Hermanos, os exhortamos vivamente
a que tengáis caridad no sólo para con vosotros mismos, sino también para con
los de fuera, ya se trate de los paganos, que todavía no creen en Cristo, ya de
los que están separados de nosotros, que reconocen a Cristo como cabeza, igual
que nosotros, pero están divididos de su cuerpo. Deploremos, hermanos, su
suerte, sabiendo que se trata de nuestros hermanos. Lo quieran o no, son
hermanos nuestros. Dejarían de serlo si dejaran de decir: Padre nuestro.
Dijo de algunos el profeta: A los
que os dicen: «No sois hermanos nuestros», decidles: «Sois hermanos nuestros.»
Atended a quiénes se refería al decir esto. ¿Por ventura a los paganos? No,
porque, según el modo de hablar de las Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos
hermanos. ¿Por ventura a los judíos, que no creyeron en Cristo?
Leed los escritos del Apóstol, y
veréis que, cuando dice «hermanos» sin más, se refiere únicamente a los
cristianos: Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?, o ¿por qué desprecias a tu hermano?
Y dice también en otro lugar: Sois injustos y ladrones, y eso con hermanos
vuestros.
Ésos, pues, que dicen: «No sois
hermanos nuestros», nos llaman paganos. Por esto, quieren bautizarnos de nuevo,
pues dicen que nosotros no tenemos lo que ellos dan. Por esto, es lógico su
error, al negar que nosotros somos sus hermanos. Mas, ¿por qué nos dijo el
profeta, Decidles: «Sois hermanos nuestros», sino porque admitimos como bueno
su bautismo y por esto no lo repetimos? Ellos, al no admitir nuestro bautismo, niegan
que seamos hermanos suyos; en cambio, nosotros, que no repetimos su bautismo,
porque lo reconocemos igual al nuestro, les decimos: Sois hermanos nuestros.
Si ellos nos dicen: «¿Por qué nos
buscáis, para qué nos queréis?», les respondemos: Sois hermanos nuestros. Si
dicen: «Apartaos de nosotros, no tenemos nada que ver con vosotros», nosotros
sí que tenemos que ver con ellos: si reconocemos al mismo Cristo, debemos estar
unidos en un mismo cuerpo y bajo una misma cabeza.
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