; y a Pablo,
de las celdas de la cárcel.
Oh amabilísimo Señor Jesucristo, hijo de Dios vivo,
atiéndeme también a mí, criatura tuya, y ven con prontitud en mi ayuda, por tu
encarnación, por tu nacimiento, por el hambre, por la sed, por el frío, por el
calor, por los trabajos y por las aflicciones; por los salivazos y bofetadas;
por los azotes y corona de espinas; por los clavos, hiel y vinagre; por la
muerte cruel que por mí padeciste; por la lanza que transpasó tu pecho; y por
las siete palabras que dijiste en la cruz, "padre perdónales, porque no
saben lo que hacen". después al buen ladrón que estaba contigo
crucificado: "yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso". Después
al mismo Padre: "Dios mio, dios mio, porqué me has abandonado."
Después a tu madre "mujer ahí tienes a tu hijo"
después al discípulo: "ahí tienes a tu madre", mostrando que así que
cuidabas de tus amigos. Después dijiste: "tengo sed", porque deseabas
nuestra salvación y la de las almas santas que estaban en el limbo. Dijiste
después a tu Padre. "En tus manos encomiendo tu espíritu. Y por último
exclamaste "todo está consumado", porque estaban concluidos todos tus
trabajos y dolores.
Te ruego pues, que por todo esto y por tu bajada al limbo,
por tu gloriosa resurrección, por las frecuentes consolaciones que diste a tus
discípulos, por tu admirable ascensión, por la venida del Espíritu Santo, por
el tremendo día del juicio, como también por todos los beneficios que he
recibido de tu bondad.
(fragmento)
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