San Doroteo de Gaza
Hermanos, si recordamos bien los dichos de los santos
Ancianos y los meditamos sin cesar, nos ser difícil pecar, nos ser difícil
descuidarnos. Si como ellos nos dicen, no menospreciamos lo pequeño, aquello
que juzgamos insignificante, no caeremos en faltas graves. Se lo repetiré
siempre, por las cosas pequeñas, el preguntarse por ejemplo: ¿Qué es esto? ¿Qué
es aquello?, nacer en el alma un hábito nocivo y nos pondremos a subestimar
incluso las cosas importantes. ¿Se dan cuenta de qué pecado tan grande cometemos
cuando juzgamos al prójimo? En efecto, ¿qué puede haber más grave? ¿Existe algo
que Dios deteste más y ante lo cual se aparte con más horror? Los Padres han
dicho: "No existe nada peor que el juzgar” Y sin embargo, es por aquellas cosas que llamamos
de poca importancia por lo que llegamos a un mal tan grande. Si aceptamos
cualquier leve sospecha sobre nuestro prójimo, comenzamos a pensar: " ¿Qué
importancia tiene el escuchar lo que dice tal hermano? ¿Y si yo lo dijera
también? ¿Qué importa si observo lo que este hermano o este extraño va a hacer?
". Y el espíritu comienza a olvidarse de sus propios pecados y a ocuparse
del prójimo. De ahí vienen los juicios, maledicencias y desprecios y finalmente
caemos nosotros mismos en las faltas que condenamos. Cuando descuidamos
nuestras propias miserias, cuando no lloramos nuestro propio muerto, según la
expresión de los Padres, no podemos corregirnos en absoluto sino más bien nos
ocupamos constantemente del prójimo.
VI Conferencia, 69
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