Francisco Javier Bernad Morales
Con los
nombres de alumbrados o dejados se conoce a diversos grupos
cristianos que en la Castilla del siglo XVI se orientaron hacia una devoción
íntima de carácter místico. Hay que reseñar que en gran parte procedían de
familias judeoconversas[1]
y que entre ellos fue muy destacada la presencia de mujeres. No se les puede
considerar una secta, ya que, por un lado, no se detecta unidad doctrinal,
aunque sí amplias coincidencias, y, por otro, falta toda estructura
organizativa. Son núcleos dispersos que se reúnen en torno a un dirigente
espiritual, a menudo una beata, quien les guía en el camino del recogimiento.
Es este un proceso en el que los sentidos se orientan hacia el interior y la
mente se vacía de todo pensamiento, hasta llegar a un estado de quietud en que
el alma se siente penetrada por el amor de Dios. A partir de ahí, el devoto
debe simplemente abandonarse y dejar que Dios obre en él. Ese es el único
camino de salvación. En consecuencia, se rechazan las formas externas de
devoción, tales como procesiones, culto a las imágenes, oración vocal o
penitencia. Por su parte, las buenas obras no constituyen un mérito de quien
las realiza, sino que son el fruto de ese actuar de Dios.
Estas
ideas de los alumbrados presentan puntos de contacto con el erasmismo y el
luteranismo, aunque parece poco probable que se pueda establecer una filiación
directa. Más bien parece que unos y otros beben en la fuente común de la devotio moderna y alcanzan
conclusiones en ciertos aspectos similares.
Hacia
1520, momento en que la Inquisición comienza a recibir denuncias contra ellos,
su presencia es notoria en Guadalajara y en Escalona. En ambos lugares forman
grupos muy ligados a familias de la más alta nobleza castellana: en el primero,
los Mendoza, duques del Infantado, y en el segundo, los Pacheco, marqueses de
Villena. Se reúnen a menudo en sus palacios donde gozan de apoyo y protección,
pero no acaban aquí sus relaciones con la aristocracia. También don Fadrique
Enríquez, Almirante de Castilla, siente fascinación por las formas íntimas de
piedad preconizadas por los alumbrados. Estos asimismo están presentes en
Valladolid, donde Francisca Hernández ejerce una suerte de magisterio sobre
algunos clérigos jóvenes, entre ellos Bernardino Tovar, hermano de Juan de
Vergara[2].
Isabel de la Cruz, religiosa de la tercera orden franciscana, goza por su parte
de una gran influencia en Guadalajara, donde pronto destaca entre sus
seguidoras María Cazalla, hermana del obispo sufragáneo de Ávila.
[1] Señala Bataillon que todos los
alumbrados cuyos orígenes son conocidos, de los que ofrece una larga lista,
pertenecían a familias conversas. BATAILLON, Marcel, El erasmismo en España, Madrid, FCE, 1983, p. 180. Entre los
citados en este artículo y el que seguirá, ese era el caso de los Cazalla, de Isabel de la Cruz,
de Bernardino Tovar y de Ruiz de Alcaraz.
[2] En un artículo anterior me ocupé
del erasmista Juan de Vergara y del papel que en su apresamiento tuvo el empeño
puesto en defender a su medio hermano Bernardino Tovar, procesado por la
Inquisición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario