06 marzo 2013

La fe ante el Holocausto

Jean Améry (1912-1978), cuyo verdadero nombre era Hans Maier, nació en Austria de padre judío y madre católica. Tras el Anschluss (anexión de Austria por la Alemania nazi), escapó a Bélgica, donde fue arrestado después de la capitulación. Consiguió fugarse, pero en julio de 1943 la Gestapo lo detuvo de nuevo y, tras terribles torturas, lo identificó como judío, por lo que lo envió a Auschwitz.

Es autor de algunos de los más estremecedores testimonios sobre el Holocausto. Hoy recogemos un texto en que, desde su condición de agnóstico, reflexiona sobre la fe:

Nosotros, intelectuales escépticos y humanistas, éramos objeto de desprecio por parte de ambos, cristianos y marxista. Los primeros nos despreciaban con indulgencia, los segundos con impaciencia y desabrimiento. Había momentos en el campo, en que me preguntaba si el desprecio no estaba justificado. No es que en mi caso hubiera deseado o tan solo reputado posible la fe religiosa o política. No quería saber nada de una gracia de la fe, que para mí no era tal, ni de una ideología, cuyos errores y sofismas creía haber desvelado. No quería ingresar en sus grupos de correligionarios, pero habría deseado ser como ellos, imperturbables, serenos y recios. Lo que a la sazón creí comprender, todavía hoy me parece una certeza: la persona creyente en un sentido amplio, ya nutra su fe en fuentes metafísicas o inmanentistas, es capaz de superarse a sí misma. No es reo de su propia individualidad, sino que participa de un continuo espiritual, que jamás se interrumpe, ni siquiera en Auschwitz. Es al mismo tiempo más extraño y más cercano a la realidad que el descreído. Más extraño puesto que su actitud fundamental de corte finalista lo lleva a hacer caso omiso de los contenidos de realidad existentes y a fijar su atención sobre un futuro más o menos próximo; más cercano, sin embargo, porque justo por esa razón no se deja dominar por las circunstancias envolventes y así puede influir sobre ellas más eficazmente. Para el hombre desarraigado de la fe, la realidad es, en el peor de los casos, una fuerza violenta ante la que se doblega, en el mejor de los casos, un material para el análisis. Para el creyente es arcilla que modela, misión que profesa.

AMÉRY, Jean, Más allá de la culpa y la expiación, Valencia, Pre-Textos, 2004, p. 70-71

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