Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
Mensaje de
los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar con motivo del
"día de la acción católica y del apostolado seglar" en la solemnidad
de Pentecostés, 19 de mayo de 2013.
La solemne
celebración de Pentecostés nos invita a profesar nuestra fe
en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, que el Señor Jesús había prometido a sus discípulos, y a invocar su
efusión sobre la Iglesia y sobre el mundo entero. La presencia del
Espíritu Santo es la que nos ayuda a comprender todo lo trasmitido por el
Señor (cf. Jn 14, 26); y su testimonio, que ilumina nuestra fe, nos
convierte en testigos de la Palabra y de la Resurrección de Jesús
(cf. Jn 15, 26-27). La vivencia
de esta fiesta nos hace poner nuestra confianza en la acción de la
tercera persona de la Trinidad e implorar su venida: «Ven
Espíritu Santo», para que aumente nuestra fe y nos sintamos
fortalecidos para trasmitir el Evangelio.
El versículo
de la Escritura que acompaña al lema de este año, «Creí y por eso hablé» (2 Cor 4, 13), propuesto por san Pablo a
la comunidad de Corinto, nos muestra que la acción evangelizadora del
Apóstol de las gentes está presidida por lo que él mismo llama «espíritu
de fe». Es esa fe la que le lleva a hablar. Podríamos
decir que el dinamismo de la fe desemboca en el anuncio de lo
creído. El valor y la fuerza de la predicación está en proporción a la
intensidad de nuestra fe. Desde el principio la
Iglesia sabe que este es el camino para evangelizar, que creamos en
el Hijo
de Dios.
Renovar
nuestra fe en Jesucristo. Esta idea está en el propósito de Benedicto
XVI al convocar el Año de la fe, en el cincuenta aniversario de la inauguración del
concilio Vaticano II: «El Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor,
único Salvador del mundo». Esta conversión a Cristo
se convierte en la condición inicial e indispensable para poder poner
en marcha el proceso evangelizador que el mundo de hoy necesita. Conversión a la que todos
los fieles estamos llamados. Una
conversión real, que conlleva un cambio de vida y un mayor afán evangelizador. La Iglesia, y los creyentes que a
ella pertenecen, transmiten lo que viven. No se puede transmitir aquello
en lo cual no se cree
y no se vive. No se puede transmitir el Evangelio sin saber lo que significa “estar” con Jesús, vivir en el Espíritu
de Jesús la experiencia del Padre. No hay fruto si no se está unido
a la vid. No hay pesca si faenamos solos
toda la noche, sin la presencia a nuestro lado del Resucitado.
Benedicto
XVI centra muy bien esta cuestión esencial: «Quisiera esbozar un camino que
sea útil para comprender de manera más profunda no solo los contenidos de la fe, sino, juntamente también con eso,
el acto con el que decidimos entregarnos totalmente y con plena
libertad a Dios». En
el fondo se trata de caer en la cuenta de que es importante conocer
mejor lo que creemos, pero que es fundamental el fortalecimiento
del acto de fe en Dios, y en Cristo, por el que realmente creemos lo
que ellos nos han revelado. Porque, antes que el conocimiento de cosas y misterios, la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir
en Él y dejarse trasformar por la gracia que actúa hasta lo
más íntimo.
Esa trasformación engendra la misión. «Con el corazón se cree y
con los
labios se profesa» (cf. Rom 10, 10). «Profesar
con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un
compromiso público (…)»
La fe, precisamente
porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de
Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer
y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu
Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro
testimonio, haciéndolo franco y valeroso».
En este día
de la Acción Católica y del Apostolado Seglar os animamos a recuperar un
texto de la exhortación apostólica postsinodal, Christifideles laici, de la
que se cumplirán 25 años el próximo mes de diciembre:
«Los fieles
laicos —debido a su participación en el oficio profético de Cristo— están
plenamente implicados en esta tarea (la nueva evangelización) de la Iglesia. En
concreto, les corresponde testificar cómo la fe cristiana —más o menos
conscientemente percibida e invocada por todos— constituye la única
respuesta plenamente válida a los problemas
y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esto será posible si los fieles laicos saben superar en
ellos mismos la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en
su vida familiar cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de
vida que en el Evangelio
encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud».
En estos
momentos de crisis social, económica y de fe por los que está atravesando nuestro país, en los que las posibles
respuestas parecen
insuficientes, desde la esperanza cristiana es bueno recordar que existe
un lazo indisoluble entre la fe y la caridad. Igual que no debe existir
una fractura entre nuestra fe y nuestra vida, tampoco podemos caer en la tentación de pensar que fe y
caridad están separadas o que de algún modo una
se opone a la otra. Es mucho el sufrimiento que nos golpea y que, por desgracia, en
muchas ocasiones se ceba con los más débiles y marginados, con los que nos
sentimos especialmente solidarios y cercanos. Pero el compromiso activo
de los católicos con los más
necesitados, surge siempre de una fe que se trasforma en amor, cuyo fruto es el servicio a los más pobres, en feliz expresión de la beata Teresa de Calcuta. No puede ser de otra manera: la fe nos hace acoger
el mandamiento nuevo de Jesús; la caridad nos da la dicha de ponerlo en
práctica (cf. Jn 13
13-17).
Queremos, en
comunión con todos los obispos, dar gracias a Dios, en este
día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por tantos queridos fieles
laicos que con gran empeño estáis renovando vuestra alegría de
creer y recuperando el entusiasmo de trasmitir la fe, y que estáis estrechamente comprometidos entregando vuestras personas y recursos a favor de los
más necesitados. Seguro que vuestra solicitud, generosidad y entrega a favor de
la Iglesia y de todos los hombres se verá recompensada con la fecundidad
de vuestro apostolado.
Elevamos
nuestra oración al Espíritu Santo en esta solemnidad de Pentecostés, para que
llene de su gracia a toda la Iglesia, a la Acción Católica, a nuestros
Movimientos del Apostolado Seglar y a todos los bautizados, para que «impulsados
por la celebración del Año de la fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a
la misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al
hombre al encuentro con Jesucristo,
Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre».
X Carlos
Osoro Sierra, Arzobispo de Valencia. Presidente
X Juan
Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares. Vicepresidente
X Carlos
Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín
X Antonio
Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real
X Atilano
Rodríguez Martínez. Obispo de Sigüenza-Guadalajara
X José
Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián
X Xavier
Novell Gomà, Obispo de Solsona
X Esteban
Escudero Torres, Obispo de Palencia
X José
Mazuelos Pérez, Obispo de Jerez de la Frontera
X Ángel
Rubio Castro, Obispo de Segovia
X Francisco
Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
X Mario
Iceta Gavicagogeascoa, Obispo de Bilbao
X Gerardo
Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria
X Francesc
Pardo Artigas, Obispo de Girona
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