Entre tantas dudosas certidumbres
que me
mienten, halagan los sentidos,
Tú, callado
y sin nubes, tan desnudo,
tan
transparente de ternura y trigo
¿qué me
quieres decir -labios sellados-
desde tu
oculto y cándido presidio?
¿Qué me
destellas, ay, qué me insinúas,
qué me
quieres, Amor, Secreto mío?
Porque las
ondas que abres y propagas
desde la
fresca fuente de tu círculo
me alcanzan
y me anegan, me coronan,
me ciñen de
suavísimos anillos.
Mas ya sé lo
que quieres, lo que buscas.
Si la
Esperanza es prenda de prodigios,
si el sol de
Caridad arde sin tregua,
lo que pides
es Fe, los ojos niños.
Quererte,
sí, y creerte. ¿Tú me esperas?
¿Me quieres
Tú? ¿De veras que yo existo?
¿Tú me
crees, Señor? Yo creo y quiero
creer en Ti,
quererte a Ti y contigo.
Sí, mi
divino prisionero errante,
mi
voluntario capitán cautivo,
mi
disfrazado amante de imposibles,
mi cifra
donde anida el infinito.
Sí. Tú eres
Tú, te creo y te conozco.
Ya te
aprendí y te sé, paz del Espíritu.
Prosternarse,
humillarse: eso fue todo.
Deponer,
abdicar cetros, designios.
Por Ti hasta
la indigencia, hasta el despojo
quedarse en
puros huesos desvalidos.
La reina
Inteligencia hágase esclava,
sea la
Voluntad sierva de siglos.
Y queden ahí
devueltos, desmontados,
en su
estuche de raso los sentidos.
Veo y no
veo, palpo y nada palpo,
escucho
sordo y flor de ausencia aspiro.
No hay más
que una verdad: Tú, Rey de Reyes.
Tú,
Sacramento, Corpus Christi, Cristo.
Ya me tienes
vaciado,
vacante de
fruto y flor,
desposeído
de todo,
todo para Ti, Señor.
No soy más
que tu proyecto,
tu
disponibilidad.
Lléname de
amor y cielo,
rebósame de
piedad.
He
enmudecido mi música
en silencio
de tapiz.
Me negué
hasta el claro sueño,
hasta la
misma raíz.
Ven,
ruiseñor, a habitarme.
Hazme cuna
de Belén.
Ven a cantar
en mi jaula
abierta,
infinita, ven.
Rosas en el
ocaso de la víspera,
las nubes
hoy se han despertado blancas.
Es ya la
aurora bajo palio de oro,
la gloria
teologal de la mañana.
Deslumbradora
nieve en las cortinas
que
descorren dos ángeles de brasa
y en medio
el pecho azul de cielo, abierto
para dar
paso a un Sol que se le salta.
El Sol, el
Sol de Corpus. Cómo vibran
sus rayos de
oro y miel, cómo remansan
recogiéndose
al centro, al hogar íntimo
donde un
Cordero su toisón recama.
Pero ¿qué
traslación, qué meteoro
es éste que
me busca, que me abraza?
Viene por
mí, cae hacia mí derecho,
y en lugar
de crecer, cuanto más baja,
más se
aprieta de amor, más se reduce,
se achica,
se cercena, se acompasa,
hasta
inscribirse humilde en la estatura
del mísero
dintel de mi cabaña.
Oh sol que
el cielo entero no te ciñe
y en sus
collados últimos derramas
la unidad de
tu ser con brío y luces
que no saben
de eclipses ni distancias.
Yo no soy
digno, no, de contemplarte,
de
encerrarte en mi pecho, torpe casa
de la
abominación, lonja del crimen
apenas hoy
barrida y alfombrada.
Mas ya el
milagro se consuma, y tomo,
comulgo el
Pan de la divina gracia.
No soy
digno, no era digno,
pero ahora
un templo soy.
Ilumínanse
mis bóvedas
y todo
temblando estoy.
Esto que
vuela en mi bosque
es un pájaro
de luz,
es una
flecha con alas
desclavada
de una cruz.
Y se ahínca
en mi madera
y me
embriaga de olor.
Ya, aunque
se disuelva en brisa,
me quedará
el resplandor.
Quédate,
fuego, conmigo.
Espera un
instante, así.
Transparéntame
mis huesos.
No te
separes de mí.
Dentro de mí
te guardo, oh Certidumbre,
como el
mosto en agraz guarda el racimo.
Te siento
navegando por mis venas
como la
madre mar a sus navíos.
Dentro de
mí, fuera de mí, impregnándome,
como a la
abeja mieles y zumbidos,
como la luz
al fuego o como el suave
color, calor
al reflejar del vidrio.
Te oigo
cantar, orillas de mi lengua,
florecer en
silencio de martirios.
Dulce y
concreto estás en mí encerrado.
Lo que
ignoran los hombres, pajarillos
lo saben
bien, lo rizan, lo gorjean,
flores lo
aroman por los huertos tibios,
estrellas lo
constelan, lo tachonan,
telegrafían
destellando visos,
ángeles del
amor lo vuelan fúlgidos,
lo velan rumorosos y purísimos.
Tierno y
preciso estás, manso y sin prisa,
dulce y
concreto estás, Secreto mío.
¿Qué valen
todas mis verdades turbias
ante esa
sola, oh Sacramento nítido?
En Ti y por
Ti yo espero y creo y amo,
en Ti y por
Ti, mi Pan, Misterio mío.
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