La Liturgia de la Iglesia alimenta nuestra vida cristiana desplegando en el tiempo el misterio de la salvación. Posibilita la evangelización, la santificación de los fieles, la edificación de la comunidad cristiana. Es marco de adoración, acción de gracias, escucha de la palabra, conversión, encuentro, motivaciones piedad. Hace cercano e inteligible el misterio de la fe.
La Cuaresma es un
tiempo privilegiado del Año Litúrgico. Su meta es la preparación de la vivencia
de la Pascua, a través de la conversión,
de la renovación espiritual. Durante cuarenta días, desde el Miércoles de
Ceniza hasta el Domingo de Ramos, acompañamos al Señor en su subida a
Jerusalén, participando en su voluntad de entrega salvadora.
El Tiempo de Cuaresma
es rico en sus manifestaciones:
Es tiempo de oración,
comunitaria y personal: vivencia de la liturgia, práctica de los sacramentos,
especialmente de la eucaristía y de la penitencia, escucha de la palabra de
Dios leída o proclamada, interioridad y reflexión, prácticas de piedad…
Tiempo de fraternidad,
caridad y comunión, expresada en la limosna y en el cumplimiento del mandato de
amor y en la acogida de los hijos de Dios más débiles, conforme al mandato
explícito del Señor de amor a Dios y al prójimo.
Tiempo de ascesis
penitencial, dolor de nuestras culpas, confesión sacramental, ayuno,
abstinencia; intento de purificación para acompañar al Señor en su entrega.
Tiempo de prácticas
tradicionales herencia de la historia de la piedad del pasado: viacrucis,
retiros, charlas cuaresmales...
“el Año de la fe es
una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador
de mundo”. Benedicto XVI, Porta Fidei, 6.
Cuarenta días de
persistencia en el intento de mejorar nuestra vida cristiana, de convertirnos
para participar en el misterio pascual que desplegaremos en la Semana Santa,
coronándolo con la alegría pascual.
Cuaresma en el
contexto del Año de la Fe:
La vida cristiana es respuesta a la llamada de Dios que es
Amor y nos anima a la conversión, al esfuerzo, asistido por su gracia, para
vivir el ideal que Cristo nos ofrece en el Evangelio.
«Hemos conocido el
amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16).
El cristiano, y la misma comunidad, creyente están siempre,
necesitados de conversión, de asumir el reto que encierra el “sed perfectos como vuestro Padre
celestial…”
Benedicto XVI,
nos ofrece pautas para vivir la fe en este tiempo de Cuaresma. Seleccionamos
algunas para nuestro empeño de mejora y conversión:
Profundizar en los
contenidos y la naturaleza de la fe. Al hablar de la fe nos referimos
preferentemente al conjunto de verdades y creencias (credo), pero dejamos en
penumbra el acto mismo por el que creemos. El Papa nos recuerda:
“Redescubrir los
contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre
el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de
hacer propio”. Benedicto XVI, Porta Fidei, 9.
Ambas dimensiones son necesarias, pero la esencia de la fe
reside en la adhesión personal a la persona de Cristo:
«no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado
primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sóoo un
"mandamiento'', sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene
a nuestro encuentro». Benedicto XVI, Deus caritas est, 1.
Además de Credo, la fides
es encuentro, adhesión, fidelidad, vivencia de amistad, confianza, respuesta a
la iniciativa de Dios:
“el conocimiento de
los contenidos que se han de creer no es suficiente si el corazón, auténtico
sagrario de la persona, no está abierto por la gracia… ”. Benedicto XVI, Porta
Fidei, 10.
“Existe unidad
profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos… El apóstol Pablo
escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» El corazón indica que el primer acto con el
que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y
transforma a la persona hasta en lo más íntimo”. Benedicto XVI, Porta
Fidei, 10.
Vivir, confesar, y
celebrar la fe. La fe no puede ser algo implícito, un “presupuesto obvio de la vida común”. Ha de ser pensada, vivida y
celebrada, para que sea salvífica:
“intensificar la
celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía…”. Benedicto XVI, Porta Fidei, 9.
“confesar la fe con
plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”. Benedicto
XVI, Porta Fidei, 9.
Testimoniar la fe. Evangelizar
con el testimonio:
«Caritas Christi urget
nos»: es el amor de Cristo el que
llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos
envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos
de la tierra”. Benedicto XVI, Porta Fidei, 7.
“que el testimonio de
vida de los creyentes sea cada vez más creíble”. Benedicto XVI, Porta
Fidei, 9.
Unir fe y caridad. El
Dios en quien creemos es Padre de todos y en Cristo. todos somos hermanos:
“La existencia
cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para
después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, para
servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios”. Benedicto XVI, Mensaje… Cuaresma 2013.
“Es importante
recordar que la mayor obra de caridad es la evangelización, el «servicio de la
Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, caritativa hacia el prójimo que
partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva…, la
evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana”. Benedicto XVI, Mensaje… Cuaresma 2013.
Fortalecer la fe. Nos
recuerda el Papá que la fe
“la fe sólo crece y
se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza… que
abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que… tiene su
origen en Dios. Benedicto XVI, Porta Fidei, 7.
Que, desde la fe renovada, profesada, celebrada, vivida,
rezada y testimoniada, podamos aprovechar este tiempo de gracia. Que la
Cuaresma propicie nuestra conversión interior y la edificación de la comunidad
parroquial. ¡Nos espera la alegría luminosa de la Pascua, caminemos ahora con
al Señor!
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