01 febrero 2013

Pensar España

Francisco Javier Bernad Morales

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Enrique, Pensar España con Julián Marías. Rialp, Madrid, 2012, 12 x 19, 203 pp.

Dedica este libro Enrique González a la exposición del pensamiento de Julián Marías acerca de España. Entiéndase, no intenta explicarlo ni esclarecerlo, sino, cediendo una y otra vez la palabra al gran filósofo, resumir las ideas que aquel manifestó en diversas obras, fundamentalmente en España inteligible. Realmente es a este libro al que hay que referir el comentario, pues, insisto, nos hallamos ante un compendio más que ante una obra original.

            Marías, sobra decirlo, no era historiador. Su pretensión era elevarse por encima de los acontecimientos para descubrir su argumento o su sentido profundo. Para ello utiliza, en la estela de Ortega, el evanescente método de la razón histórica. Gracias a esta puede descubrir que España es no solo la más antigua nación de Europa, lo que vale tanto como decir del mundo, sino que es la más europea de todas, pues surge de un proyecto decidido. Mientras que Francia, por ejemplo, es europea porque no pudo ser otra cosa, España lo es gracias a un esfuerzo de voluntad. No solo eso. Además es una nación integradora y transeuropea que manifiesta su íntima vocación en la unión de los diversos reinos de ambos hemisferios, y en la cristianización del orbe. Elevado el pensamiento a tan altas cumbres, resulta posible, borrada ya la percepción de detalles perturbadores, distinguir ese gran proyecto que culminó en lo que en su tiempo fue llamado Monarquía Católica, y al que Marías gusta referirse también como las Españas. El filósofo no puede detenerse en nimiedades tales como que la unión de las coronas de Castilla y Aragón fue fruto no solo del matrimonio de Isabel I y Fernando II, sino también de la prematura muerte de Juan, el hijo que el rey tuvo con su segunda esposa, Germana de Foix, quien, de haber sobrevivido hubiera heredado los estados de Aragón. En mi opinión, este hecho basta para demostrar que España no es fruto de un proyecto perseguido con determinación a lo largo de generaciones, sino que hay un vasto espacio en el que el azar se impone.

            Hay momentos en que la interpretación de la vocación católica de España, le lleva a posiciones que casi rozan el marcionismo. Así cuando achaca, con Ortega, el trato dado a los indios por los colonos ingleses a la influencia que sobre los protestantes ejerce la lectura del Antiguo Testamento. No se para, naturalmente, a analizar las circunstancias ecológicas, económicas y sociales en que se desarrollan los respectivos procesos de expansión. En las Trece Colonias, campesinos ansiosos de tierras ocupadas por pueblos que practican una agricultura de muy bajo rendimiento; en los virreinatos, aventureros deseosos de sustituir a unas elites indígenas que ya vivían de los excedentes producidos por una población acostumbrada al pago de tributos y a las prestaciones personales. Desde la luminosa esfera de la razón histórica no se perciben tan triviales detalles y queda tan solo el Antiguo Testamento, al parecer desconocido por los católicos, como fuerza que arrastra los arados de los colonos.

            Marías halla en la historia de España aquello que previamente ha dispuesto en ella: un argumento, un proyecto coherente de futuro. Al actuar así, procede como todos los nacionalistas, incluso como los que rechazan ese supuesto proyecto común para  alzar otro en su lugar. Hay un problema que no puede soslayar, el mismo que acecha a todos los que mantienen una concepción metafísica de la nación: las múltiples ocasiones en que ese proyecto parece haber sido abandonado. Para salvar el edificio se hace preciso recurrir a influencias extrañas, ajenas al pensar patrio y que, por desconocimiento e incluso envidia, han mostrado una imagen desfigurada del país, que ha llegado a seducir a no pocos españoles, apartándolos de su misión e introduciendo la duda y el desánimo: en suma, arrastrándolos a la traición.

            En vano buscaremos en el libro de González una argumentación que explique en  qué consiste y cómo se aplica esa razón histórica que conduce a tan deslumbrantes resultados. En su lugar, solo hallaremos glosa entusiasta y admiración rendida hacia la obra de su maestro. Algo quizá loable, pero poco sólido.

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