Gustavo Adolfo Bécquer
Al ver mis
horas de fiebre
e insomnio
lentas pasar,
a la orilla
de mi lecho,
¿quién se
sentará?
Cuando la
trémula mano,
tienda próxima
a expirar,
buscando una
mano amiga,
¿quién la
estrechará?
Cuando la
muerte vidríe
de mis ojos
de cristal,
mis párpados
aún abiertos
¿quién los
cerrará?
Cuando la
campana suene
_si suena en
mi funeral_,
una oración
al oírla,
¿quién
murmurará?
Cuando mis
pálidos restos
oprima la
tierra ya,
sobre la
olvidada fosa
¿quién
vendrá a llorar?
¿Quién, en
fin, al otro día,
cuando el
sol vuelva a brillar;
de que pasé
por el mundo,
quién se
acordará?
Rima LXI
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