Francisco Javier Bernad Morales
La
autoridad temporal, insiste Occam, es anterior al papado por lo que no obtiene
de él la legitimidad. Esta le habría sido conferida por los hombres y
refrendada por Dios, lo que muestran tanto las palabras y la actitud de Cristo,
recogidas en el Evangelio, como la totalidad de las Escrituras; pues, si bien
en estas no se afirma que todos los reinados fueran legítimos, sí se dice así, explícita o implícitamente, no solo
de aquellos, como los Saúl o David, quienes fueron ungidos por mandato divino,
sino también de gentiles como Nabucodonosor o Ciro. Cristo no vino a disminuir
los derechos temporales de los reyes y emperadores, ni a ocupar su lugar, ya
que, como él mismo señaló, su reino no es de este mundo (Jn, 18, 36).
Con
esta argumentación, Occam establece la independencia del poder temporal frente
al espiritual. La autoridad del papa queda circunscrita a este último ámbito,
aunque incluso en él no es absoluta, ya que queda supeditada a lo contenido en
la Escritura. De manera tajante afirma, y no olvidemos que escribe en el siglo
XIV: “Al oficio del papa no pertenece mezclarse en los negocios seculares” (Breviloquium II, 7).
Marca
así un camino que, frente a las aspiraciones teocráticas pontificias, lleva a la
separación entre la Iglesia y el Estado, y que acabará conduciendo a la democracia moderna:
A todos los mortales les viene de Dios y de
la naturaleza el nacer libres y el no estar sujetos por derecho a ningún otro.
Por lo mismo, pueden espontáneamente elegir a quien les gobierna (Breviloquium, IV, 10).
Son
palabras cuyo eco parece advertirse en el Preámbulo de la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos:
Sostenemos como evidentes por sí mismas
dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por
su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se
instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos
del consentimiento de los gobernados.
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