El
reino judío se vio envuelto de manera forzosa en las guerras civiles
romanas. En la que enfrentó a Julio César con Cneo Pompeyo, Antípatro maniobró de manera muy hábil, pues
consiguió que, tras el asesinato en Egipto del segundo (48 a. C.), el vencedor
les ratificara en sus puestos, tanto a él como a Hircano II. Tras este éxito
nombró a su hijo menor Herodes, gobernador de Galilea, en tanto que el mayor,
Fasael, quedaba como prefecto de Jerusalén. Hircano II parece haber sido un
hombre de carácter débil, poco dotado para las tareas de gobierno. En otro
sentido, era un admirador de la cultura griega, hasta el punto de que la ciudad
de Atenas le obsequió con una corona de
oro y erigió una estatua de bronce en su honor[1].
Muerto
ya Antípatro por envenenamiento, tanto Herodes como Fasael, tomaron partido por
Marco Antonio en su lucha contra Octavio, por lo que aquel los nombró tetrarcas,
conservando a Hircano en el puesto de sumo sacerdote (41 a. C.). Poco después,
los partos invadieron Judea y capturaron a Fasael, a quien dieron muerte, y a
Hircano. En estas circunstancias, Herodes obtuvo de Marco Antonio el título de
rey de Judea. Dado que no pertenecía a la familia asmonea, en un intento de
legitimar su posición, contrajo matrimonio con Mariamne (38 a. c.), nieta de
Hircano II y de Aristóbulo II.
No se
sintió, sin embargo, seguro en el trono, por lo que intrigó hasta conseguir que
Antonio hiciera matar a Antígono, hijo de Aristóbulo II (37 a. C.). A lo largo de su reinado, por temor a que
conspiraran para arrebatarle la corona, eliminó a los asmoneos supervivientes, entre
ellos su suegra, su cuñado (el sumo sacerdote Aristóbulo III), Hircano II, la
propia Mariamne (29 a. C.) y dos de los hijos varones que había tenido con esta
(el otro había muerto en Roma). Digno émulo de su padre, tras la derrota y
muerte de Antonio (30 a. C.) logró que Octavio, en lugar de darle muerte como
todos esperaban, le confirmara como rey.
Pese a
que restauró y amplió el templo, no consiguió ganarse las simpatías de los
judíos, que siempre vieron en él a un idumeo converso, advenedizo y cruel.
Además prosiguió una política de helenización como ponen de manifiesto la
fundación de la ciudad de Cesarea o la edificación de teatros. Introdujo
incluso algunas costumbres romanas repugnantes al judaísmo, tales como juegos
en honor de Augusto o ejecutar a los condenados arrojándolos a las fieras en el
anfiteatro[2].
A su
muerte (4 a. C.)[3],
sus territorios, que además de Judea, comprendían Galilea, Samaria, Idumea,
Traconítide, Gaulanítide y Perea, fueron divididos por Augusto entre tres de
sus hijos, Herodes Antipas, Arquelao y Filipo[4].
Al
narrar los acontecimientos del reinado de Herodes, Josefo menciona por primera
vez a los esenios, una secta judía que debemos añadir a las de saduceos y
fariseos ya citadas en la entrega anterior. Sus doctrinas las resume brevemente
más adelante: creen en la inmortalidad del alma y no ofrecen sacrificios en el
templo, viven en comunidad, practican el celibato y rechazan la esclavitud[5].
A ellos habría que sumar los zelotes, quizá aparecidos durante el reinado de
Arquelao (4 a. C. – 6 d. C.), a quienes caracteriza como próximos a los
fariseos, aunque a diferencia de estos se oponían con las armas a la dominación
romana, y diversos grupos bautistas, entre los que alcanzaría notoriedad en la
tradición cristiana el surgido en torno a Juan, presentado en el Evangelio de
Lucas como primo de Jesús. Más adelante me ocuparé de todos ellos con mayor
detenimiento. Baste por ahora señalar la amplitud de tendencias que presentaba
la religión judía en los tiempos del cambio de era.
[1] JOSEFO, Flavio, Antigüedades de los judíos, XIV, VIII,
5.
[3] En el siglo VI el monje Dionisio
el Exiguo realizó el cálculo que sirve de fundamento a la era cristiana, pero
dató erróneamente el reinado de Herodes el Grande. Lo más probable es que Jesús
de Nazaret naciera hacia el 7 a. C.
[4] Herodes contrajo matrimonio con
diez mujeres que le dieron numerosos hijos. Además de a Aristóbulo y Alejandro,
nacidos de Mariamne, hizo matar a otro de ellos, Antípatro. A Arquelao y
Herodes Antipas, los tuvo con la samaritana Malthace, en tanto que Filipo nació
de Cleopatra de Jerusalén.
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