28 septiembre 2013

Juan Pablo II a los campesinos e indígenas de Temuco

Discurso de Juan Pablo II a los campesinos e indígenas (Temuco)

Juan Pablo II

…El mensaje del Papa se dirige a todos, porque todos, por encima de cualquier diferencia étnica o cultural, sois hijos de Dios, porque como nos dice San Pablo: todos habéis sido igualmente "elegidos de Dios" (Col. 3, 15) llamados a formar un solo Cuerpo, que es la Iglesia (cf. Col. 3, 15). Como afirma el mismo Apóstol, refiriéndose a los pueblos y categorías de su tiempo, en Cristo "no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todos y en todos" (Col. 3, 1 l).

La fe, queridos hermanos y hermanas, supera las diferencias entre los hombres. La fe da vida a un nuevo pueblo: el pueblo de los hijos de Dios. Sin embargo, aun superando las diferencias, la fe no las destruye sino que las respeta. La unidad de todos nosotros en Cristo no significa, desde el punto de vista humano, uniformidad. Al contrario, la Iglesia, la familia de Dios, de la que todos nosotros formamos parte, se siente enriquecida al acoger la múltiple diversidad y variedad de todos sus miembros. 
Por eso, el Papa, hoy desde Temuco, alienta a los mapuches a que conserven con sano orgullo la cultura de su pueblo: las tradiciones y costumbres, el idioma y los valores propios. El hombre es imagen y semejanza de Dios; por esto mismo, el amor de Cristo a los hombres alcanza también a todas las múltiples formas en las que el hombre se expresa conforme a esa imagen y semejanza. Al defender vuestra identidad, no sólo ejercéis un derecho, sino que cumplís también un deber: el deber de transmitir vuestra cultura a las generaciones venideras, enriqueciendo, de este modo, a toda la nación chilena, con vuestros valores bien conocidos: el amor a la tierra, el indómito amor a la libertad, la unidad de vuestras familias.
Sed conscientes de las ancestrales riquezas de vuestro pueblo y hacedlas fructificar. Sed conscientes, sobre todo, del gran tesoro que, por la gracia de Dios, habéis recibido: vuestra fe católica.
A la luz de la fe en Cristo, lograréis que vuestro pueblo, fiel a sus legítimas tradiciones crezca y progrese tanto en lo material como en lo espiritual, difundiendo así los dones que Dios le ha otorgado. Iluminados siempre por la fe en Cristo, veréis en los demás hombres, por encima de cualquier diferencia de raza o cultura, a hermanos vuestros, y los sabréis comprender y querer. La fe agrandará vuestro corazón para que quepan en él todos los hombres, especialmente quienes forman parte con vosotros de la nación chilena; a su lado y en unión con ellos habéis de trabajar sólidamente en favor de la patria y el bien común. Y esa misma fe llevará a todos los chilenos a amaros, a respetar vuestra idiosincrasia y a unirse con vosotros en la construcción de un futuro en el que todos sean parte activa y responsable, como corresponde a la dignidad humana y cristiana…

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