"....Queridos hermanos y hermanas, vivir este «“alto grado” de
la vida cristiana ordinaria» (cf. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio
ineunte, 31), significa algunas veces ir a contracorriente, y comporta también
encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús mismo nos
advierte: La buena semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada por el
Maligno, bloqueada por las tribulaciones, ahogada por preocupaciones y
seducciones mundanas (cf. Mt 13,19-22). Todas estas dificultades podrían
desalentarnos, replegándonos por sendas aparentemente más cómodas. Pero la
verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que él, el
Señor, es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de
Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no
hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia
las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales»
(Homilía en la misa para los confirmandos, 28 de abril de 2013). A vosotros
obispos, sacerdotes, religiosos, comunidades y familias cristianas os pido que
orientéis la pastoral vocacional en esta dirección, acompañando a los jóvenes
por itinerarios de santidad que, al ser personales, «exigen una auténtica
pedagogía de la santidad, capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta
pedagogía debe integrar las riquezas de la propuesta dirigida a todos con las
formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más
recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la
Iglesia» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31)
Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser «terreno bueno»
para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos unamos
a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los Sacramentos
celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida, tanto más
crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de
misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y
en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con
este deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto de corazón a todos la
Bendición Apostólica."
Mensaje para la 51 Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, nº 4.Vaticano,15 de enero, 2014.
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