Carmen Sáez Gutiérrez
Ayer sábado tuvo lugar en nuestra
parroquia la ceremonia de envío de
catequistas de niños, jóvenes y adultos, oficiada por el obispo titular de
nuestra diócesis, D. Joaquín María López de Andújar como responsable de la comunidad cristiana.
Previamente a la Eucaristía
presidida por D. Joaquín, el joven
párroco del Álamo y arcipreste de Navalcarnero D. Manuel de Castro, licenciado,
además, en Derecho Canónico y Teología Dogmática, pronunció una conferencia
acerca del significado del envío en
tanto que como vocación catequética no parte de una iniciativa individual y
privada, sino que por el contrario es una llamada a lo más íntimo de nuestro
ser por parte del Señor, quien nos ofrece la misión desde el propio seno de la
Iglesia. Así, habló a los catequistas como transmisores de la Palabra de Dios y
por tanto de la exigencia de acometer esta misión con honradez, sin
contaminaciones que desvirtúen el auténtico significado del mensaje. También
reconoció la dificultad del momento que atraviesa la catequesis por la escasa
colaboración de algunas familias, pero,
no obstante, alentó a continuar sembrando la semilla de la fe, pues
aunque en apariencia pueda parecer que el contenido no penetra en un primer
momento en los catecúmenos, más tarde sí puede observarse el brote de buenos frutos.
Posteriormente, D. Joaquín
concelebró con los sacerdotes asistentes. La liturgia introdujo elementos
nuevos y plenos de significado: la transmisión de la luz del obispo a todos los
presentes a través de las velas, acto que recordaba sin duda a la ceremonia pascual y el beso de cada uno
de los catequistas a los Evangelios como gesto de aceptación de la Palabra en
su totalidad, sin obviar ninguno de los contenidos por pequeños que sean.
La homilía la inició D. Joaquín
dando gracias al Señor por concedernos la Gracia de poder celebrar el envío en la fiesta de la Virgen Dolorosa,
la madre piadosa que a los pies de la cruz se hizo partícipe de la Redención.
En la plática nos exhortó diciendo que el Señor nos llama para ser testigos de
su amor e instrumentos para comunicar sus
misterios en comunión con la Iglesia; puente para poner a los niños, jóvenes o
adultos en relación con Él, lo que constituye el mayor acto de caridad del
cristiano: ayudar al hombre a encontrarse con Dios, pues no hay mayor pobreza
que vivir de espaldas a Él. Abordó también un tema lleno de interés en nuestros
días, pues el hombre parece haberse olvidado de sus limitaciones, de la
presencia del mal en sus actos. Así, habló del pecado como el no
reconocimiento, la desconfianza de la paternidad de Dios, y de la infinita
misericordia del Dios que se hace hombre para ayudar al hombre a salir del
pecado, esto es, volver a confiar en Él. Es a través de la cruz como el pecado
es destruido y Cristo devuelve al hombre su filiación divina. Y es junto a la
cruz donde la Virgen nos abre su corazón para encontrarnos con Dios. María está
en la comunidad cristiana y los apóstoles ven en ella a Jesús. La catequesis es
un misterio maternal pues a través de ella la Iglesia transmite vida. Por ello
María junto a la cruz debe ser nuestro modelo, como ella tenemos que estar abiertos
a la Palabra, ser para todos el rostro de Jesús.
Después de la Eucaristía se
celebró un ágape fraterno en los salones parroquiales. El P. José M.ª que actúo
como anfitrión tuvo que multiplicarse, pues acto seguido tenía bautizos en la
Iglesia. ¡Bendito sea Dios!
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